Sobre la explosión de información y el boca a boca digital

[divider_flat] En un quiosco bien surtido hay probablemente mucha más información de la que una persona medianamente instruida sería capaz de asimilar en toda su vida. Ciencia, arte, historia, literatura, viajes, política, cocina, música, cine, informática… No hace falta pesarla o traducirla a bits de información: son demasiados. La edición dominical de un periódico como The New York Times contiene, según Ignacio Ramonet, más información de la que una persona culta del siglo XIX consumía en toda su vida. Y no digamos ya su edición electrónica, que se amplía a lo ancho y a lo largo por todo su archivo digital hasta alcanzar un espesor de bits imposible de digerir. La información es tan excesiva que si nos dejáramos impresionar por su desmesura podríamos ser víctimas de algo análogo al síndrome de Stendhal causado por la exposición a una sobredosis de belleza en el arte. La cuestión es cómo defenderse de este exceso de información, de ese 99,99% (quién sabe cuántos nueves más habría que añadir) que no nos interesa.

Se mire por donde se mire, la información es excesiva. Sólo en el área de biomedicina se publican en un año más de 700.000 artículos (este el número de referencias recogidas en PubMed en 2006). Sólo en España se publican más de 66.000 libros y folletos al año, según datos del INE de 2006, de los cuales unos 4.000 (6%) son de medicina y sanidad. La superproducción informativa es la tónica en todas las áreas del conocimiento, desde las ciencias naturales a las sociales, y alcanza su cenit en la red, donde los bits de información se asemejan a un universo inabarcable en continua expansión. En cuanto a la actualidad informativa, los periódicos convencionales se ven desbordados por la realidad y tratan de adaptarse con distintas fórmulas, desde la apuesta por una selección de contenidos de calidad a la profundización en la red. Su salvación pasa probablemente por desempeñar una función de guía o de faro para entender la actualidad, pero irremediablemente su peso específico se irá diluyendo en una red en la que los faros se multiplican.

Qué leer, qué buscar y, sobre todo, qué ignorar: estas son algunas de las preguntas que todo el mundo debe responderse en la era de la información, ya sea para su consumo profesional o personal. Cada vez estamos más habituados a lidiar con el exceso de información y disponemos de mejores herramientas e indicadores para buscar y encontrar datos útiles. Pero este hecho no oculta que cada vez hay más información que no es leída por nadie. ¿Cuántos libros, artículos científicos y periodísticos probablemente sólo son leídos por el autor, el editor, el corrector y pocas personas más? ¿Cuántos textos nunca serán citados o no tendrán siquiera un enlace en internet? Nunca ha sido tan fácil como ahora que un buen libro se abra paso mediante el potente boca a boca de internet y que todo texto encuentre su lector, pero también ahora es más fácil que nunca quedar sonado, aturdido y extraviado por el creciente ruido de bits.