O como se mezclan ciencia, negocios y salud en una taza de café

[divider_flat] Ciento cincuenta y nueve mil químicos juntos son muchos químicos, pero si fueran algunos menos quizá la American Chemical Society (ACS) no podría presumir de ser la sociedad científica más grande del mundo. Ayer mismo se clausuraba la última reunión anual de esta sociedad, celebrada durante toda la semana en Anaheim, California, y a la que por suerte para los organizadores no han acudido todos los socios. Con todo, el evento ha reunido a unos 11.000 y ha despachado en cinco días más de 6.100 papers en áreas como nuevos materiales, alimentación, medio ambiente o medicina. Pero aquí no vamos a hablar de los nuevos polímeros «inteligentes» resistentes al fuego o de la madera sintética, y ni siquiera de los nuevos materiales para lentes de contacto o de los novísimos polímeros para fabricar vasos sanguíneos, sino de los efectos saludables del café, que han merecido nada menos que 50 comunicaciones en esta reunión de la ACS.

En Anaheim se ha mostrado una cara quizá demasiado saludable y dulce del café. Entre otros, se han presentado estudios sobre los «múltiples agentes anticancerígenos» que puede haber en el fruto del cafeto y sobre los efectos tonificantes y estimulantes de las bebidas con cafeína y cómo éstas ayudan a realizar mejor aquellas tareas que requieren una atención mantenida, incluso en situaciones adversas (después de comer, por la noche o cuando se tiene un resfriado). Un trabajo presentado por investigadores del Institut National de la Santé et de la Recherche Médicale (INSERM) francés apunta incluso que el café no es adictivo si se toman hasta tres tazas diarias, ya que a esa dosis no afecta el área cerebral relacionada con la adicción, la dependencia y la recompensa (el nucleus accumbens), diferenciándose así de las anfetaminas, la cocaína, la morfina o la nicotina. Habría que tomar más de siete tazas y de forma muy seguida, dicen los investigadores franceses, para empezar a activar esta región del cerebro, lo que provocaría efectos adversos como nerviosismo, ansiedad y depresión.

Aunque hay trabajos que relacionan el consumo de café con un aumento de la tensión arterial o del colesterol, entre otros efectos negativos, la verdad es que, vistas las cosas desde la ventana de Internet, lo que más llama la atención es la cantidad de referencias que hay sobre sus efectos saludables. Pero si se sigue el rastro de muchas de estas referencias acaba uno desayunándose en las redes del «lobby» cafetero y entendiendo las cosas. En el número de marzo de la revista Nature Medicine, por ejemplo, se da cuenta de la creación de un Instituto Universitario para Estudios del Café en el Vanderbilt University Medical Center, instituto que está patrocinado por la Brazilian Coffee Association y otras entidades similares. Desde el nuevo centro se proclama: «El hombre ha decidido, por las razones que sean, beber café. Aparentemente, esto no es peligroso. Debe tener algún beneficio. Y nos corresponde a nosotros comprender este beneficio». Para el año que viene, en la Conferencia Mundial sobre Café, Drogas y Salud que se celebrará en Río de Janeiro, se anuncian noticias frescas sobre las virtudes y excelencias del café.

Entre tanto, puede uno hacerse una idea del poder y la influencia del «lobby» cafetero en el sitio web de la National Coffee Association, una de las tres primeras asociaciones comerciales creada en Estados Unidos. En las páginas web de Coffee Science Source se da cuenta con detalle y verosimilitud científica de las propiedades beneficiosas del café. Y a poco que se siga la estela del café por Internet enseguida se percata uno de cómo los negocios, la ciencia y la salud son perfectamente miscibles. Pero, sin poner en duda ninguna de las propiedades saludables del café, lo cierto es que se echa en falta una visión más ponderada, más ajustada a la evidencia científica. Y es que hasta el bueno de Juan Valdez nos quiere vender su burro desde Internet.