La eutanasia a debate

Sobre la medicalización de la muerte y el papel que le toca jugar al médico

El pasado 7 de enero hablábamos en este rincón de Escepticemia de la medicalización de la vida y la creciente intromisión de la medicina en un montón de ámbitos ajenos a la curación de la enfermedad. En aquel comentario la muerte quedó a un lado, porque es un asunto que se presta menos a especulaciones, retóricas, escepticismos y discusiones. Pero esto es sólo una apariencia. La muerte como envés, amenaza y destino final de la vida es sin duda una de las palabras clave en medicina y está siempre presente en esta prosa de vida y muerte que es la literatura médica. ¿Alguien duda acaso que la muerte está hoy en día tanto o más medicalizada que la vida? Dejando de lado todo el corpus teórico que concibe a la medicina como una nueva religión, no hay más que presentar un dato para dejar bien patente hasta qué punto la muerte está medicalizada: un 78% de las personas que mueren en nuestro país lo hace en un hospital o centro sanitario (incluyendo geriátricos y residencias de ancianos). (más…)

Maridos y mujeres

Las parejas de médicos reflejan el convencional reparto de papeles por sexos

Al paso que vamos, pronto uno de cada dos médicos estará casado o emparejado con otro médico. La mitad de todos los médicos pertenecerá por tanto a lo que los americanos llaman una «dual-doctor family» (en 1985 The New York Times bautizó así a este grupo profesional en un artículo sobre el tema). Esta proliferación de las «dual-doctor families» es una tendencia que reflejan las encuestas en Estados Unidos, pero bien podría tratarse de un fenómeno más universal, apoyado en la generalizada feminización de la profesión médica de las últimas décadas.

 

En las revistas médicas se ha ido dando cuenta de esta feminización de la medicina con numerosos trabajos y títulos bien elocuentes. «Llega la mujer» («Here come the women»), decía el New England Journal of Medicine (NEJM) en un editorial de 1980, reafirmándose nueve años después con otro diagnóstico definitivo: «La medicina ha dejado de ser una profesión de hombres». Quien no se ha enterado todavía es el Diccionario de la Lengua Española. La Real Academia Española, para pegarse más a la realidad de las cosas, debería introducir una sexta acepción a la palabra médico, ca: «6. m. Marido de la médica», o bien quitar, por obsoleta, la quinta acepción: «5. f. Mujer del médico». Hoy las médicas conforman una contundente realidad numérica, social y profesional, y en Estados Unidos tienen incluso su propia asociación, la American Medical Women’s Association (AMWA).

 

Las «dual-doctor families» o DDFs, como quizá se acabe simplificando, todavía no tienen su propia asociación, pero todo se andará. El fenómeno de las DDFs ha sido sin duda mucho menos estudiado. Hubo que esperar hasta 1993 para que una revista médica de las importantes, los Annals of Internal Medicine para más señas, se desayunara con una evidencia semejante a la del NEJM años atrás: «Llegan las parejas» («Here come the couples»). En resumen, que primero llegó el hombre, luego la mujer y más tarde la pareja, con los críos, el reparto de las tareas domésticas, las renuncias profesionales, quién se va de congreso esta semana, te vas tú o me voy yo, pito-pito-gorgorito, quién se va y quien se queda, lo echamos a suertes o me lo quedo yo, y en este plan.

 

Pues bien, los Annals of Internal Medicine, en su número del 16 de febrero, quieren explicar qué pasa cuando un médico se casa con una médica, o viceversa, en un interesante estudio sobre la vida profesional y familiar de las parejas de médicos. El trabajo, fruto de una encuesta a 2000 médicos estadounidenses licenciados entre 1980 y 1990, muestra que más de la mitad de las médicas y la cuarta parte de los médicos casados lo están con otro médico. Y viene a concluir que las «dual-doctor families» reflejan en su vida familiar y profesional los papeles convencionales de cada sexo.

