30 Abr 2004
Sobre la investigación de resultados en salud
La nueva etiqueta de “investigación de resultados en salud” o IRS, adaptada del inglés “health outcomes research”, empieza a gozar de cierto predicamento entre los médicos, pero hay que reconocer que no es demasiado afortunada. De entrada, es semánticamente confusa, ambigua, polisémica, imprecisa. ¿De qué resultados hablamos en una medicina colmatada de investigaciones y cuando ni siquiera se sabe a ciencia cierta qué es la salud? La medicina basada en la evidencia o MBE tampoco es precisamente una feliz denominación, pero la hemos asimilado ya como distintivo de la mejor medicina y credencial de uso común. Con la IRS, de momento sólo los iniciados saben que es el área de conocimientos que mide la efectividad de las intervenciones sanitarias (llámense tratamientos farmacológicos o cribado del cáncer de mama), que como también saben los iniciados no tiene nada que ver con la eficacia y con la eficiencia. Tres décadas después de que el epidemiólogo británico Archie Cochrane publicara su archiconocido ensayo Efectividad y eficiencia: Reflexiones al azar sobre los servicios sanitarios, los diccionarios no se han enterado de las disquisiciones técnicas de Cochrane y sus seguidores y no hacen prácticamente distingos entre eficacia (beneficio de una intervención sanitaria en condiciones ideales), efectividad (beneficio en condiciones reales de utilización) y eficiencia (considera además los aspectos económicos).
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26 Abr 2004
Sobre las vías de estudio del genio y la creatividad
El cerebro de Einstein conservado en formol en un frasco de cristal. La imagen de la creatividad no puede ser más perturbadora. Hay algo en ella que choca con sus frases célebres, sus pensamientos más humanos, su despeinada melena blanca; la visión de su cerebro varado en el fondo del tarro resulta una fantasmagoría al lado de esa foto con la lengua fuera. El icono del genio frente al cerebro inerte de un hombre llamado Einstein. ¿Cuál ha sido el resultado de esta confrontación medio siglo después de su muerte? ¿Está la materia inerte a la altura del genio? ¿Se ha encontrado algún signo distintivo de la creatividad en esa masa orgánica de kilo y medio y blanda como un aguacate maduro? Ni el patólogo Thomas Harvey, que se apropió en 1955 del cerebro de Einstein y que todavía conserva una parte, ni otros investigadores han observado grandes diferencias. Lo más sobresaliente se publicó en The Lancet el 19 de junio en 1999 (“The exceptional brain of Albert Einstein”), pero a pesar de las sutiles diferencias (peso global ligeramente inferior, lóbulo parietal un 15% mayor, ausencia de la cisura de Silvio, etc.) nada concluyente puede decirse sobre la naturaleza del genio y las bases biológicas de la creatividad. Y tampoco cabe esperar que los restos del cerebro de Einstein vayan a servir de mucho cuando se dispone de técnicas de imagen para analizar los procesos del pensamiento en vivo y existen aproximaciones psicológicas de gran interés. (más…)
16 Abr 2004
Sobre la hipocondría como reto terapéutico y asunto social
¿Quién toma en serio a los hipocondríacos? Probablemente sólo ellos mismos, pues la etiqueta de hipocondría arrastra una leve pero insidiosa carga de asunto menor, de insignificancia, de problema inexistente. Con la de enfermedades graves que hay, puede pensar cualquiera, y nos vienen con éstas, con sus quejas imaginarias: donde no hay nada, nada se puede hacer, y lo mejor es no darle mayor importancia y olvidarse del asunto. Tan olvidado y menospreciado está el trastorno (recogido como tal por la American Psychiatric Association en su DSM-IV), que carece de tratamiento reconocido y nadie parece saber muy bien cómo manejarlo. Sin embargo, los afectados son legión (entre un 5% y un 9% de la población) y consumen, según datos de EE UU, entre el 10% y el 20% de los recursos sanitarios. Las cosas, por tanto, pueden verse de otro modo, e incluso podemos llegar a plantearnos si no estaremos ante un asunto médico de la mayor importancia e injustamente ninguneado. (más…)
