Sobre la obesidad, el tabaquismo y la mortalidad prematura

Si fumar era ya desde hace unas décadas una de las principales bestias negras de la salud y la longevidad en el mundo occidental, en los últimos años empieza a perfilarse otra igual de siniestra: la obesidad. El tabaquismo acorta la vida de una forma importante (en términos de población, se entiende), si es que consideramos importante una reducción de la esperanza de vida de unos 8 o 10 años. Las estadísticas cantan que hay una pandemia de sobrepeso y obesidad, especialmente entre las nuevas generaciones, que se va a cobrar muchos años de calidad de vida y de vida misma. Pero, ¡quién nos iba a decir que la obesidad puede llegar a ser tan perniciosa como el tabaco! Pues lo ha dicho esta semana el epidemiólogo Richard Peto, una de las voces más autorizadas sobre los efectos perjudiciales del tabaco, que fue discípulo y colaborador durante años de sir Richard Doll (1912-2005), el hombre que demostró que fumar mata y de qué manera. Peto ha venido a decir que la obesidad puede acortar la vida unos 8 o 10 años, como el tabaquismo. Y lo ha afirmado como suelen afirmar estas cosas los epidemiólogos, con el análisis de un montón de casos y de datos, tantos que esta vez la cifra redonda de adultos estudiados (900.000) está presente en el titular del estudio (doi:10.1016/S0140-6736(09)60318-4), publicado on line en The Lancet el pasado 18 de marzo. Según este análisis de 57 estudios prospectivos, por encima de un índice de masa corporal o BMI de 25 kg/m2 empiezan los problemas: el sobrepeso (BMI entre 25 y 30) aumenta un 30% la mortalidad, principalmente por causas cardiovasculares; la obesidad moderada (BMI entre 30 y 35) reduce entre 2 y 4 años la supervivencia media; y la obesidad grave (BMI entre 40 y 45) la reduce entre 8 y 10 años. Unos días antes, en el BMJ había aparecido otro trabajo (doi: 10.1136/bmj.b496) que, analizando el efecto del sobrepeso y el tabaquismo en 45.000 adolescente durante casi cuatro décadas, concluía que el riesgo para la salud de la adiposidad es similar al del tabaquismo: el riesgo del sobrepeso en la adolescencia es comparable al de fumar entre 1 y 10 cigarrillos diarios, mientras que el de la obesidad se asemeja al de fumar más de 10 cigarrillos.

A la vez que la gerontología nos muestra que una de las claves de la larga vida es comer poco, la epidemiología nos avisa que los gordos, como los fumadores, tienen un mayor riesgo de muerte prematura. Montaigne, en su ensayo sobre la edad, ya advertía contra la idea de la prematuridad de la muerte como algo no natural: “Morir de vejez es una muerte rara, singular y extraordinaria, y, por tanto, menos natural que las demás”. Pero la esperanza de vida ha cambiado mucho desde los tiempos de Montaigne, y cada vez más personas se aproximan al límite genético de la vida humana, que debe de rondar los 120 años. Lo paradójico y preocupante es que la actual epidemia de obesidad, junto con la de diabetes y otras pandemias, amenazan con que, a pesar los avances médicos, los hijos de hoy puedan ser menos longevos que sus padres.