Sobre las tendencias, peajes y resistencias en la publicación científica en inglés

La posibilidad de explorar el desarrollo de un organismo célula a célula, gracias a un conjunto de nuevas técnicas, ha sido reconocido por la revista Science como el descubrimiento científico de 2018. Aunque no reparemos en ello, los artículos científicos que constituyen el núcleo de este descubrimiento, la colaboración de investigadores de diferentes países que lo ha hecho posible y, finalmente, el anuncio de este reconocimiento por parte de Science se han producido prácticamente en una sola lengua, el inglés. Todo el proceso de desarrollo y difusión de la ciencia de la mayoría de los grandes hallazgos transcurre mayormente en inglés, porque esta es la lingua franca de la ciencia actual, como lo fue el latín en los tiempos en que Newton publicó sus Principia Mathematica. Sin embargo, esta lengua representa una barrera muy importante para una mayoría de científicos cuya lengua materna es otra, pero que se ven obligados a publicar en inglés para tener presencia internacional.

Una reciente encuesta de la compañía estadounidense Editage, especializada en servicios profesionales para la publicación científica, muestra que el 77% de los investigadores tiene dificultades (moderadas, importantes o extremas) para escribir artículos en inglés. A la encuesta han respondido casi 7.000 investigadores de 100 países, de los cuales el 11% era de países anglófonos y el 70% de potencias científicas emergentes, como China, Brasil, India, Japón y Corea del Sur, con otras lenguas oficiales. Un alto porcentaje de investigadores de estos países reconoce que le resulta difícil escribir un artículo en inglés: en Corea del Sur, el 88%; en Japón, el 86%; en Brasil, el 85%, y en China, el 81%. La encuesta, que aborda muy diferentes problemas, desde el plagio y la coautoría a la correspondencia con los editores, pone de relieve la desventaja de los autores con otra lengua materna y plantea la necesidad de que la industria editorial elimine o minimice esta limitación y el peaje de tiempo y esfuerzo que supone. De otro modo, podría ser que el actual predominio del inglés empezara a alterarse, pues el escenario está cambiando.

Aunque el 80% de las más de 20.000 revistas científicas incluidas en Scopus están escritas en inglés (las publicadas en otras lenguas deben tener al menos el resumen en inglés), la cuota de producción científica de los países anglófonos es cada vez menor en términos relativos. Pero es que, en valores absolutos, Estados Unidos ha sido superado por China en 2018 como primer productor de artículos científicos del mundo. La ciencia es cada vez menos una actividad occidental o euroamericana. China, Corea del Sur y Japón pertenecen al grupo de 15 países que más porcentaje del producto interior bruto dedican a investigación y desarrollo, y esto se traduce directamente en producción científica, aunque no necesariamente en mayor calidad.

En Alemania, Francia y España la ratio de artículos en inglés respecto a la lengua oficial del país es mayor de 5 a 1, en Italia llega a ser de 30 a 1, y en Holanda de 40 a 1; en China, en cambio, es de 2 a 1. Con todo, hay mucha ciencia escrita en otras lenguas, aunque varía por países en función del área de investigación. Así, en España, el 44% de la producción en español se concentra en ciencias de la vida, mientras que en China el 72,5% de la producción en chino se concentra en ciencias físicas. Esta ciencia no es necesariamente de segundo nivel, sino en muchos casos ciencia necesaria para llegar a la sociedad que la financia; y, lo que no es menos importante, para evitar el llamado sesgo lingüístico. Y es que leer y usar solo la ciencia escrita en inglés puede ofrecer una imagen parcial y distorsionada.