Relativizar

Sobre el abuso de los valores relativos y su capacidad de distorsión

Los valores relativos pueden ser muy espectaculares en medicina, sobre todo cuando se utilizan para comunicar riesgos o para ilustrar la bondad de algún tratamiento o intervención sanitaria. Pero no es lo mismo un aumento del riesgo de muerte del 100% cuando el riesgo absoluto es de 1 por cada 100 personas que cuando es de 1 por 100.000. Afirmar que un tratamiento reduce un 50% la mortalidad por una enfermedad o que un programa de cribado reduce un 25% la mortalidad por un tumor puede dar a entender que esa medida es muy eficaz. Sin embargo, cuando el número de personas que se benefician de estos procedimientos es escaso, los valores relativos resultan equívocos si no van acompañados de los correspondientes valores absolutos. (más…)

Más pruebas verdes

Sobre la inconsistencia de las propiedades anticatarrales del ajo

Si la semana pasada nos hacíamos eco de la falta de consistencia de las propiedades anticancerígenas atribuidas al té verde, otro tanto podemos decir de las atribuidas al ajo. Al ajo también se le atribuyen propiedades contra el cáncer, pero quizá su virtud más extendida sea la capacidad de espantar el catarro común. El consumo habitual de ajos, al decir de muchos libros, nutricionistas y expertos de distinto pelaje, previene la aparición del resfriado. Pero lo que muchos de estos expertos quizá no imaginan es que esta afirmación no está ni mucho menos demostrada. Hay indicios por aquí y por allá, estudios de laboratorio y observaciones que apuntan en esta dirección, pero si se hace una revisión rigurosa y exhaustiva de las pruebas disponibles, resulta que el asunto del ajo está tan verde como el del té verde. (más…)

Biografía del agua

Sobre la polifacética y sorprendente personalidad del oro azul

[divider_flat] La relación entre la calidad del agua y la salud es relativamente reciente. Data de mediados del siglo XIX, cuando el médico inglés John Snow demostró que la epidemia de cólera que diezmaba Londres en 1954 estaba causada por el consumo de agua contaminada con materias fecales. Este simple hallazgo abrió las puertas a la epidemiología, a la revolución sanitaria, al aumento de la esperanza de vida y, si se apura, a la civilización tal y como hoy la entendemos. La clara separación entre el grifo de agua limpia para beber y el del retrete es una de las conquistas más irrenunciables de la civilización y uno de los aspectos que más claramente diferencian a los ricos de los pobres. Todavía hoy la mitad de la población mundial carece de un sistema de saneamiento elemental y la cuarta parte no tiene acceso al agua potable. Como resultado de estos dos factores, casi un 80% de todas las enfermedades (disentería, cólera, hepatitis, fiebre tifoidea y un largo etcétera) y un tercio de las muertes en los países pobres son consecuencia del agua contaminada. (más…)

La guerra del catarro

Sobre la prevención del resfriado común con vitamina C o equinácea

[divider_flat] Banal y recalcitrante, el resfriado común es a la vez ejemplo paradigmático de enfermedad benigna y de proceso pertinaz. La lucha contra el catarro, ya sea en el terreno de la prevención o en el de la curación, no está ganada ni mucho menos, y probablemente ni siquiera bien encauzada. Y esto vale lo mismo para la medicina ortodoxa y para la medicina alternativa, aunque en las últimas semanas ha sido la segunda la que se ha llevado el gato al agua: un metaanálisis ha refrendado que un remedio de herbolario, la Echinacea o equinácea, ayuda a prevenir los catarros, mientras que otro metaanálisis ha dictaminado que la vitamina C no los previene. (más…)

Analgesia musical

Sobre la falta de pruebas científicas en musicoterapia

La música tiene tan buena prensa –incluso médica– que resulta un poco sospechosa. Difícilmente se le encuentra un pero como adyuvante terapéutico, aunque lo cierto es que hay una clamorosa falta de pruebas científicas que lo avalen. Empieza a haberlas a favor de su empleo en alguna enfermedad concreta, como por ejemplo la esquizofrenia (para potenciar la atención, lo que  mejora el estado general y mental de estos pacientes). Pero, ¿cuál es la evidencia sobre una de sus aplicaciones más cacareadas y atractivas: la analgesia musical?

Una revisión que acaba de publicar The Cochrane Library, la revista de la Cochrane Collaboration, ha analizado un total de 51 ensayos sobre este tema y no ha podido extraer ninguna conclusión firme –por falta de estudios de calidad– sobre si la música alivia o no el dolor asociado a las pruebas diagnósticas, a la dilatación y el parto, y al cáncer, entre otros padecimientos estudiados. En cambio, sí ha concluido que la música puede ser un buen complemento analgésico tras una intervención quirúrgica. La revisión, dirigida por María Soledad Cepeda, anestesista del Tufts-New England Medical Center y profesora de la Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia), indica que la música reduce la necesidad de tomar opiáceos tras una operación, y que su efecto analgésico es comparable al de 325 miligramos de paracetamol. Sin embargo, las ventajas analgésicas de la música son muy pequeñas como para disminuir los efectos secundarios de los fármacos, según Cepeda. La revisión, que abarca 14 estudios con 489 pacientes que escucharon música, muestra que la reducción del dolor postoperatorio llega a ser de casi un punto en una escala de 0 a 10 entre quienes escucharon música y quienes no lo hicieron; si la música era seleccionada o no por el propio paciente resultaba indiferente. En cuanto al alivio del dolor, el análisis de los datos de los 4 de los 14 estudios que preguntaron a los pacientes sobre este aspecto revela que era necesario tratar a cinco pacientes con musicoterapia para encontrar una reducción del dolor.

Al margen de estas pruebas que se van aportando con cuentagotas a favor de la analgesia musical, todo lo que pueda decir la literatura médica –por no hablar de la pseudocientífica– sobre los mecanismos por los que la música alivia el dolor no es más que pura especulación, pues apenas se sabe algo. Y esto ocurre con la mayoría de las llamadas terapias complementarias. Las ideas circulantes sobre su eficacia y mecanismo de acción suelen tener poca base científica porque en la mayoría de los casos faltan datos. Sin embargo, como estas medicinas son cada vez más utilizadas, la necesidad de que se sometan al método del ensayo clínico empieza a ser apremiante. Hay quien ha sugerido que estas terapias podrían gravarse con un pequeño impuesto para financiar los necesarios ensayos clínicos. Y no es una mala idea, porque urge tener datos fiables para poner cada cosa en su sitio. Incluso la música.