Sobre la permanente transformación de las lenguas y su estudio diacrónico

[divider_flat] El time-lapse es una técnica fotográfica que, al margen de su utilización con fines artísticos, ha hecho fortuna para mostrar fenómenos que transcurren muy lentamente y cuya duración es excesiva para ser observada. Pensemos, por ejemplo, en cómo va cayendo el sol por el horizonte, en cómo un gusano de seda se transforma en mariposa o en cómo cambia un paisaje con las estaciones. La técnica consiste en fundir una serie significativa de imágenes fijas tomadas en intervalos consecutivos para visualizar el fenómeno completo de forma acelerada.

A los lingüistas –y a cualquier persona interesada por el lenguaje– les gustaría disponer de una técnica similar para analizar cómo se ha transformado una lengua con el paso del tiempo. Imaginemos que pudiéramos tener un time-lapse  lingüístico que nos mostrara la transformación del latín en castellano en una secuencia condensada asequible al estudio.  ¡Cuántas especulaciones se resolverían, cuántas preguntas encontrarían respuesta y cuántas nuevas preguntas surgirían!*

El lenguaje es como un organismo vivo en permanente transformación e interacción con el ambiente. El castellano de hoy no es exactamente igual al de hace medio siglo o, ni siquiera, al de hace una década, un lapso de tiempo que es una minucia para una lengua. A nivel individual, cada uno de nosotros hemos ido cambiando nuestro lenguaje sin apenas percatarnos. No solo porque nos adaptamos a los cambios y novedades lingüísticos, sino también porque nosotros cambiamos y nuestra forma de hablar está sometida a presiones culturales, laborales y ambientales en general.

En los adolescentes el cambio es particularmente notable. Por una parte, su cerebro termina de madurar al entrar en la edad adulta; por otra, su lugar en la sociedad, también cambia. Un reciente estudio publicado en la revista Language Variation and Change por la sociolingüista Suzanne Evans Wagner, de la Michigan State University, ofrece unas primeras pruebas de cómo el lenguaje cambia con la edad debido a las presiones sociales. En una investigación realizada con un grupo de adolescentes de 16 a 19 años de Filadelfia (EE UU), pudo comprobar que las chicas que ingresaron –o planeaban ingresar– en una universidad de prestigio pulieron su habla para hacerla más acorde a su nuevo estatus.

En cambio, las chicas que se decantaron por una pequeña universidad regional o que no siguieron estudios universitarios mostraron menor interés en cambiar su forma de hablar. Como señala Evans Wagner, los jóvenes que no tienen especiales aspiraciones para mejorar su estatus carecen de incentivos sociales para cambiar su forma de hablar. En este caso, la presión social favorecería más bien la preservación de las características del habla local.

La investigación de esta sociolingüista significa solo un granito de arena en los estudios diacrónicos, una perspectiva lingüística que aspira a entender cómo se transforman las lenguas a lo largo de la historia. Pero la evolución de una lengua es algo mucho más complejo de observar y entender que la transformación de un gusano de seda en mariposa o de un árbol con el cambio de estaciones. Tan complejo que cuesta incluso imaginar cómo deberían ser esos hipotéticos time-lapses lingüísticos que permitieran analizar diacrónicamente una lengua.

Foto: fraktus / Flickr

Entrada publicada el 31.12.2012 en Molienda de ciencia @ Molino de Ideas