El rostro de la melancolía

Sobre las imágenes externas e internas de la tristeza

En la ciudad suiza de Lucerna hay una escultura de un león moribundo que, al decir del escritor Mark Twain, es “el trozo de piedra más triste y conmovedora del mundo”. El relieve, esculpido en la pared vertical de una montaña de roca por el artista danés Bertel Thorvaldsen en 1821, tiene una proporción de más del doble del natural y representa un león herido de muerte cuyo rostro es, efectivamente, la viva expresión del dolor y la tristeza. La escultura fue concebida para mantener viva la memoria de más de 700 mercenarios suizos que murieron defendiendo al rey Luís XVI del asalto del pueblo francés al Palacio de las Tullerías en 1792. Y lo maravilloso es que consigue su propósito con gran eficacia sin recurrir a la figura humana, concentrando todo el dolor y el abatimiento de la muerte que se avecina en el rostro de un león. Cuando el periodista Enrique G. Jordá me llevó a ver el león de Lucerna, pude apreciar que la cara abatida del animal, con los ojos entrecerrados, el ceño contraído y la boca descolgada por un pesar indescifrable, tenía una expresión genuinamente humana y su contemplación producía una vaga y acuciante melancolía. ¿Cómo puede un animal exhibir una emoción humana? ¿Cuál es el rostro de la melancolía? ¿Qué hace surgir este sentimiento? (más…)