Entusiamo por el ‘screening’

Entusiamo por el ‘screening’

Sobre las abstrusas estadísticas del cribado del cáncer y la confusión que crean[divider_flat]

Las estadísticas médicas son complicadas, pero constituyen el núcleo mismo de la investigación con trascendencia clínica. Por eso, aunque la pregunta pueda parecer impropia o hasta ofensiva, cabe plantearse: ¿realmente comprenden los médicos las estadísticas y concretamente las que se refieren al screening? (más…)

Fe de errores

Sobre los errores médicos y su prevención

Una de las últimas iniciativas de Gro Harlem Brundtland, la directora saliente de la OMS, ha sido tomar cartas en el asunto de los accidentes de tráfico.  Entre otras iniciativas, el Día Mundial de la Salud de 2004 estará dedicado a la seguridad vial. Con más de 1.200.000 muertos al año en todo el mundo, los accidentes de tráfico son la novena causa de mortalidad, y nadie pone en duda que hay que reforzar su prevención, como se merece cualquiera de las grandes amenazas para la salud y la vida. Por eso, en esta lista de causas de muerte (las cuatro primeras son las cardiopatías, los accidentes cerebrovasculares, las infecciones agudas y el sida) llama la atención una ausencia notable, una causa silenciada por complejas razones y que todavía no cuenta en las estadísticas: los errores médicos. Sin embargo, la magnitud del problema, no bien conocida y por tanto más difícil de prevenir, podría ser mayúscula, como apuntan algunos datos. En EE UU, el país que más ha estudiado el problema, mueren cada año 100.000 personas en los hospitales por errores médicos, según un informe del Institute of Medicine (IOM) de 1999 (To Err Is Human: Building a Safer Health System). Esta cifra de muertos es superior a la los causados conjuntamente por los accidentes de tráfico y aéreos, suicidios y caídas, envenenamientos y ahogamientos. El único estudio comparable al del IOM, según el editorial de un número especial sobre errores médicos del British Medical Journal (Reducing error. Improving safety, de marzo de 2000), es uno de Australia. Y sus cifras de errores médicos son todavía más altas.

En respuesta a las pruebas aportadas por el informe del IOM, en EE UU se han desarrollado diversas iniciativas para conocer mejor los errores médicos e idear estrategias para prevenirlos. El Reino Unido cuenta ya con la National Patient Safety Agency (NPSA), dedicada en exclusiva a velar por la seguridad del enfermo y prevenir los 850.000 incidentes y errores médicos que ocurren en el sistema nacional británico de salud. La revista Annals of Internal Medicine ha publicado recientemente una serie de ocho partes con un estudio sobre “el paciente equivocado” (The wrong patient), el BMJ ha aportado el mencionado especial y, en general, las revistas médicas son cada vez más sensibles al problema. Uno de los últimos estudios, de la British Medical Association, pone de manifiesto que uno de cada tres errores médicos en pacientes ambulatorios se debe a defectos de procedimiento (derivar al paciente al especialista no adecuado o no revisar correctamente la historia del paciente, por ejemplo) y que uno de cada ocho se debe a la falta de comunicación médico- paciente. Queda sin duda mucho por hacer. El primer paso, que sólo algunos países han dado, es hacer una fe de errores, crear un registro de incidentes y errores para, a partir de su análisis, diseñar medidas de prevención. Pero las cosas todavía tienen mucho que cambiar hasta que la OMS dedique su día mundial a los errores médicos.

Press releases

Sobre la cadena paper-press release-artículo periodístico

Las revistas médicas profesionales se han hecho un hueco importante en los medios de comunicación. No todas, porque hay varios miles, pero sí un buen número de ellas. Por un lado están las cinco magníficas o “top five” de medicina general (el NEJM, el JAMA, The Lancet, el BMJ y los Annals of Internal Medicine), y por otro las revistas punteras de las distintas especialidades (Circulation, Pediatrics y The Journal of the National Cancer Institute, entre otras) más unas cuantas de ciencia básica (Nature, Science, Cell, etc.) y las principales del panorama nacional (Medicina Clínica, la Revista Española de Cardiología y algunas cuantas más). Las que mantienen un idilio permanente y continuado con la prensa son poco más de una docena.

