Dibujos en cuarentena

Sobre los posibles retratos de la salud en internet y las cautelas debidas

Dibujar el rostro de la salud en internet es complicado. Son muchos los puntos que reclaman nuestra atención, pero también los posibles observatorios, las zonas de luz y las sombras, los destellos que deslumbran e hipnotizan la mirada. Dibujar a la egipcia, integrando a la vez varias perspectivas para representar la verdad eterna de la salud «on line» no es posible ni concebible en un objeto mutante como internet. Se impone, entonces, una aproximación más a la griega para plasmar esta especie de ser vivo en un momento concreto y desde un punto de vista determinado, valiéndonos para ello de una selección de detalles más el albur que nos traigan los enlaces. Vayamos, pues, con algunos datos de actualidad y las novedades y sorpresas que puedan venir con ellos. Y ya veremos qué bosquejo resulta, porque sólo podemos garantizar lo que aquel mal pintor del cuentecillo popular que al ser interrogado sobre lo que pintaba respondía: «Si sale con barbas, San Antón, y si no, la Purísima Concepción».

Empecemos el dibujo con un reciente sondeo y sus datos. Primero: más de la mitad de los médicos adoptan una postura disuasoria sobre el uso de internet en su consulta porque representa una pérdida de tiempo. Segundo dato: el 79% de los médicos afirma que en su consulta o despacho hay acceso a internet, mientras que seis meses atrás sólo tenía acceso a internet el 69% de los médicos. Tercer dato: el correo electrónico sigue siendo la  herramienta de internet más utilizada por los médicos y la primera razón para conectarse, aunque sólo un 10% se comunica con sus pacientes por este medio. Otro más: la principal razón para no utilizar el correo electrónico es, para más de la mitad de los médicos, la falta de seguridad y confidencialidad. Y un último dato: el número de sitios de médicos concebidos como apoyo a su práctica clínica sigue creciendo, y así, por ejemplo, entre los pediatras que participaron en este sondeo ha pasado del 24% en agosto de 1999 al 38% en mayo de 2000 y al 46% en octubre de 2000. Y ahora la fuente: el sondeo ha sido realizado por Medem con más de 700 médicos en octubre de 2000 sondeo y divulgado en su sitio web en noviembre. ¿Qué quién es Medem y cuáles son sus credenciales? Se trata ni más ni menos que de la «joint venture» de siete grandes sociedades médicas de EE UU, a saber: la American Medical Association, la American Academy of Ophthalmology la American Academy of Pediatrics, el American College of Allergy, Asthma & Immunology el American College of Obstetricians and Gynecologists, la American Psychiatric Association y la American Society of Plastic Surgeons, más un puñado de sociedades participantes. Pero, con no estar mal, Medem no está a la altura de sus avales y para muchos es un perfecto desconocido.

¿Y quiénes son entonces los famosos en internet? Depende de quién haga las listas. La de 100hot, con todas las cautelas que merecen las listas de «best sellers», puede que no se aleje demasiado de la realidad más visible, pues en los 10 primeros lugares figuran: Medscape, el British Medical Journal, DrKoop, WebMD, InteliHealth, la AMA, Virtual Hospital, Obgyn (sitio de MediSpeciality sobre la salud de la mujer), MensHealth y ThirdAge. Pero vamos a anotar un par de detalles que pueden desfigurar el dibujo: esta lista de los top 100 de salud está incluida en el apartado de «Sports & Rec» y ningún sitio de salud figura entre los 100 primeros de la clasificación general. Hay otras realidades y otros dibujos posibles, bien lo sabemos. Pero este que bosquejamos ahora apunta que quizá el peso de la salud en internet no sea tanto como podemos ver desde nuestro observatorio y algunos quieren darnos a entender. En cualquier caso lo mejor que se puede hacer con cualquier retrato de la salud es ponerlo en cuarentena.