 

Cuando alguien tiene que sacrificar su carrera profesional por razones familiares, normalmente es la mujer quien lo hace. Las médicas casadas con médicos trabajan además menos horas y ganan menos dinero que sus maridos o que otras médicas no casadas con médicos. Sin embargo, ellos y ellas reconocen implicarse por igual en la educación de los hijos y destacan como aspectos positivos el compartir los intereses profesionales y el tener unos ingresos familiares elevados. A falta de una mejor y más próxima radiografía, la «dual-doctor family», con sus más y sus menos, no parece ser muy distinta de cualquier otra. ¿Alguien se esperaba que las cosas iban a ser muy distintas entre los médicos?

Censura y publicidad

El eBMJ desafía a la competencia al dar acceso completo y gratuito a su web

La censura puede resultar a veces una bendición. Lejos de perjudicar al censurado, le procura un plus de crédito y publicidad; en cambio, se vuelve contra el censor, rebajándolo y desacreditándolo ante el público. Algo así es lo que le está ocurriendo al editor del British Medical Journal (BMJ), que ha vivido la censura en sus propias carnes al ver rechazado un anuncio que pretendía colocar en la edición de papel de las principales revistas médicas de la competencia. La historia tiene su interés por la rivalidad de los competidores (los pesos pesados de la edición médica), pero sobre todo porque anuncia que el campo de batalla se desplaza a Internet y por la trascendencia que puede tener el desenlace en el acceso libre y gratuito al conocimiento médico.

Desde hace ya algunos días, al acceder al sitio web del BMJ lo primero que llama la atención es un gran cartel con la palabra CENSURED! y un anuncio semitapado con una «X». El anuncio en cuestión da cuenta de que el BMJ puede consultarse en Internet de forma gratuita y a texto completo, además de otras virtualidades del sitio web. Y se acompaña de tres frases sin desperdicio que hilan la siguiente leyenda: «Tres de las más importantes revistas médicas generales han rechazado publicar a cualquier precio este anuncio. Esto hace difícil decirles a nuestros potenciales lectores lo que se están perdiendo. Usted podría ayudarnos comunicándoselo por correo electrónico a un amigo o colega que no conozca nuestro sitio web».

Desde luego, al BMJ le han salido las cosas a pedir de boca. La censura del anuncio está teniendo un efecto publicitario de mayor alcance que el que podría tener una simple inserción publicitaria en algunas revistas. Con la difusión de la noticia por Internet y el efecto multiplicador del correo electrónico, que funciona como un potentísimo y amplificado boca a boca, todos los potenciales lectores que no lo sabían se van a enterar de que el BMJ se ofrece gratis y a texto completo en Internet. La victoria moral del censurado y la derrota del censor están más que claras. En el debate abierto sobre el tema por el eBMJ, las cartas recibidas de todo el mundo (abundan las de médicos de países en vías de desarrollo pero también de gente comprometida con la Medicina Basada en la Evidencia y la Colaboración Cochrane), dejan bien patente que lo «científicamente correcto» es abrir los sitios web a todo el mundo.

Por otra parte, al nombrar el pecado pero no los pecadores, lo que ha hecho el BMJ es extender una sombra de duda sobre todos sus directos competidores, a saber: The New England Journal of Medicine, el JAMA, The Lancet y hasta los Annals o Internal Medicine, revistas todas ellas con un factor de impacto superior al del BMJ pero con sitios web de inferior calidad, no tan completos y sencillos de usar y sólo parcialmente abiertos. La estrategia del BMJ cuenta además con el favor del común de los autores, para quienes ese plus de difusión de sus trabajos que se puede conseguir con Internet no es un asunto baladí. Y esto, a la larga, puede acabar dando sus frutos mensurables en términios de factor de impacto.

Si la semana pasada contábamos en esta columna cómo el BMJ y The Lancet habían hecho causa común contra la AMA por el asunto del despido del editor del JAMA, ahora es el BMJ el que desafía a todos sus competidores. El anuncio censurado le ha permitido darse un buen baño de elogios y publicidad, pero a la vez le compromete a mantener abierto un sitio web que ya lo estaba. Hasta la fecha ninguna publicación ha dicho esta boca es mía, pero el órdago del BMJ está sobre la mesa.