La ocupación creciente del epicentro de la noticia médica por parte de las revistas es un fenómeno de la última década y particularmente de los últimos cinco años. Para explicar por qué estas publicaciones técnicas gozan de tanta cobertura en los medios de comunicación de todo el mundo, hay que tener en cuenta dos factores complementarios: la difusión masiva de internet y la implantación de los llamados press releases. A través de esta herramienta de comunicación entre los journals y la prensa, los primeros seleccionan sus contenidos más periodísticos y ofrecen a los medios sendos comunicados en los que explican en términos menos técnicos la importancia del estudio en cuestión y aportan los datos principales (a menudo también ofrecen a los periodistas el estudio completo). De modo que la cadena de transmisión de la información biomédica de las revistas tiene tres eslabones: el paper, el press release y el artículo periodístico. La introducción del segundo elemento es lo que ha hecho que esta cadena funcione ahora a toda máquina, generando una cantidad ingente de informaciones médicas que a menudo no van más allá del contenido del press release.

A nadie se le escapa que los editores de las revistas médicas, a través de sus comunicados de prensa, están influyendo de manera importante en la información médica que recibe no solo la población sino también los médicos. La cantidad de noticias ha aumentado, también la actualidad y, posiblemente, la calidad. Pero junto a estos aspectos positivos, algunos comunicados de las principales revistas exageran la importancia de los hallazgos, ocultan sus limitaciones y presentan los resultados de manera sesgada, como revela ahora el estudio Press releases. Translating Research into News, publicado en el JAMA. En otro estudio del JAMA se alerta asimismo sobre el excesivo eco que tienen en la prensa los hallazgos preliminares presentados en los congresos médicos. Todos estos estudios son sin duda muy periodísticos, pero más allá del eco que puedan tener ahora en los medios, lo que importa es el ejercicio de autocrítica, la vía de estudio que abren y la oportunidad de trasparencia y mejora que representan. La salud informativa lo agradecerá.

El color de la bata blanca

Sobre el consentimiento de los médicos de EE UU hacia la pena de muerte

Hay cosas que es mejor decirlas sin rodeos ni prólogos, como ésta: cuatro de cada 10 médicos de EE UU estaría dispuesto a colaborar en la ejecución de un condenado a muerte con una inyección letal. Hay que decir también que este dato no nos lo ha dejado la marea de ideas y fanatismos provocada por el 11 de septiembre, sino una encuesta realizada con anterioridad, con lo cual mejor no pensar cuál habría sido el resultado de un sondeo ahora mismo. “Ningún novelista puede imaginar algo más terrible que la verdad. Se ha visto recientemente. Ningún director de Hollywood podía imaginar lo de las Torres Gemelas”, dice Humberto Eco en una entrevista en El País. Y es cierto: nadie, al menos por estos pagos, podía imaginar un dato tan preocupante como el que nos depara esta encuesta recogida en el último número de los Annals of Internal Medicine con el título de “Physicians’ Willingness To Participate in the Process of Lethal Injection for Capital Punishment”. Ya se sabía, según refieren los autores del trabajo, que los médicos son indulgentes con los colegas de prisiones que participan en la ejecución de una pena de muerte, pero hasta la fecha se desconocía cuál era la disposición personal a administrar una inyección mortal a un preso. Ahora ya conocemos con cierto detalle cuál es la relación de una buena proporción de médicos de EE UU con la muerte que dictan las leyes. Y francamente, los detalles de la encuesta resultan tan espeluznantes como los de la administración de una inyección letal. (más…)