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Sobre el reto de integrar las medicinas alternativas e internet en la práctica médica

La medicina convencional ya no puede seguir ignorando por más tiempo a las medicinas complementarias y alternativas. Con esta rotunda aseveración se despacha el British Medical Journal (BMJ) en su editorial del 20 de enero dedicada, como buena parte del contenido del número, a la llamada «integrated medicine». Esta medicina integrada, o si se quiere integral, sería la resultante de incorporar algunos elementos de las medicinas alternativas en la práctica médica convencional para dar al paciente una atención y un tratamiento más completo, considerando no sólo su organismo enfermo sino también su dimensión mental y espiritual. Para respaldar esta necesidad de que la medicina ortodoxa se empape de estos valores holísticos e integre algunas prácticas de las medicinas no convencionales, el BMJ aporta un par de datos contundentes: el gasto en medicinas alternativas en EE UU es de cerca de 40.000 millones de dólares (unos 7 billones de pesetas) mientras que en el Reino Unido al menos un 40% de las consultas de medicina general ofrecen algún tipo de servicios y cuidados propios de las medicinas complementarias. Este auge de las medicinas alternativas, que también se registra en España y otros países, ha sido atribuido en parte a la deshumanización de la medicina en las últimas décadas y su excesivo entusiasmo por los tratamientos basados en la tecnología, aun cuando su eficacia fuera muy limitada, unido al menosprecio y descrédito de algunos remedios sencillos que a veces son eficaces. (más…)

Del móvil al tabaco

Sobre las magnéticas, hipotéticas y teoréticas relaciones entre el móvil y la salud

Cada vez más personas andan con el móvil pegado a la oreja y una mosca detrás. La razón de su mosqueo es la supuesta nocividad de las radiaciones electromagnéticas que emanan de los teléfonos móviles y, especialmente, la probable asociación entre las microondas que salen por la antena y el cáncer de cerebro. Como se trata de un territorio nuevo y poco explorado, pero a la vez sujeto a un gran desarrollo tecnológico y sembrado de billones, podemos presuponer que habrá las más diversas hipótesis y versiones, y que la verdad verdadera está escondida. Ya ocurrió en su día con inventos más prosaicos, como la manta eléctrica o el horno microondas. Pero el recelo de los usuarios de móviles proviene no sólo del confuso magma de informaciones, ampliado ahora con internet, sino de una cierta crisis de confianza en las autoridades por su actitud en casos no lejanos como el de la contaminación de sangre por sida en Francia o el de las vacas locas en Gran Bretaña. Aquí, ante el submarino Tireless, dialogan así dos personas en la viñeta de Máximo de hoy viernes en El País: “Hombre, quiero suponer que las autoridades militares y civiles saben lo que se hacen”. “¿Esta usted seguro?”, duda el otro. Pues así, entre un quiero suponer y un no estoy seguro, nos acercamos al sitio web de una de las autoridades con más autoridad, la FDA, por ver qué nos ilustra.

Estamos de enhorabuena. Primero porque gracias a internet podemos conocer los informes públicos de la FDA; segundo, porque aunque el móvil no es un alimento ni un medicamento, la FDA también se ocupa de su posible nocividad (aclaración: “It´s not a food or medical product, so why FDA?”); y tercero, porque la revista FDA Consumer magazine se ocupa en su número de  noviembre-diciembre de 2000 del tema. ¿Y qué dice? Por si alguien no se lo imagina (improbable), en el título está la respuesta: “Cell phones and cancer: no clear connection”. Aunque suponíamos que las cosas no estaban claras, en el artículo de Tamar Nordenberg nos enteramos de que las investigaciones realizadas hasta la fecha son contradictorias y que a principios de 2001 verán la luz los primeros resultados de un estudio de los Institutos Nacionales de la Salud de EE UU. También que hay lugar para la picaresca y que en internet se venden móviles “con protección para las radiaciones”. Y que para el investigador y profesor de oncología radiactiva John E. Moulder, los efectos biológicos de los móviles se sitúan “entre lo imposible y lo implausible”. Por lo menos en EE UU el asunto ya lo tienen acotado.

