4 Abr 2008
Sobre los cambios que perfilan un nuevo escenario de salud
[divider_flat] Nunca se ha hablado tanto de salud como ahora. En eso podemos estar todos de acuerdo, pero lo cierto es que internet ha amplificado tanto todos los asuntos que quizá no sea éste un buen punto de partida para esbozar la gran mutación que está experimentando la medicina en este cambio de siglo, las nuevas actitudes de médicos y pacientes, y esa nueva y difusa idea de salud que se está infiltrando en este enredado y globalizado mundo. Porque –y en esto también podemos estar de acuerdo– la medicina ya no es exactamente lo que era, lo que ha sido durante siglos: el arte de curar y consolar al enfermo. Ahora, en cambio, podemos apreciar cómo la medicina ha extendido su arte de curar hasta las llamadas enfermedades inventadas y cómo los enfermos ya no le piden al médico consuelo sino que le exigen soluciones para todos los males. (más…)
22 Feb 2008
Sobre los grandes retos tecnológicos del siglo XXI
Buena parte de los problemas y aspiraciones de la humanidad exigen una solución tecnológica. La National Academy of Engineering de EE UU ha elaborado una lista de los Grandes Desafíos de la Ingeniería para mejorar la calidad de vida de la gente en el siglo XXI. Estos retos tienen que ver con cuatro grandes áreas de interés: la sostenibilidad del planeta (por ejemplo, hacer asequible la energía solar y hacer viable la fusión nuclear), la seguridad (informática, nuclear, biológica), la “alegría de vivir” (mejorando, por ejemplo, la enseñanza personalizada) y, cómo no, la salud. De los 14 retos pendientes de una solución tecnológica que figuran en la lista, hay al menos tres o cuatro relacionados con la salud: desarrollar mejores medicamentos, impulsar la informática médica, garantizar el acceso al agua potable y conocer el cerebro para impulsar la inteligencia artificial.
Buena parte de los éxitos de la medicina del pasado siglo descansan en avances tecnológicos e ingenieriles. A pesar de todas las críticas –merecidas muchas de ellas– sobre la deshumanización de la medicina a manos de la tecnología, los cierto es que buena parte de los progresos médicos en la lucha contra la enfermedad serían inimaginables sin el concurso del diagnóstico por la imagen, de los antibióticos y otros medicamentos, de la microcirugía, del láser, de la informática, de la ingeniería genética y de tantos otros desarrollos tecnológicos. Lo que ahora se espera de la ingeniería en el campo de la salud casi desborda la imaginación: pensemos por ejemplo en las prótesis biónicas (por ejemplo, una mano artificial capaz de moverse con los estímulos eléctricos del cerebro y devolver información sensorial) o en las posibilidades de la ingeniería genética o la nanotecnología. Son tantas las posibles aportaciones de la ingeniería que, a primera vista, lo que sorprende es que algunos de estos retos no hayan sido incluidos por el panel de ingenieros y científicos que han elaborado esta lista durante un año (en el panel figuran, entre otros, Craig Venter, el cofundador de Google Larry Page y Bernadine Healy, ex directora de los National Institutes of Health de EE UU).
Así, el biólogo molecular Attila Chordash, uno de los bloggers de Nature, echa en falta en esta lista un aspecto clave como es la prolongación de la duración de la vida humana, según cuenta en su blog Pimm: Partial immortalization. Y otros pueden echar en falta retos como la creación de órganos bioartificiales o la regeneración de una médula espinal seccionada. Sin duda, la bioingeniería va a lograr desarrollos espectaculares en los próximos años, pero si bien se piensa la solución de antiguos problemas relacionados con la salud, como el acceso universal al agua potable, a las energías limpias o a la información médica, son desafíos mayúsculos. Parecen retos menores, pero como ocurrió en el pasado con la higiene y el alcantarillado, son estos logros básicos los que más pueden contribuir a la supervivencia y la calidad de vida.
7 Jul 2006
Sobre el abordaje médico de las desfiguraciones faciales
En The Lancet de la primera semana de julio de 2006 han venido a coincidir dos caras bien distintas de la medicina, ambas referidas a las desfiguraciones faciales y su abordaje. La primera es la descripción y valoración técnica (médica, quirúrgica, psicológica y ética) del primer trasplante parcial de cara realizado en Lyon (Francia) hace ahora siete meses; la segunda es un informe sobre los devastadores efectos de la estomatitis gangrenosa o noma, una enfermedad de la pobreza que deja sin vida o sin rostro a 140.000 niños cada año, pero que puede ser prevenida con unas cuantas medidas sencillas y bien conocidas. Las fotos que ilustran ambos temas tienen en común el espanto de la mutilación facial, ya sea causada por las mordeduras de un perro o por los mordiscos de la gangrena; pero mientras en el caso de la mujer de Lyon hay un antes y un después esperanzador, la desfiguración facial de los pobres es el rostro de la miseria y la ausencia de futuro, la imagen en carne viva de la medicina tercermundista que llega tarde o no llega.
