4 Jul 2008
Sobre la identidad, los automatismos del habla y sus alteraciones
[divider_flat] Imaginemos que un buen día empezamos a hablar nuestra lengua materna con acento extranjero. Nos damos perfecta cuenta de que nuestro habla ha cambiado, pero no podemos evitarlo. Los desconocidos creen, con razón, que somos extranjeros; nosotros nos quedamos desconcertados y asustados. Esto fue lo que le ocurrió hace unos años a una mujer de Castellón: tras sufrir un golpe accidental que le provocó una oclusión de la carótida, empezó a hablar su lengua materna, el castellano, con acento francés. El equipo de Neurología del Hospital General de Castellón que estudió el caso acabó diagnosticando un síndrome del acento extranjero o FAS (foreign accent syndrome), un trastorno tan raro que sólo hay documentadas unas decenas de casos en todo el mundo. (más…)
11 Ago 2006
Sobre su uso artístico como metáfora de la vida y la identidad
En las épocas más naturalistas de la historia del arte, la sangre era roja, de un rojo sangre recién derramada, como el chorro encarnado que fluye del cuello en Judith cortando la cabeza de Holofernes, de Caravaggio. Con las vanguardias, la sangre se extravía en la paleta del pintor y toma el color de sus sueños. ¿De qué color es, por ejemplo, la sangre del Guernica de Picasso? ¿Hay sangre por el suelo o sólo en nuestra mirada? Muchos artistas plásticos han pintado con sangre o la utilizan por sus propiedades matéricas y su simbolismo, como hace por ejemplo la estadounidense Laura Splan, autora de la ilustración de portada del número de noviembre de 2004 de PLoS Medicine y de unos delicados dibujos neuroanatómicos realizados con su propia sangre. O, sin ir más lejos, los Hemogramas (1998) de Joan Fontcuberta, una sugerente colección de fotografías de gotas de sangre de personas concretas, en la que los conceptos de azar e identidad se encarnan en formas caprichosas. (más…)
7 Jul 2006
Sobre el abordaje médico de las desfiguraciones faciales
En The Lancet de la primera semana de julio de 2006 han venido a coincidir dos caras bien distintas de la medicina, ambas referidas a las desfiguraciones faciales y su abordaje. La primera es la descripción y valoración técnica (médica, quirúrgica, psicológica y ética) del primer trasplante parcial de cara realizado en Lyon (Francia) hace ahora siete meses; la segunda es un informe sobre los devastadores efectos de la estomatitis gangrenosa o noma, una enfermedad de la pobreza que deja sin vida o sin rostro a 140.000 niños cada año, pero que puede ser prevenida con unas cuantas medidas sencillas y bien conocidas. Las fotos que ilustran ambos temas tienen en común el espanto de la mutilación facial, ya sea causada por las mordeduras de un perro o por los mordiscos de la gangrena; pero mientras en el caso de la mujer de Lyon hay un antes y un después esperanzador, la desfiguración facial de los pobres es el rostro de la miseria y la ausencia de futuro, la imagen en carne viva de la medicina tercermundista que llega tarde o no llega.
El noma, una infección infantil oportunista promovida por las condiciones de desnutrición, falta de higiene y extrema pobreza, es conocido desde la Antigüedad (cancrum oris lo llamó Hipócrates). Suele aparecer en niños de 1-4 años de la mano de infecciones como la rubéola o la tuberculosis, y evoluciona enseguida hacia una gangrena que destroza rápidamente los labios, la boca, la mandíbula y los músculos y tejidos adyacentes. Prácticamente desapareció de Europa a finales del siglo XIX con la generalización de las medidas higiénicas sanitarias básicas; no obstante, reapareció en Auschwitz y otros campos de concentración, y más recientemente en algunos pacientes de sida muy inmunodeprimidos. Actualmente se da en todos los países subdesarrollados, pero sobre todo en los países más pobres del África subsahariana. En el noroeste de Nigeria hay una tasa anual de 6,4 casos por cada mil niños, una incidencia insoportable habida cuenta que el 79% de los niños muere por la enfermedad y el resto queda monstruosamente deformado y limitado funcionalmente. Aunque la OMS señaló al noma como una de las prioridades de salud, todavía menos del 10% de los niños afectados recibe atención médica durante la fase aguda de la enfermedad. Su prevención no sería difícil, pero exige campañas informativas a los padres, vacunaciones infantiles, buena nutrición y otras medidas que no llegan a los más desfavorecidos.
En contraste con esta situación, el trasplante de cara se presenta como la última frontera de la medicina para solucionar los trastornos estéticos, funcionales y psicológicos de las desfiguraciones del rostro. El informe favorable –en términos de sensibilidad, apariencia y aceptación del paciente– que publica The Lancet sobre la evolución del injerto a los cuatro meses de su realización muestra que esta puede ser una opción real para otros casos similares. Pero, obviamente, no para los miles de niños desfigurados por el noma.
23 Dic 2005
Sobre los miedos y problemas del trasplantes de cara
La realización del primer trasplante de cara era una noticia cantada. Había al menos tres grupos de cirujanos –en el Reino Unido, EE UU y Francia– con un protocolo muy avanzado para acometerlo. Los informes anticipatorios de sociedades científicas, como el Royal College of Surgeons de Inglaterra, o de asociaciones de pacientes con deformidades faciales permitían presagiar algo más o menos inminente. El anuncio final del primer trasplante (parcial) de cara, realizado por el equipo del cirujano francés Jean-Michel Dubernard el 27 de noviembre de 2005, saltó a las primeras páginas de los periódicos como una bomba informativa, pero lo cierto es que sus efectos fueron bastante limitados y amortiguados. Aunque la paciente de 38 años a la que se le implantaron labios, nariz y mentón ya podía hablar y comer a los pocos días de la intervención, está por ver cómo prosigue su evolución clínica y si cabe hablar de éxito. Acabe como acabe este primer intento, parece claro que este hito quedará simplemente como un hito más en la era de los trasplantes. Pero lo más importante es que el debate abierto con este primer paso hacía la reconstrucción facial mediante el trasplante ha mostrado que los problemas técnicos, psicológicos y éticos pueden ser abordables y controlados. La selección de los pacientes idóneos se presenta a ojos de los expertos como el principal desafío para el éxito de este tipo de cirugía, porque los problemas técnicos relacionados con el rechazo y la inmunosupresión no son mayores que los que implica un trasplante de riñón. Y en cuanto a los problemas psicológicos y éticos planteados, si bien se mira, no son grandes escollos si se hace una correcta selección de los pacientes.
Muchos miedos y fantasmas sobre el cambio de identidad y el rechazo del nuevo rostro no están del todo justificados. En los candidatos al trasplante, la desfiguración que sufren ya plantea graves problemas de identidad y autoestima, por lo que la crisis psicológica que plantearía un nuevo rostro no tiene por qué ser negativa. Además, hablar de transferencia de identidad no tiene mucho sentido, pues la cara del trasplantado nunca será la misma que la del donante. Como la balanza entre beneficios y riesgos puede ser positiva en ciertos casos, es de prever que el trasplante de cara o de algunas de sus partes se acabe imponiendo como una nueva opción para algunos pacientes con graves deformaciones y problemas funcionales en su rostro. La viabilidad del trasplante facial nos viene a demostrar que la cara es un tejido más. Y lejos de desvalorizar la importancia personal y social del rostro, nos confirma que la identidad es algo más que una cara.