Sobre la hipocondría como reto terapéutico y asunto social

¿Quién toma en serio a los hipocondríacos? Probablemente sólo ellos mismos, pues la etiqueta de hipocondría arrastra una leve pero insidiosa carga de asunto menor, de insignificancia, de problema inexistente. Con la de enfermedades graves que hay, puede pensar cualquiera, y nos vienen con éstas, con sus quejas imaginarias: donde no hay nada, nada se puede hacer, y lo mejor es no darle mayor importancia y olvidarse del asunto. Tan olvidado y menospreciado está el trastorno (recogido como tal por la American Psychiatric Association en su DSM-IV), que carece de tratamiento reconocido y nadie parece saber muy bien cómo manejarlo. Sin embargo, los afectados son legión (entre un 5% y un 9% de la población) y consumen, según datos de EE UU, entre el 10% y el 20% de los recursos sanitarios. Las cosas, por tanto, pueden verse de otro modo, e incluso podemos llegar a plantearnos si no estaremos ante un asunto médico de la mayor importancia e injustamente ninguneado.

Menos mal que el JAMA del 24/31 de marzo de 2004 nos ha traído buenas noticias: un ensayo clínico ha comprobado que la terapia cognitiva resulta eficaz para tratar a los hipocondríacos. Como bien saben los médicos de familia, tratar a estos pacientes no es fácil, pues la negatividad de las pruebas y exploraciones que se les realizan no consiguen disipar sus miedos y preocupaciones, y la opción de remitirlos al psiquiatra tampoco suele ser bien recibida. Las alusiones a hipocondría o enfermedad imaginaria disgustan enormemente a los hipocondríacos porque parecen sugerir que están fingiendo o que exageran sus síntomas, aun cuando estos pacientes no tienen ningún delirio y hasta podrían aceptar la posibilidad de que quizá exageren algo. Para evitar esta situación, hay quien ha propuesto abandonar la etiqueta hipocondría y sustituirla por la de “ansiedad por la salud”. En cualquier caso, lo que puede cambiar de verdad el abordaje de este problema es la disponibilidad de una terapia eficaz. El estudio del JAMA muestra que la hipocondría no es tan difícil de tratar como se creía y que la terapia cognitiva puede ser una primera herramienta eficaz para tratarla. Los fármacos antidepresivos, según se empieza a constatar, también podrían ser un arma terapéutica eficaz. Con todo, no va a ser tan fácil acabar con la hipocondría cuando la sociedad entera es cada vez más hipocondríaca y buena parte de los recursos médicos se dedican a confirmar diagnósticos negativos y a disipar enfermedades y dolencias que tienen un cierto componente imaginario.

A la postre, la saturación de las consultas y los crecientes costes del sistema sanitario no serían un problema tan grave sin los hipocondríacos. Pero también hay que reconocer que algunos indicadores positivos tienen que ver con la actual preocupación, quién sabe si un punto patológica, por la salud: muchos de los enfermos bien informados, de los usuarios de la e-health y de los lectores de tanta información médica son los queridos hipocondríacos.