El noma, una infección infantil oportunista promovida por las condiciones de desnutrición, falta de higiene y extrema pobreza, es conocido desde la Antigüedad (cancrum oris lo llamó Hipócrates). Suele aparecer en niños de 1-4 años de la mano de infecciones como la rubéola o la tuberculosis, y evoluciona enseguida hacia una gangrena que destroza rápidamente los labios, la boca, la mandíbula y los músculos y tejidos adyacentes. Prácticamente desapareció de Europa a finales del siglo XIX con la generalización de las medidas higiénicas sanitarias básicas; no obstante, reapareció en Auschwitz y otros campos de concentración, y más recientemente en algunos pacientes de sida muy inmunodeprimidos. Actualmente se da en todos los países subdesarrollados, pero sobre todo en los países más pobres del África subsahariana. En el noroeste de Nigeria hay una tasa anual de 6,4 casos por cada mil niños, una incidencia insoportable habida cuenta que el 79% de los niños muere por la enfermedad y el resto queda monstruosamente deformado y limitado funcionalmente. Aunque la OMS señaló al noma como una de las prioridades de salud, todavía menos del 10% de los niños afectados recibe atención médica durante la fase aguda de la enfermedad. Su prevención no sería difícil, pero exige campañas informativas a los padres, vacunaciones infantiles, buena nutrición y otras medidas que no llegan a los más desfavorecidos.
En contraste con esta situación, el trasplante de cara se presenta como la última frontera de la medicina para solucionar los trastornos estéticos, funcionales y psicológicos de las desfiguraciones del rostro. El informe favorable –en términos de sensibilidad, apariencia y aceptación del paciente– que publica The Lancet sobre la evolución del injerto a los cuatro meses de su realización muestra que esta puede ser una opción real para otros casos similares. Pero, obviamente, no para los miles de niños desfigurados por el noma.
23 Jun 2006
Sobre la necesidad de repensar los valores de la medicina
La medicina, ¿es una actividad humanística con un componente científico o una actividad científica con un componente humanístico? Este tipo de preguntas no tienen respuesta clara, pero obligan a repensar qué es la medicina y cuáles son sus fines. Pocas actividades humanas se repiensan tanto a sí mismas como la medicina, pocas han cambiado tanto la vida de los hombres y quizá ninguna como ella necesita con tanta urgencia reformular sus objetivos ante los avances de la ciencia y ante los imperativos económicos y éticos que los acompañan. No todo lo posible es deseable y además tampoco es sostenible económicamente. El debate sobre el aumento constante de la demanda de asistencia sanitaria en los países desarrollados gira habitualmente en torno a los medios –técnicos, humanos, económicos, organizativos, etc.– de la medicina y la asistencia, como si la crisis del sistema sanitario fuera ajena al propio concepto que tenemos de la medicina. Sin embargo, el debate teórico sobre los fines de la medicina resulta a la postre de lo más práctico, pues la reformulación de los viejos fines permite establecer límites y prioridades. En este sentido, la definición de salud de la OMS de 1947 como un estado de completo bienestar físico, mental y social ha resultado ser de lo más perniciosa al ampliar casi ilimitadamente el campo de acción de la medicina y posibilitar que algunas personas crean, casi con fervor religioso, en la salud absoluta.
Pero ni existe la salud absoluta ni existe la posibilidad infinita de mejorar la salud, puesto que la medicina puede conquistar algunas enfermedades pero estas serán sustituidas por otras y la muerte sólo se puede posponer, no evitar. La actual preeminencia del modelo biomédico ha llevado a desatender la función humanitaria y de cuidados, el tratamiento del dolor y el sufrimiento, la asistencia integral del enfermo y no sólo de sus partes enfermas, la dimensión poblacional de la salud y la comunicación con el enfermo, entre otras responsabilidades de la medicina. El prestigioso Hastings Center de Nueva York ha consensuado en un documento sobre los fines de la medicina (traducido al español por la Fundación Víctor Grífols i Lucas) estos cuatro: la prevención de la enfermedades y lesiones y la promoción y conservación de la salud; el alivio del dolor y el sufrimiento causados por males; la atención y curación de los enfermos y los cuidados a los incurables, y la evitación de la muerte prematura y la búsqueda de una muerte tranquila, a la vez que recordaba que “una medicina que procura ser al mismo tiempo honorable, moderada, asequible, sostenible y equitativa debe reflexionar constantemente sobre sus fines”. Redefinir los fines de la medicina es, en cierto modo, redefinir sus límites. Como el poder de la medicina siempre es limitado y no todas sus posibilidades son aceptables y asumibles, es necesario ir más allá del simple debate sobre la organización y financiación de los sistemas sanitarios, y acometer con serenidad y buen juicio el de los sus fines y confines.