Sobre la misión del periodismo médico y científico en la era digital

[divider_flat] El periodismo médico y científico parece existir para mayor gloria de sus protagonistas. Buena parte de las informaciones se limitan a narrar los logros de la ciencia y los científicos. También tienen gran aceptación las noticias llamativas, como las que hablan de los genes del divorcio y otras extravagancias, así como las alarmistas, haya o no una epidemia de por medio. Pero en los contenidos médicos y científicos, las que se llevan la palma son las que dan cuenta de los grandes –o engrandecidos– avances. Los investigadores explican sus logros con una cadencia programada, la que se ajusta al ritmo de publicación de las principales revistas. Y los periodistas parecen simples intermediarios o traductores de los tecnicismos que salen por la boca de la autoridad científica, cuando no simples comparsas o animadores de la fiesta.

Una de las principales diferencias del periodismo científico con otras áreas de la redacción, desde la cultural a la política, es que los mensajeros de la información no suelen estar a la altura de sus fuentes. Hay un abismo de conocimientos entre los científicos y los periodistas, que no es tan apreciable en otros ámbitos del periodismo. Esta distancia dificulta que el periodista pueda cuestionar el discurso del científico y encajarlo debidamente en un contexto más amplio. Buena parte del periodismo se queda, en el mejor de los casos, en divulgación porque no puede aspirar a otra cosa.

Explicar la biomedicina y la ciencia en general, sus métodos y procedimientos, no es tarea fácil, porque es un campo extremadamente técnico, infestado de términos incomprensibles para el profano. Pero escalar el pico de la comprensión es la condición necesaria para poder atisbar desde allí el valor real y las limitaciones de un trabajo científico. Sólo desde esta posición puede hacerse un verdadero periodismo, capaz de seleccionar las mejores fuentes, de contextualizar con ellas el trabajo científico y de explorar las contradicciones, incertidumbres e intereses de cualquier actividad humana. Pero esto requiere tiempo y una mayoría de edad profesional que no han alcanzado muchas redacciones ni periodistas que se ocupan de los temas de ciencia y medicina.

Está muy bien conocer las grandezas de la ciencia, pero también en necesario conocer sus riesgos y miserias

Y en estas llegó la era digital, la crisis de las empresas periodísticas, la desorientación y las dudas. Los nuevos medios han traído la facilidad de publicar, la inmediatez y la abundancia informativa, pero también la precariedad de recursos para ejercer una profesión sometida a los ritmos marcados por las revistas y las agendas de los científicos. Mientras en las redacciones falta tiempo y medios para hacer buen periodismo, algunos ya no necesitan de los intermediarios periodistas para dirigirse al público desde internet. El resultado es que al ciudadano le resulta difícil distinguir el artículo riguroso y desinteresado del simplemente correcto, o ni siquiera eso. Está muy bien conocer las grandezas de la ciencia, pero también en necesario conocer sus riesgos y miserias. Y esta es la principal misión del periodismo.