Sobre las valoraciones externas en la información biomédica

La imagen panorámica de la investigación biomédica que ofrecen los medios de comunicación debe de tener algún parecido con la vasta y enredada realidad, incluso un gran parecido en algunas zonas, de eso no hay duda, pues el oficio y el arte periodístico aspiran por su naturaleza a elaborar una representación fiel al modelo (los hechos) y de apariencia realista. Los medios de comunicación son para la mayoría de la gente la principal fuente de información sobre los avances científicos, pero ningún atento observador de la imagen periodística diría que estamos ante una fotografía, sino más bien ante una representación figurativa que por aquí presenta desfiguraciones, por allá, exageraciones de caricatura, y por muchas zonas, perfiles borrosos y mal dibujados. Es posible que los ojos más críticos y avisados puedan recomponer la realidad a partir de estos elementos, pero para el común de los ciudadanos no es fácil discriminar hasta qué punto la representación periodística se ajusta a los hechos. Y sería de lo más natural y saludable que se plantearan esta cuestión.

Para el común de los ciudadanos no es fácil discriminar hasta qué punto la representación periodística se ajusta a los hechos. Y sería de lo más natural y saludable que se plantearan esta cuestión

Identificar los sesgos de la información, las desmesuras de los pronósticos, el peso relativo de las pruebas, lo irrelevante, las opiniones irresponsables e interesadas, las contradicciones y otros desajustes con la realidad objetiva de los hechos no es nada fácil. En buena medida, esta es la tarea previa y principal del periodista, una responsabilidad que, huelga decirlo, ni es sencilla ni se cumple siempre. Para comprobarlo y tener una primera aproximación a la veracidad de la información, hay una vieja regla periodística que obliga a contrastar una determinada versión de la realidad.

Así, las opiniones necesariamente interesadas de los autores o promotores de una investigación deberían pasar por el filtro de una segunda opinión. Igual que las segundas opiniones en los diagnósticos médicos ayudan a reforzarlos o ponerlos en solfa, las valoraciones externas e independientes son una buena garantía informativa. Con este simple principio de las segundas fuentes de información no se resuelve el complejo asunto de la veracidad, azotado como está ahora por el tsunami de las fuerzas del mercado, pero podría ser un primer requisito, junto con la indagación y aclaración de los conflictos de intereses de las fuentes, como apunta Timothy Caulfield en un artículo de opinión publicado en PLoS Medicine de diciembre de 2004.

El control de la calidad de la información periodística sobre biomedicina es un asunto todavía incipiente pero que empieza a ser objeto de debate. Si no se deciden a hacerlo los propios agentes implicados, más pronto que tarde la opinión pública acabará presionando para que los informadores se ajusten a un código de buenas prácticas que considere las segundas fuentes, los conflictos de intereses y otras garantías de la veracidad de la información. En juego está no sólo la confianza del público en los medios de comunicación, sino también en el propio sistema de investigación y ciencia.