Preguntas y respuestas

Sobre los caminos del conocimiento y el prestigio de la duda

En su colección de aforismos Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál era la pregunta?, el director de CosmoCaixa de Barcelona, Jorge Wagensberg, deja entrever ya en el título del libro que la ciencia se hace a base de preguntas. El conocimiento del mundo se puede alcanzar con dos estrategias bien distintas: asumiendo que lo dado son las preguntas y que lo que toca es encontrar las respuestas, o bien dando por sentado que el mundo es la respuesta y que lo que le corresponde al hombre es formular las preguntas que conducen al entendimiento de las cosas. Según Wagensberg, por el primer camino se acaba llegando al conocimiento revelado y a las creencias.  “La historia de las creencias es la historia de las buenas respuestas. Se avanza cuando cambia la respuesta. La pregunta es pura rutina”, sentencia. Por el contrario, “la historia de la ciencia es la historia de las buenas preguntas. Se avanza cuando cambia la pregunta. La respuesta es casi rutina. Un paradigma es una tregua entre dos buenas preguntas”. El arte, como tercera vía de conocimiento, estaría en este contexto más cerca de la revelación que de la ciencia, pero según se mire puede ser una cuestión de respuestas o de preguntas. Así, por ejemplo, el cineasta Alejandro Amenábar afirma: “Mi cine no es un cine de respuestas sino de preguntas”. Desde el planteamiento de Wagensberg, lo que parece claro es que el prestigio de la pregunta se corresponde con el prestigio social de la ciencia como forma de conocimiento racional, mientras que el relativo desprestigio de la respuesta obedecería a un cierto desprestigio del conocimiento revelado, irracional o, en todo caso, no científico. (más…)

Entre dos aguas

Sobre la dos corrientes culturales en la medicina actual

[divider_flat] En el debate sobre las dos culturas, la humanista y la científica, ¿qué lugar ocupan la medicina y los médicos? La controversia puede interpretarse, por encima de otras consideraciones, como una disputa por la preeminencia intelectual, por el protagonismo público o, si se quiere, por un cierto control de los medios editoriales y de comunicación. Todavía en tiempos de Newton los científicos eran considerados filósofos naturales, pero la creciente especialización de los saberes fue abriendo una brecha entre los sabios de ciencias y los de letras. A mediados del siglo XX, como constataba el inventor de las dos culturas, Charles P. Snow, «en nuestra sociedad hemos perdido hasta la pretensión de poseer una cultura común. Las personas educadas con la mayor intensidad de que somos capaces ya no pueden comunicarse unas con otras en el plano de sus principales intereses intelectuales. Esto es grave para nuestra vida creativa, intelectual y especialmente moral. Nos está llevando a interpretar mal el pasado, a equivocar el presente y a descartar nuestras esperanzas en el futuro».

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