Manhattan y Vancouver

Sobre el frente común de los editores médicos contra la injerencia de la industria

Manhatan. ¿Dónde estabas y qué hacías cuando se derribaron las Torres Gemelas de Nueva York? La importancia de un suceso para un pueblo o una sociedad queda corroborada cuando, pasado el tiempo, la gran mayoría de sus miembros puede dar respuesta a esta pregunta. El director del British Medical Journal (BMJ) para Norteamérica, Ronald M. Davis, confiesa en el número de mañana (disponible hoy en internet) que a lo largo de su vida éste es el segundo suceso de estas características, tras el asesinato del presidente John F. Kennedy cuatro décadas atrás. Davis se encontraba en Washington DC, a dos manzanas de la Casa Blanca. Con la embriaguez emocional propia de quien ha vivido un suceso así de cerca, en el BMJ nos regala un testimonio emocionado y encendido de grandes adjetivos, con alabanzas a los equipos sanitarios y, como buen americano, hasta con menciones bíblicas. Dice Davis que mientras su presidente Bush se dirigía a la nación invocando el 23rd Psalm o salmo 23, él “podía ver legiones de sanitarios avanzando a duras penas en el valle de la sombra y la muerte”. En el actual revuelo de testimonios, crónicas y comentarios, más o menos apasionados, que ha suscitado la tragedia de EE UU, el artículo de Davis puede que no sea sino uno más, pero no deja de llamar la atención el que muchas de las revistas médicas dediquen algún comentario a los atentados de Nueva York y Washington (The Lancet, que ya tenía cerrada la edición de mañana, anuncia que lo hará en el próximo número), aunque, bien mirado, quizá todavía llame más la atención el que la revista española Hola dedique su portada (algo insólito) al atentado contra las Torres Gemelas.

Vancouver. ¿Y qué hacían entretanto los editores médicos? Los atentados de EE UU han venido a coincidir con la publicación, en una docena de las principales revistas médicas de todo el mundo, de un editorial conjunto que arremete contra la injerencia de la industria farmacéutica en el diseño, análisis y divulgación de los ensayos clínicos, y comunica el endurecimiento de los Uniform Requirements for Manuscripts Submitted to Biomedical Journals, las normas exigidas a los autores para la publicación de trabajos en sus medios, en concreto en lo que se refiere a su vinculación con los laboratorios farmacéuticos. El espíritu de Vancouver, el que animó a reunirse en 1978 en dicha ciudad de British Columbia a un pequeño grupo de editores médicos para coordinar esfuerzos para definir las características editoriales de los papers, ha vuelto a agitarse para garantizar la legítima autoría de los trabajos y la independencia de los resultados y su interpretación. Las revistas y editores que han participado en esta iniciativa son los Annals of Internal Medicine, el BMJ, el Canadian Medical Association Journal , el JAMA, el  Journal of the Danish Medical Association,The Lancet, The Medical Journal of Australia, el Nederlands Tijdschrift voor Geneeskunde (Dutch Journal of Medicine), The New England Journal of Medicine, el New Zealand Medical Journal, y el Western Journal of Medicine, más The Norwegian Medical Association, el International Committee of Medical Journal Editors, MEDLINE/Index Medicus, y la National Library of Medicine.  Son muy explícitos tanto el editorial que firman y publican conjuntamente varias de las revistas mencionadas (JAMA, NEJM y The Lancet, entre ellas) con el título de “Sponsorship, autorship, and accountability”, como el de Richard Smith, editor de BMJ, en el que dice que “esta iniciativa de los editores médicos no debe ser vista como un ataque a la industria farmacéutica”, sino tal y como reza su título, como una iniciativa para “Mantener la integridad de la ciencia”. El humo de Manhatan ha eclipsado el renacido espíritu de Vancouver que impregna esta iniciativa. El tiempo dirá cuál de los dos acontecimientos provoca consecuencias más rápidas.