Neuroestética

Sobre el estudio de la base biológica de la experiencia estética

Los pintores, salvo excepciones, no se expresan tan bien con palabras como con imágenes. Pero aunque las obras de arte pueden y deben hablar por sí mismas, al mismo tiempo no pueden librarse de la palabra. Esto es algo que parece irremediable, pues el hombre es un ser de lenguaje, y el discurso verbal, con sus insuficiencias y contradicciones, se inmiscuye en todo para tratar de explicarlo y entenderlo. Sin embargo, el hombre es un ser de imágenes antes que de palabras. Y en ese teatro de imágenes mentales que es el cerebro, en el que se representan las vicisitudes del propio cuerpo a la vez que se dirige la obra, las imágenes se explican por sí mismas.

(más…)

Emergencia

Sobre el potencial biomédico de los países emergentes

El éxito actual de la milenaria medicina china en Occidente es sólo un anticipo del protagonismo que está llamado a tener China en la medicina global. El volumen de la investigación biomédica de China recogido en la base de datos MedLine (115.000) es comparable al de un país como España (110.000), pero claramente inferior a países como Francia (228.000), Alemania (293.000), Reino Unido (334.000), Japón (479.000) o EE UU (1.614.000). Pero estas cifras, referidas únicamente a trabajos en inglés, son un espejismo del verdadero potencial del gigante asiático. Las revistas científicas más relevantes, como Science o Nature, vienen dando puntual cuenta de los múltiples y continuos avances de la biomedicina china, de la pujanza de sus universidades y centros de investigación, y de la proliferación de nuevos focos de excelencia en un país con una población de más de 1.300 millones de habitantes y un crecimiento económico vertiginoso. No es de extrañar que en China se esté montando, entre otros centros de primer nivel, la mayor planta de biotecnología del mundo fuera de EE UU, o que la Academia China de las Ciencias haya inaugurado en Shangai en 2005, su Institute for Computacional Biology en colaboración con la Max Plank Society, y que para dirigirlo haya contratado al prestigioso bioinformático alemán Andreas Dress.

La industria farmacéutica tampoco es ajena al potencial chino. Roche tiene desde 2004 un centro de I+D en China; Pfizer anunció el año pasado la creación de un centro de I+D en Shangai, y ahora Novartis ha reconocido durante la presentación de sus resultados económicos de 2005 que también se plantea la creación de un centro de investigación en China. Una de las claves de esta tendencia está en el alto nivel de los investigadores chinos, como ha destacado el presidente de los Novartis Institutes for BioMedical Research, Mark Fishman. Y la otra está en la pujanza de las economías emergentes por la confluencia de dos factores: alta tecnología y bajo coste, según el responsable de la división de mercados emergentes (55 países, con China a la cabeza) de Novartis y presidente de la filial española. Estos países emergentes representan las tres cuartas partes de la población mundial, pero sólo consumen el 10% de los fármacos. Sin duda, este desfase se va acabar, como también se va a acabar el gap 10/90: sólo el 10% de los recursos de investigación se dedican a los problemas del 90% de la población. Lo lógica del mercado está cambiando el escenario de la salud, pero sigue sin estar claro el porvenir de aquellos países que no son ni siquiera emergentes. Y eso sí que es una emergencia.

Neuroentelequias

Sobre el abordaje técnico y científico del cerebro

La pasión por la tecnología en los laboratorios de investigación no es muy distinta a la que suscita en la calle la electrónica de consumo. La moderna cacharrería al servicio de la ciencia no sólo no tiene nada que envidiar a los espectaculares juegos de las videoconsolas, sino también la ilusión de realidad es mayor entre los científicos, empecinados como están en el abordaje del hombre y del cosmos con sus cada vez más espectaculares y fantásticos artilugios. En el ámbito del cerebro, considerado por casi todos los científicos como la última y más apasionante frontera del conocimiento, las modernas técnicas de imaginería funcional cerebral son una fuente inagotable de nuevas investigaciones. La posibilidad que brindan de “observar” la caja negra del cerebro humano mientras piensa, habla, siente o realiza  cualquier sencilla o compleja actividad está permitiendo investigaciones hace poco impensables. Con sus nuevos juguetes, como la fMRI (resonancia magnética funcional), la SPECT (tomografía computada por emisión de fotón único), la TPE (tomografía por emisión de positrones), la MEG (magnetoencefalografía), MRS (espectroscopía por resonancia magnética) y otras técnicas de neuroimaginería funcional, los investigadores acarician la posibilidad de desentrañar las bases biológicas de la razón y la emoción, y hasta de la conducta y la voluntad.

Lo que muestran todas estas imágenes funcionales es ciertamente deslumbrante, porque nos permiten adentrarnos en el cerebro en acción de un hombre concreto. Con las técnicas de neuroimagen se están realizando trabajos de lo más variado, por ejemplo uno que sugiere que la timidez es un rasgo del temperamento estable en el tiempo (Science, 20 de junio de 2002: Inhibited and Uninhibited Infants «Grown Up»: Adult Amygdalar Response to Novelty) y otro que alumbra un área de estudio tan singular como la llamada neuroeconomía o estudio de las bases neurológicas de las decisiones económicas (Science, 20 de junio de 2002: The Neural Basis of Economic Decision-Making in the Ultimatum Game). Entre las imágenes funcionales y las conclusiones de estos y similares trabajos media un abismo de incertidumbre, y produce escalofríos sólo de imaginar la enorme cantidad de factores que pueden influir en los resultados o lo que puede estar pasando por la cabeza de las personas mientras son estudiadas. El trágico cascarrabias de Arthur Schopenhauer ya advirtió en 1836, en su obra Sobre la voluntad en la naturaleza, contra la amenaza del ese “grosero y torpe materialismo, en que no es lo más escandaloso la bestialidad moral de los últimos resultados, sino la increíble ignorancia de los primeros principios, ya que se niega la fuerza vital y se rebaja la naturaleza orgánica a ser un juego casual de fuerzas químicas”. Para los neuroescépticos no todo se reduce a un juego de fuerzas químicas o físicas, pero bien podría ser que los modernos juguetes para estudiar el cerebro nos ayudaran a esclarecer esta entelequia.