¿Cómo lo sabes?

Sobre el motor del conocimiento médico y la implicación de pacientes y médicos

Se habla mucho de involucrar a los pacientes en la toma de decisiones sobre su salud. De que hay que dejar atrás el viejo paternalismo y de que los enfermos, si quieren, deben colaborar con su médico para elegir el tratamiento más adecuado. Se habla, en fin, de que el paciente ha de ser el centro de la investigación y de la asistencia, pues está claro que todavía no lo es. Pero, ¿cómo hacerlo? ¿cómo vencer las inercias, las resistencias, los intereses creados? (más…)

Mis libros médicos preferidos

Mis libros médicos preferidos

Sobre los textos de medicina que más me han enseñado y estimulado

[divider_flat] Estudiar la carrera de medicina te obliga a leer y asimilar miles de páginas sobre diferentes disciplinas preclínicas y clínicas. Y eso es sólo el principio: lo más exigente empieza después, porque la dedicación a la medicina exige una actualización permanente que no tiene parangón con ninguna otra profesión, como decía Richard Smith en una entrevista que le hice hace una década, cuando era director del British Medical Journal. (más…)

Desigualdades sexuales

Sobre la supuesta disparidad de aptitudes entre hombres y mujeres para la medicina y otras profesiones

[divider_flat] Las cuestiones sobre la igualdad sexual están sobrecargas de prejuicios y son de lo más pantanosas. ¿Por qué hay más hombres o mujeres en determinadas profesiones? ¿Están igualmente dotados unos y otras para las matemáticas o el ejercicio de la medicina? ¿Existe alguna predisposición biológica? El debate puede ser muy entretenido en una conversación distendida, pero también muy virulento cuando entran en juego cuestiones laborales o se invocan argumentos científicos. ¿Dónde está la neutralidad y la objetividad en estos temas? Los llamados estudios de género están en auge, pero sus conclusiones tienen siempre un aura de provisionalidad ante los vertiginosos cambios sociales y la creciente feminización de prácticamente todos los estudios y profesiones, incluidas las típicamente masculinas como las altas finanzas o el ejército. (más…)

Escala

Sobre el lugar que ocupa la medicina entre lo micro y lo macro

Un cabello humano tiene un grosor de entre 17 y 181 µm o micras, según las razas, y bien puede considerarse como el límite inferior de lo observable y de la escala humana. Desde los orígenes de la especie, el ser humano se ha desenvuelto entre los límites de un pelo y unas cuantas decenas de kilómetros, los que podía recorrer a pie en una jornada o contemplar a lo lejos desde una buena atalaya. Digamos que nos hemos movido en apenas 10 órdenes de magnitud, los que van entre unas pocas decenas de micras (10-5 metros) y un centenar de kilómetros (105 metros). Este ha sido nuestro limitado radio de acción hasta que, por un lado, se ha podido observar el micromundo con microscopios cada vez más potentes y aventurarse por el mundo subatómico; y, por otro, las tecnologías espaciales han permitido viajar hasta la Luna y tomarle medidas al Universo. La ciencia ha disparado los órdenes de magnitud del mundo cognoscible hasta una escala de proporciones inhumanas. O dicho de otro modo: no somos (casi) nada. Y en ese “casi” estamos. (más…)

Slow medicine

Sobre el ritmo de la medicina y el cuidado de los mayores

El movimiento Slow Food aspira a ser todo un estilo de vida. Fue fundado en 1986 por Carlo Petrini y tres años después se convirtió en una organización internacional para reivindicar en todo el mundo la ecogastronomía, es decir, el placer de comer respetando la tradición y la sostenibilidad del planeta. Frente a la “macdonalización” de la comida, la devaluación de los alimentos por la producción industrial y el consumo acelerado, esta organización simbolizada por un caracol propone una producción y un consumo más pausados, amables y respetuosos con las personas. Ahora, esta idea trata de trasladarse al ámbito médico con lo que se ha dado en llamar “slow medicine”.

Esta nueva etiqueta ha sido propuesta por el geriatra y médico de familia estadounidense Dennis McCullough como principio para orientar los cuidados de salud a las personas mayores. En su libro My mother, your mother, invita a recapacitar sobre los inconvenientes de la actual medicina hipertecnificada para abordar el cuidado de los mayores y propone una fórmula más amable y respetuosa: la slow medicine. El libro está dirigido a los hijos de las personas mayores para que se involucren en el cuidado de sus padres cuanto antes y puedan participar activamente en las decisiones que afectan a su salud evitando los efectos perniciosos de un sistema sanitario demasiado agresivo y deshumanizado. El planteamiento de la slow medicine no se centra en salvar la vida a cualquier precio y en aplicar todos los recursos diagnósticos y terapéuticos disponibles, sino en humanizar los cuidados de salud para hacer más llevadera la vejez. Las pruebas y los tratamientos recomendados a ciertas edades quizá no lo sean tanto a edades más avanzadas. Así, por ejemplo, McCullough señala que en los muy mayores es mejor hacer una prueba de sangre en heces en casa que una agotadora colonoscopia en el hospital, del mismo modo que a partir de cierta edad es preferible una exploración mamaria que una que una mamografía anual en el hospital. Asimismo, los tratamientos farmacológicos deberían ser continuamente reconsiderados en función de la edad y el estado de salud, ya que, por ejemplo, los fármacos antihipertensivos que pueden salvar la vida a los 75 años pueden causar problemas a los 95. Y es que para afrontar los problemas de salud asociados al envejecimiento, ya sea un achaque o una enfermedad importante, los poderosos recursos tecnológicos de la medicina no son ni suficientes ni siempre necesarios.

La “medicina lenta” no desdeña por principio la tecnología, sino que trata de ponerla en su sitio, pues el complejo médico-industrial no es precisamente la mejor respuesta a las necesidades de las personas mayores. La slow medicine gravita más sobre la familia que sobre el hospital y trata de ofrecer unos cuidados de salud con un rostro más humano. Pero, claro, eso exige una mayor y más profunda implicación de la familia y de los médicos. Quizá todo sea una cuestión de tiempo, de cambio de tempo.