Sobre el abordaje técnico y científico del cerebro

La pasión por la tecnología en los laboratorios de investigación no es muy distinta a la que suscita en la calle la electrónica de consumo. La moderna cacharrería al servicio de la ciencia no sólo no tiene nada que envidiar a los espectaculares juegos de las videoconsolas, sino también la ilusión de realidad es mayor entre los científicos, empecinados como están en el abordaje del hombre y del cosmos con sus cada vez más espectaculares y fantásticos artilugios. En el ámbito del cerebro, considerado por casi todos los científicos como la última y más apasionante frontera del conocimiento, las modernas técnicas de imaginería funcional cerebral son una fuente inagotable de nuevas investigaciones. La posibilidad que brindan de “observar” la caja negra del cerebro humano mientras piensa, habla, siente o realiza  cualquier sencilla o compleja actividad está permitiendo investigaciones hace poco impensables. Con sus nuevos juguetes, como la fMRI (resonancia magnética funcional), la SPECT (tomografía computada por emisión de fotón único), la TPE (tomografía por emisión de positrones), la MEG (magnetoencefalografía), MRS (espectroscopía por resonancia magnética) y otras técnicas de neuroimaginería funcional, los investigadores acarician la posibilidad de desentrañar las bases biológicas de la razón y la emoción, y hasta de la conducta y la voluntad.

Lo que muestran todas estas imágenes funcionales es ciertamente deslumbrante, porque nos permiten adentrarnos en el cerebro en acción de un hombre concreto. Con las técnicas de neuroimagen se están realizando trabajos de lo más variado, por ejemplo uno que sugiere que la timidez es un rasgo del temperamento estable en el tiempo (Science, 20 de junio de 2002: Inhibited and Uninhibited Infants «Grown Up»: Adult Amygdalar Response to Novelty) y otro que alumbra un área de estudio tan singular como la llamada neuroeconomía o estudio de las bases neurológicas de las decisiones económicas (Science, 20 de junio de 2002: The Neural Basis of Economic Decision-Making in the Ultimatum Game). Entre las imágenes funcionales y las conclusiones de estos y similares trabajos media un abismo de incertidumbre, y produce escalofríos sólo de imaginar la enorme cantidad de factores que pueden influir en los resultados o lo que puede estar pasando por la cabeza de las personas mientras son estudiadas. El trágico cascarrabias de Arthur Schopenhauer ya advirtió en 1836, en su obra Sobre la voluntad en la naturaleza, contra la amenaza del ese “grosero y torpe materialismo, en que no es lo más escandaloso la bestialidad moral de los últimos resultados, sino la increíble ignorancia de los primeros principios, ya que se niega la fuerza vital y se rebaja la naturaleza orgánica a ser un juego casual de fuerzas químicas”. Para los neuroescépticos no todo se reduce a un juego de fuerzas químicas o físicas, pero bien podría ser que los modernos juguetes para estudiar el cerebro nos ayudaran a esclarecer esta entelequia.