Sobre el enredo de los implantes fetales en el NEJM y la mirada escéptica[hr]

James Parkinson. La enfermedad que lleva su nombre ardió ayer en las llamas de la polémica. El estudio controlado que sacó a la luz el New England Journal of Medicine (NEJM) sobre el implante de células fetales en el cerebro de enfermos de Parkinson tuvo un eco mediático que sembró la confusión y encendió la polémica. A la controversia previa de utilizar material fetal y de ser un estudio controlado (la mitad de los pacientes fueron sometidos a una cirugía placebo con agujeros en el cráneo) le sobrevino la de la difusión de los resultados. ¿La técnica fue beneficiosa o perjudicial? ¿Se utilizaron células madre o neuronas fetales? Pues depende de lo que leyéramos ayer.

El comunicado de la Universidad de Colorado (EE UU), donde trabajan algunos de los autores, decía que «beneficia» a «algunos» y a «la mayoría», pero su eco empezó a ser desigual. Dos de las principales agencias de noticias del mundo parecía que hablaban de estudios diferentes. Mientras Reuters decía que el trasplante de células embrionarias productoras de dopamina «ayuda» a los pacientes, que «experimentan mejorías significativas», AP informaba en la tarde del miércoles que el implante de «células madre embrionarias» «falla» en el Parkinson y «no cura la enfermedad». A las 24 horas AP corregía su información (AP Corrects Cell Implant Story) para aclarar que no eran células madre sino neuronas fetales. Pero para entonces la CNN ya había difundido por todo el mundo la primera versión (Las células [madre] fetales no curan el Parkinson) de AP y The New York Times había dado la suya propia, en la que se explica este estudio no sólo evidencia el fracaso de la técnica sino que produce «efectos colaterales desastrosos» porque las neuronas prenden y no dejan de producir dopamina. Entre otras cosas se dice que el estudio significa «un duro golpe» a esta prometedora vía y que es hora de que estas investigaciones dejen de hacerse en humanos y se vuelva a la experimentación animal. No deja de ser curioso que uno de los autores del estudio declare que los efectos secundarios sufridos por algunos pacientes fueron «completamente devastadores», algo «trágico, catastrófico», «una auténtica pesadilla», para concluir: «No more fetal transplants». ¿Y qué decía el NEJM? En las conclusiones se afirma que el implante «sobrevive» y produce «algún beneficio clínico en los más jóvenes pero no en los más viejos». Así de claro, así de oscuro.

Petr Skrabanek fue quizá quien mejor diseccionó las intenciones ocultas y los peligros del oscurantismo en medicina (el sofisma de la ofuscación). «El lenguaje puede servir lo mismo para aclarar que para oscurecer las cosas, para esconder la ignorancia o para exponer los hechos»; escribió Skrabanek en su libro Sofismas y desatinos en medicina (Ediciones Doyma, 1992). «En la literatura médica hay que esforzarse para ser claros». Para quien no conozca a Skrabanek, así lo retrata su amigo y traductor Juan Francisco García Gutiérrez, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública, en el prólogo de La muerte de la medicina con rostro humano (Díaz de Santos, 1999): «Arquitecto de la escepticemia, experto picante de la sustancia P, bullicioso pianista altisonante de buggy-buggy, erudito joyciano, incansable y ameno conversador, Petr fue además un brillante e influyente pensador de la medicina». Cultivar su mirada escéptica es hoy más que nunca una buena medicina contra la oscuridad de la literatura médica y su difusión.

Juan de Mairena. Pero cuidado con la medicina del escepticismo y sus excesos. Decía Mairena a sus alumnos: «El escepticismo pudiera estar o no estar de moda. Yo no os aconsejo que figuréis en el coro de sus adeptos ni en el de sus detractores. Yo os aconsejo, más bien, una posición escéptica frente al escepticismo.»