Decía Jacques Delors en un reciente artículo que la esencia o la identidad europea era la duda y el cuestionamiento de toda certeza (“Europa, el continente de la duda”, se titulaba). Quizá por esto, y porque la duda está emparentada con la complejidad, aquí las cosas parecen menos claras; los factores en juego se antojan muy numerosos, y las asociaciones, siempre sinuosas y con un punto de sorpresa. La guinda del ejemplo la viene a poner esta semana el British Medical Journal, donde se plantea en una carta la siguiente hipótesis: el descenso del tabaquismo en los adolescentes pudiera estar relacionado con el aumento en la posesión y uso de teléfonos móviles. ¿Y por qué no? Un primer análisis estadístico pone de manifiesto la existencia de esta asociación entre los jóvenes británicos a partir de 1996. La hipótesis es del director de la asociación contra el tabaco ASH (Action on Smoking and Health), quien argumenta que el teléfono móvil satisface —igual que el cigarrillo— el individualismo y las aspiraciones adolescentes de integrarse en la vida de los adultos. Pero, claro, también podría plantearse una asociación similar con las motos o con los ordenadores e internet. ¿O no? Realmente las cosas no están claras, luego somos europeos. ¿Está usted seguro?

Nombres, nombres

Sobre la pertinencia e impertinencia del nombre del paciente y otros prejuicios

¿Hasta qué punto el nombre de pila puede ser revelador de la edad y la clase social de una persona? ¿Se producen en la práctica clínica discriminaciones por razón del nombre de un paciente? ¿Este único dato puede llegar a condicionar el diagnóstico? Todas estas cuestiones se antojan de entrada un tanto peregrinas y ajenas a los intereses de la investigación médica, pero tampoco extrañaría tanto que alguien se hubiera dedicado a estudiarlas y que incluso hubieran dado lugar a publicaciones en revistas de prestigio. Cosas más inverosímiles han ocurrido. Veamos.

Un artículo publicado hace unos meses en el British Medical Journal (BMJ) empezaba precisamente así: «La mayoría de los médicos cree que puede determinar la edad y clase social de un paciente simplemente oyendo su nombre, pero esto no ha sido probado». Tras reconocer que «los estereotipos abundan», los autores de este trabajo se preguntaban en la introducción: ¿Es cierto que las Camillas tienen más probabilidades de tener un seguro médico privado que las Paulines? ¿Las Tracey, Sandra y Sharon son realmente mujeres de vida alegre? El breve artículo del BMJ, titulado «¿Hay demasiadas Sharons en la clínica genitourinaria?» (también disponible en pdf.), se planteaba estudiar la validez de este estereotipo. Para ello se comparó la frecuencia de los nombres de mujer más habituales en una consulta genitourinaria con su frecuencia en el registro civil para el tramo de población estudiada (16 a 24 años). Y resultó que los nombres más comunes en la consulta eran también los más comunes en la población (Sarah encabezaba la lista en ambos casos), y que precisamente los «sospechosos» Sharon, Tracey y Sandra estaban la mitad de representados en la consulta de lo que cabría esperar con el censo de población en la mano. Para poner en su sitio el estereotipo que asocia nombres, conducta y clase social harían falta investigaciones más consistentes, pero este estudio «hilarante» (como alguien lo ha denominado) y/o desmitificador ya le arrea de entrada una bofetada. Pero hay más.

Ayer se presentó en Edimburgo, en el transcurso de la reunión anual del Royal College of Psychiatrists del Reino Unido, otro trabajo que muestra que los médicos podrían discriminar a los pacientes según sus nombres de pila. El estudio, realizado por el psiquiatra de Hampshire Luke Birmingham con 464 colegas, revela que al menos los psiquiatras británicos se dejan influir en el diagnóstico no sólo por el sexo del paciente sino también por lo atractivo que resulte el nombre. El meollo del estudio consistía en someter al juicio clínico de los psiquiatras cuatro historias (dos de hombres y dos de mujeres) con sintomatología psiquiátrica cuya única diferencia era el nombre de pila del sujeto. En este caso, los «atractivos» Matthew tenían más probabilidades de ser diagnosticados de esquizofrenia mientras que los «poco atractivos» Waynes eran diagnosticados con un trastorno de personalidad o por consumo de sustancias. En las mujeres no hubo diferencias con los nombres de Fiona o Tracey (por lo visto un nombre poco agraciado, pues era uno de los sospechosos en el estudio del BMJ).

