Sobre la realidad como fotomontaje en la obra de Joan Fontcuberta

Parece un pez, la figura de un pez esmaltado en rojo con la mancha negra de los órganos internos en el centro del cuerpo. Bueno, quizá parece más un alevín de pez, un organismo acuático poco desarrollado. Pero no se le distingue la boca, así que igual es sólo una célula con su núcleo. Sí, pudiera ser una célula pisciforme vista al microscopio. O quizá sea la imagen microscópica de una laminilla cortada con el microtomo. Vaya usted a saber qué es: las imágenes microscópicas son tan fabulosas… ¿Y si sólo fuera una mancha, la mancha seca y cuarteada de un fluido rojizo, fotografiada por alguien que quiere jugar con las imágenes? Voilà: es sangre seca, la imagen titulada R. L. 2-10-98, del fotógrafo Joan Fontcuberta, expuesta y reproducida en tantos sitios, es una mancha de sangre tan estética y sugerente que hace volar la imaginación, y cada uno ve lo que sus coordenadas culturales y su memoria visual le hacen ver. Por si había dudas, el título de la serie lo confirma: Hemogramas (literalmente, representaciones gráficas de la composición de la sangre).

Hemograma R. L. 2-10-98, de Joan Fontcuberta.

Hemograma R. L. 2-10-98, de Joan Fontcuberta.

 

Toda la inclasificable obra de Fontcuberta, Premio Nacional de Fotografía en 1998 y Caballero de las Artes y las Letras de Francia en 1994, se las trae desde hace 30 años con las representaciones de la realidad y sus apariencias. ¿Qué es la verdad? Esta es la pregunta filosófica que este artista trata de responder explorando los usos de la fotografía en la vida privada, en el fotoperiodismo, en la naturaleza, en las ciencias. Todo es verosímil pero quizá nada es lo que parece, y lo mejor que podemos hacer ante una fotografía es dudar, parece decirnos el artista, curtido en medio centenar de proyectos fotográficos que invitan a reflexionar sobre la verdad y el simulacro, la realidad y la ficción, la manipulación de la información y su desenmascaramiento.

La obra de Fontcuberta es hija del franquismo, de las particulares condiciones de manipulación y censura que vivió hasta los 20 años y de la resistencia a esta manipulación, filtradas a través de su ojo artístico y de su visión irónica y metafotográfica de las imágenes que inundan el mundo para informarnos y desinformarnos. El artista ora fotografía una realidad inventada, como en el proyecto que narra la historia de un cosmonauta soviético perdido en el espacio, en el que lo único cierto era su cara camaleónica prestada para dar rostro al cosmonauta; ora fotografía sin trampa ni cartón una realidad real, no manipulada con la cámara, pero descontextualizada lo bastante como para no percatarse a primera vista de que sus Constelaciones no son sino fotografías nocturnas de mosquitos e insectos estampados en el parabrisas del coche. Así como Miró, cuando paseaba con la vista dirigida al suelo, donde otros sólo veían una piedra él encontraba un Miró, Fontcuberta nos descubre que la realidad puede ser el mejor fotomontaje. Una estética mancha de sangre, un hemograma, se transmuta en una obra de arte que despliega la imaginación a la vez que revela ese mundo de sombras en el que nada es lo que parece.