Sobre el estudio de la base biológica de la experiencia estética

Los pintores, salvo excepciones, no se expresan tan bien con palabras como con imágenes. Pero aunque las obras de arte pueden y deben hablar por sí mismas, al mismo tiempo no pueden librarse de la palabra. Esto es algo que parece irremediable, pues el hombre es un ser de lenguaje, y el discurso verbal, con sus insuficiencias y contradicciones, se inmiscuye en todo para tratar de explicarlo y entenderlo. Sin embargo, el hombre es un ser de imágenes antes que de palabras. Y en ese teatro de imágenes mentales que es el cerebro, en el que se representan las vicisitudes del propio cuerpo a la vez que se dirige la obra, las imágenes se explican por sí mismas.

Mientras el cerebro capta de inmediato la belleza o el significado de un rostro, se enreda y resulta mucho menos eficaz al tratar de entender estas imágenes con palabras. No es de extrañar, por tanto, que muchos artistas visuales se resistan a explicar su obra. Aunque sus escritos y cuadernos de notas tienen un gran valor testimonial y a veces incluso literario, su uso como material para una teoría estética exige no pocas cautelas. El estudio del proceso de creación de imágenes artísticas y de la experiencia estética en general adolece de muchas carencias, y una de las principales es su falta de adecuación a los actuales conocimientos neurológicos. Pero esto parece estar cambiando, pues empieza a abrirse paso con fuerza la llamada neurología de la estética o neuroestética.

Ver, como pintar, es un proceso cerebral y activo, un acto creativo que exige esfuerzo

El neurocientífico británico Semir Zeki, especializado en el cerebro visual, es uno de los impulsores de esta nueva disciplina, que parte de la idea de que cualquier teoría de las artes visuales que no tenga en cuenta los hallazgos de la neurobiología será incompleta y superficial. Zeki, que dirige el pionero Institute of Neuroesthetics y prepara el lanzamiento de The Journal of Neuroesthetics, considera que la función del arte y la del cerebro visual son una y la misma cosa: adquirir conocimiento del mundo captando lo constante, lo esencial. Según él, todos los artistas son en cierto modo neurólogos que investigan el mundo con sus propias herramientas pictóricas. Ver, como pintar, es un proceso cerebral y activo, un acto creativo que exige esfuerzo y cuya recompensa es la comprensión de un fragmento del mundo.

Entre otros hallazgos que explica Zeki en su libro Visión interior (A. Machado Libros, 2005), la visión es un proceso modular que se realiza en áreas especializadas del cerebro, y el color, la forma y el movimiento son creaciones cerebrales separadas (primero el color, luego la forma y después el movimiento). A su manera, los artistas visuales han explorado estas leyes cerebrales, según Zeki, ya sea al intentar liberar el color de la forma (fauvistas) o al buscar cuál es la esencia de la forma tal y como se representa en el cerebro. “El arte visual (…) obedece las leyes del cerebro visual, y así nos revela estas leyes”, escribó Zeki en 2001 en Science. Hacemos imágenes porque somos seres visuales, y lo que pretende la neuroestética es averiguar cómo las hacemos y cuál es la base biológica de la experiencia estética. Ahí es nada.