¿Cuál sería el equivalente en España de Tracey? ¿Provocan distintas reacciones en los médicos las Cayetanas y las Vanesas? Los prejuicios sobre el nombre son, mientras no se demuestre lo contrario, eso: prejuicios, es decir, juicios precipitados, inoportunos y ofensivos (el caso de los Iker y Aitores es bien reciente). Pues el nombre es un enigma tan enigmático como la cita de Saramago en su novela «Todos los nombres»: «Conoces el nombre que te dieron, no conoces el nombre que tienes» (Libro de las evidencias).

Diarios y revistas en internet

Sobre las listas de enlaces y el acceso a las publicaciones médicas «on line»

A primera vista, este artículo puede parecer un tanto sobrecargado de enlaces o «links», pero su propósito no es otro que el ofrecer algunas pistas para enlazar con las revistas médicas. Aunque no existe la lista perfecta con todas las revistas médicas disponibles, ordenadas por diferentes criterios y debidamente valoradas, sí hay unos cuantos buenos listados de publicaciones con sus pertinentes «links». Veamos algunos.

Empecemos por las listas de MedLine. Desde Abdominal Imaging hasta Zeitschrift fur Rheumatologie hay, al día de hoy, 530 revistas médicas cuyos editores disponen de una versión en internet de la publicación y además han facilitado su dirección a la National Lybrary of Medicine (NLM) que administra MedLine. La lista alfabética de publicaciones se genera de forma automática con la información de los editores. La NLM facilita también una lista de los editores de estas revistas, 164 en total. Otra buena puerta de entrada es la que se ofrece en HealthFinder, del Gobierno de EE UU, donde se listan más de 100 publicaciones médicas, con una explicación detallada para cada una de ellas y ordenadas alfabéticamente, desde las revistas de la ASPEN (American Society for Parenteral and Enteral Nutrition) hasta Urology News Online. Por su parte, MedicalMatrix, una de las mejores y más antiguas guías de recursos médicos en internet, ofrece entrada a más de 200 revistas, clasificadas por áreas. Hay otros cuantos buscadores y/o guías de recursos médicos, algunos bastante buenos, como BioMedNet o Medscape, pero el destilado de enlaces es muy similar. Por su volumen de publicaciones, hay que tener en cuenta también a los grandes editores como el holandés Elsevier, que tiene un área de Medicina de dimensiones considerables(más de 300 títulos). Finalmente, en la Webteca de Doyma hay registradas y comentadas un total de 223 revistas y publicaciones médicas.

Especialmente interesante es el sitio web de High Wire Press (HWP), un servicio creado hace unos años por las Bibliotecas de Universidad de Stanford (EE UU) para desarrollar y mantener las versiones en internet de las principales publicaciones científicas. La mayoría de ellas son de acceso libre y gratuito y, además, están a texto completo. Por lo que respecta al campo de la medicina, está estructurado en cuatro áreas: Cardiovascular Medicine, Clinical Medicine, Psychiatry and Psychology y Medical research. Algunas revistas, como el British Medical Journal (BMJ), desarrollado también por HWP, están en las cuatro categorías. HWP se anuncia como uno de los dos grandes centros proveedores de artículos científicos de acceso libre y gratuito (el primero es la NASA y su sitio web The NASA Astrophysics Data System). HWP, cuya puesta en internet de las publicaciones es impresionante, tiene disponibles 141.609 artículos gratuitos de un total de 638.945 de su archivo (la NASA tiene más de 300.000 artículos gratuitos). Y ofrece también la lista de las publicaciones con acceso gratuito a texto completo.

Las listas de publicaciones del Institute for Scientific Information (ISI), en las que se ordenan las revistas de cada especialidad por su factor de impacto y otros parámetros de calidad, lamentablemente sólo están disponibles para los suscriptores de este caro pero imprescindible servicio (la lista abierta de las 8591 revistas inexadas por el ISI no es de mucha utilidad puesto que carece de enlaces).  En su defecto, en el sitio web de HWP está disponible la lista de las 500 publicaciones con mayor factor de impacto, indicando para cada una de ellas quién es su editor y las que están disponibles a texto completo. No es ésta la lista perfecta, pero sin duda es una de las mejores y más útiles.