Infartos de quirófano

Sobre los eventos cardiovasculres perioperatorios y su prevención

Los éxitos de la cirugía han llenado los quirófanos de todo el mundo de pacientes que esperan mejorar sus expectativas y calidad de vida gracias al bisturí. Las famosas y criticadas listas de espera quirúrgicas que hay en muchos países son, en parte, un efecto indeseado del éxito terapéutico de la cirugía. En todo el mundo se operan cada año unos 100 millones de personas, y la demanda de cirugía no deja de crecer, ya sea para extirpar un cáncer, para sustituir una cadera destrozada por una prótesis o para tratar toda una larga lista de problemas médicos. El 5% de todas estas intervenciones se realizan directamente sobre el corazón, pero el 95% restante también pueden afectar indirectamente a este órgano. Y es que muchas personas sometidas a cirugía no cardiaca sufren un infarto u otro evento cardiovascular (muerte súbita, ictus, parada cardiaca) justo después de la cirugía y relacionado con ella; además, es muy probable que este número esté aumentando, ya que cada vez se operan más personas mayores y con mayor riesgo cardiovascular. Lo más inquietante de la situación es que más de la mitad de estos infartos no dan síntomas, pues los pacientes reciben analgésicos que bloquean el dolor. Y a esta inquietud hay que añadir otros dos motivos de preocupación: se desconocen con precisión el porcentaje de infartos perioperatorios y las posibilidades reales de prevenir estos y otros eventos cardiovasculares.

No obstante ya se están dando algunos pasos para espantar estas preocupaciones y poner freno a los infartos relacionados con la cirugía. Una reciente revisión publicada en el Canadian Medical Association Journal [CMAJ. 2005 Sep 13;173(6):627-34] y realizada por el cardiólogo Philip Devereaux, de la Universidad de McMaster, en Ontario (Canadá), estimaba que cada año aproximadamente entre 500.000 y 900.000 pacientes operados sufren un evento cardiovascular perioperatorio; estas complicaciones cardiovasculares, además de prolongar las hospitalizaciones una media de 11 días, elevan el riesgo de muerte o de tener un nuevo infarto en los dos años siguientes. Para evaluar con mayor precisión el riesgo de sufrir una de estas complicaciones, el propio Devereaux está dirigiendo un estudio prospectivo de cohortes (Vascular events in noncardiac surgery patIents cOhort evaluatioN o VISION). De momento, el estudio piloto del VISION muestra que un 5%-8% de pacientes padecen un evento cardiovascular relacionado con la cirugía. La cuestión que hay ahora planteada es cómo se deben diagnosticar estos infartos y si es posible prevenirlos. Con la idea de resolver esta duda clínica, se ha iniciado un gran ensayo clínico (PeriOperative ISquemic Evaluation study o POISE) para evaluar la eficacia preventiva del tratamiento con betabloqueantes en los pacientes sometidos a cirugía no cardiaca, del que el mismo Devereaux es su investigador principal y el español Pablo Alonso Coello, del Centro Cochrane Iberoamericano, el coordinador nacional. El tiempo dirá si realmente es posible evitar tantos infartos de quirófano.

Médicos dedicados

Sobre los valores éticos, científicos y humanísticos

John Awoonor-Williams trabaja en una de las zonas más pobres del mundo, en el norte de Ghana. Es el único médico que hay para 187.000 habitantes, en un área sin teléfono, agua corriente, radio y televisión, y hasta hace cuatro años sin electricidad. Sus condiciones profesionales son, obviamente, bien distintas a las de otros médicos de otros lugares. Las caras de la medicina son innumerables porque los sistemas sanitarios, los riesgos para la salud, el nivel de vida de los países y otros muchos factores determinan una gran variabilidad en las condiciones de trabajo de los médicos alrededor del mundo. Lo que les une a todos ellos es su dedicación al cuidado de los enfermos. Médicos dedicados del mundo es precisamente el título de un libro singular recién editado por la World Medical Association con los perfiles humanos y profesionales de 65 médicos de 58 países, entre ellos el de John Awoonor-Williams. Estos médicos dedicados han sido elegidos por sus compañeros de las 84 asociaciones médicas nacionales que integran esta organización que promueve la excelencia en medicina y los valores básicos de la medicina: humanismo, ciencia y ética.

Los 65 médicos elegidos por la WMA son dignos representantes de estas tres tradiciones perdurables de la medicina. Entre ellos están, por ejemplo, el venezolano Jacinto Convit, que ayudó a erradicar la lepra, el chino Nanshan Zhong, que alcanzó notoriedad mundial por sus trabajo en la reciente epidemia del síndrome respiratorio agudo severo (SARS), o el británico Richard Doll, recientemente fallecido, que relacionó hace 50 años el tabaquismo con el cáncer de pulmón. Todos ellos aportan reflexiones que convendría considerar. Como la que hace Pedro Alonso, el único español que aparece en la lista, por sus recientes éxitos en el desarrollo de una vacuna eficaz contra la malaria: “La enfermedad no es simplemente una consecuencia de la pobreza, es también una causa de la pobreza”. O lo que recuerda el búlgaro Nikolai Tsankov: “A veces una sonrisa puede curar más que todas las excelencias científicas que posea un médico”. O lo que explica Refaat Kamel, cirujano de Egipto: “La medicina es un estilo de vida. Mantiene el cerebro ávido y curioso”. O lo que señala el psiquiatra y experto en bioética Luis Picard-Ami,  de Panamá: “Me preocupa profundamente que la medicina se convierta en una industria”. O lo que reflexiona Adib Jatene, cirujano torácico y cardiovascular de San Paulo (Brasil): “La profesión existe para ayudar a quienes sufren y no para ayudar a la gente a ganar dinero”. Por suerte para la profesión hay muchos, muchísimos otros médicos dedicados como ellos.