7 Abr 2004
Sobre el sueño como asunto científico y de salud pública
Una buena prueba de la poca relevancia de la medicina del sueño es que hasta ahora no se había celebrado en EE UU el primer congreso nacional sobre la materia. La First Nacional Sleep Conference, organizada en la sede de los Institutos Nacionales de la Salud de Bethesda los días 29 y 30 de marzo, ha querido reivindicar el papel central del sueño en la salud, tanto individual como pública. Y quien crea que esto no va con él, que preste atención a lo que dijo Carl Hunt, director del Nacional Center of Sleep Disorders Research (NCSDR): “Los problemas del sueño nos afectan a todos. Incluso si usted duerme lo suficiente como para sentirse con energía cada día, es probable que conviva con alguien que tiene un problema del sueño. Podría ser su madre, cuya apnea de sueño aumenta su riesgo cardiovascular; el conductor que le transporta, que podría tener un mayor riesgo de accidente por haber dormido mal; o su hijo, que tiene problemas en el colegio porque no duerme lo bastante”. De todas formas, tampoco hace falta señalar con el dedo para rendirse a la creciente evidencia (científica y de sentido común, que en este caso van de la mano) de que los problemas del sueño afectan a la conducta, el humor, el aprendizaje y la salud.
Sin embargo, parece haber un abismo entre el papel central del sueño en la salud y la atención sanitaria que merecen sus alteraciones. El espectacular éxito del libro de consejos “Duérmete niño”, de Eduard Estivill y Silvia de Béjar, es una buena constatación de la enorme envergadura de los problemas del sueño infantil, que repercuten en los padres. Una encuesta de la que se hacía eco el New York Times del 30 de marzo indica que los padres de niños pequeños pierden unas 200 horas de sueño anuales. Además, la encuesta refleja que los niños, desde los recién nacidos a los adolescentes, sufren graves carencias de sueño (unos 90 minutos diarios, de promedio), mientras menos de la mitad de los pediatras preguntan a los padres por los hábitos de sueño de sus hijos. Y es que los conocimientos derivados del impulso que han cobrado los estudios del sueño, no parecen haber calado todavía. Para evaluar los propios conocimientos, el NCSDR plantea un sencillo test (Interactive Test Quiz) de 10 preguntas básicas sobre la materia. En una de ellas se plantea si necesitamos dormir menos con los años. ¿Verdadero o falso? La respuesta es “falso”, aclara el NCSDR, porque “al envejecer no es que necesitemos dormir menos, sino que a menudo dormimos menos”. Esto se debe a que la capacidad de dormir largo y tendido y de entrar en los estadios profundos del sueño disminuye con la edad; además, la gente mayor tiene un sueño más frágil y puede sufrir enfermedades que alteran el sueño. A su vez, empieza a verse que la falta de sueño y sus alteraciones aumentan el riesgo de obesidad, diabetes y otras enfermedades. Pero poco se puede decir por ahora de forma categórica, excepto que la biomedicina y la epidemiología del sueño están en sus despertares. Buenos días.
2 Abr 2004
Sobre los ensayos con acupuntura, sus sesgos y conclusiones
[divider_flat] El actual fervor occidental por la acupuntura arranca en buena medida de una visita del presidente Nixon a la China de Mao hace ahora 34 años. Cuenta el iconoclasta Petr Skrabanek que el presidente y su séquito de políticos y periodistas asistieron a una sesión de “anestesia por acupuntura”, sin saber que esta peculiar forma de anestesia fue inventada siguiendo órdenes de Mao para ahorrar en fármacos y anestesistas; y sin conocer tampoco que para la demostración los pacientes fueron cuidadosamente seleccionados y además tomaron analgésicos. (más…)