Sobre el aumento de la inteligencia y el pensamiento crítico

[divider_flat] La inteligencia humana parece aumentar año tras año, generación tras generación. Esto es al menos lo que dicen los test de inteligencia. Si nos atenemos a ellos, el cociente intelectual (IQ) ha crecido a lo largo del siglo pasado a razón de tres puntos por década en los países desarrollados. Quien descubrió este sorprendente fenómeno, a principios de la década de 1980, fue James R. Flynn, un profesor de ciencia política de Nueva Zelanda que ha alcanzado notoriedad por este hallazgo, conocido como “efecto Flynn”. Los datos y estudios sobre este fenómeno sugieren que la generación de nuestros abuelos tendría, con los test actuales, un IQ medio de 80, muy inferior a los 100 puntos que definen la inteligencia media y rozando lo que podría catalogarse como un ligero retraso intelectual. Para corregir el efecto Flynn y mantener el valor medio del IQ en 100 puntos, los test de inteligencias se ajustan cada cierto tiempo. Pero este necesario reajuste o reset para normalizar el IQ no hace sino dar alas a la controversia sobre la propia naturaleza de la inteligencia y la explicación del efecto Flynn: ¿Cómo es posible que cada generación sea más inteligente que la de sus padres? ¿Qué es realmente la inteligencia? ¿A qué obedece el efecto Flynn? ¿Se mantendrá en el siglo XXI?

El efecto Flynn ha sido constatado en más de una treintena de países y ha resultado ser más acusado en la parte baja de la distribución del IQ, es decir, han aumentado sobre todo los valores más bajos. La ampliación de los estudios obligatorios, la creciente familiaridad de la población con todo tipo de cuestionarios y otros factores parecen respaldar el aumento del IQ. Para explicar el efecto Flynn se han invocado también la mejoras en la alimentación o en los métodos educativos. Pero hay datos que no cuadran. Así, mientras era de esperar que en los test de inteligencia las puntuaciones aumentaran sobre todo en los apartados que miden la destreza aritmética, el vocabulario y otros conocimientos generales, resulta que los mayores incrementos se observan en los apartados que miden la comprensión de las semejanzas y otras capacidades visuales. Entre 1947 y 2002, los estadounidenses ganaron 24 puntos en las pruebas de semejanzas, 4 en las de vocabulario y sólo 2 en las de aritmética e información. ¿Cómo se explica esto? James R. Flynn ha publicado hace unos meses un libro (What is Intelligence?: Beyond the Flynn Effect) para ofrecer su propia interpretación. En su opinión, la clave está en la complejidad de la actual sociedad de la información, altamente tecnificada e impregnada de ciencia. La capacidad del cerebro no ha cambiado, lo que ha cambiado es su nivel de exigencia y su foco de atención, orientado ahora a problemas más abstractos que concretos y que demandan mayor pensamiento científico y crítico. Nos quejamos como nunca de que falta pensamiento científico y crítico, y resulta que nunca ha habido tanto como ahora. Ahora bien, si somos o no somos más inteligentes que nuestros padres, eso ya no está tan claro.