Sobre la neurociencia como agitadora del debate intelectual[divider_flat]


[divider_flat]La neurociencia se mueve desde hace años en la frontera de la heterodoxia, no sólo en relación con la tradición cultural sino incluso con la propia investigación. Antonio Damasio, uno de los principales neurocientíficos y agitadores del debate intelectual sobre el cerebro, se ha preciado de darle la vuelta al calcetín del «pienso, luego existo» de René Descartes con su «existo, luego pienso», más ajustado a la realidad científica. En su ya clásico libro El error de Descartes, que acaba de cumplir una década, Damasio argumentaba el derribo de la idea cartesiana de la racionalidad como algo puro y preeminente, y sugería además que determinados aspectos del proceso de la emoción y del sentimiento son indispensables para la racionalidad.

“Este es el error de Descartes: la separación abismal entre el cuerpo y la mente, entre el material del que está hecho el cuerpo, medible, dimensionado, operado mecánicamente, infinitamente divisible, por un lado, y la esencia de la mente, que no se puede medir, no tiene dimensiones, es asimétrica, no divisible; la sugerencia de que el razonamiento, y el juicio moral, y el sufrimiento que proviene del dolor físico o de la conmoción emocional pueden existir separados del cuerpo”, decía (página 249; página 230 de la edición española de Crítica). En la última década, la noción heterodoxa de que las emociones, además de ser claves en la conducta humana, están en la base de la conciencia, del pensamiento y de los proyectos personales y colectivos ha acabado concitando el consenso de los neurocientíficos. ¿Y qué decir del reciente derribo del dogma de que las neuronas no se regeneran? Una prueba más de que la ortodoxia cerebral está en permanente revisión.

No es de extrañar que muchos científicos de otras áreas estén fascinados por el conocimiento científico del cerebro que empieza a entreverse. La neurociencia parece haber tomado el relevo a la física en cuanto a interés científico y capacidad de agitación del debate intelectual por el interés de las cuestiones que plantea: la idoneidad actual de un cerebro que se empezó a diseñar hace 750 millones de años; la posibilidad de controlar conscientemente las emociones; el significado de la violencia; la dictadura del cerebro empeñado en la defensa de los genes; el papel evolutivo del miedo; los aciertos y errores de Freud; el control de las adicciones; el desarrollo de fármacos dirigidos a la amígdala para tratar ciertas emociones; el papel central de la visión y, en fin, el lenguaje, la memoria, la conciencia, la moral, la razón, el alma y otras bagatelas. El libro de conversaciones de Eduardo Punset con relevantes científicos Cara a cara con la vida, la mente y el Universo, es una recomendable introducción a estas cuestiones de la mano de neurocientíficos como Kenneth Kendler, Rodolfo Llinas, Joseph LeDoux y Antonio Damasio o filósofos como Daniel Dennett. No están todos los neuroagitadores, pero con ellos la heterodoxia y la curiosidad están servidas.