Sobre la preocupación por la salud y la idea personal de qué es estar sano

[divider_flat]La preocupación por la propia salud crece con la edad, pero es una cuestión, hasta cierto punto, muy personal. Mucha gente se preocupa por su salud sin motivo, mientras otros muchos permanecen indiferentes cuando objetivamente podrían considerarse enfermos. Si entendemos la salud como la ausencia de enfermedad -o incluso de preenfermedad- y afinamos lo bastante la vara de medir, nadie podría considerarse sano. Tampoco lo estaría nadie si definimos la salud como ese estado ilusorio de completo bienestar físico, mental y social que propugnó la OMS en 1948. Y, sin embargo, hay razones y sinrazones para que la mayoría de la gente pueda y deba considerarse una persona sana.

Un anuncio de televisión difundido en España en las últimas semanas ha hecho más por comunicar una idea práctica y operativa de qué es una persona sana que el meritorio y bienintencionado esfuerzo de muchos médicos, periodistas y divulgadores. El anuncio de Bassat Ogilvy para la Fundación ONCE, que trabaja por la integración social de los ciegos y otros discapacitados, aun sin proponérselo directamente, ha dado en el clavo. En el vídeo, mientras se ven imágenes de un Sigmund Freud ya anciano, se oye una voz en off que dice: «En el verano de 1939, un periodista le preguntó qué era para él una persona sana, madura e integrada en la sociedad. El periodista, que esperaba un largo discurso, se quedó sorprendido con la brevedad de la respuesta: «Amigo mío, cualquier persona capaz de amar y trabajar».

En una entrada de 2008 en su blog  del British Medical Journal, el ex director de la revista médica Richard Smith escribía que su definición favorita de salud era la de Freud: «la capacidad de amar y trabajar». También es la mía. Con la definición de Freud, uno puede sentirse sano incluso en circunstancias difíciles y cuando pocos médicos lo refrendarían. Es difícil sustentar la idea de salud en dos pilares más esenciales en la vida humana, entendiendo «trabajo» no sólo como una tarea remunerada sino en su sentido más amplio de hacer cosas que pueden ser placenteras. Pero cada cual puede tener su propia idea de lo que es una vida sana, aunque a la postre las diferentes versiones no lo sean tanto.

Diego Gracia Guillén, catedrático de Historia de la Medicina y referente en bioética, sostiene que la salud es «la capacidad de llevar a cabo el proyecto de vida que uno se marca». Apuesta por una definición más biográfica que biológica, y lo argumenta así: «Si yo quisiera ser piloto de aviación, o correr los 100 metros como Donovan Bailey, me tendría que considerar un enfermo por el hecho de ser miope o por mi falta de capacidad pulmonar. Como lo que quiero ser es un profesor de universidad, me considero una persona sana».

La idea de la salud, tienen entre otras muchas vertientes, desde la ecológica a la económica, una íntima y personal que quizá no se valora lo debido. La posibilidad de considerarse sano, aun a expensas de las propias limitaciones, achaques o enfermedades, tiene un incalculable efecto positivo sobre la salud individual y colectiva, sobre el propio bienestar y hasta sobre la salud económica del sistema sanitario. Poner el énfasis sobre esta lectura en positivo de la salud debería ser incluso una obligación de los médicos, quizá excesivamente abrumados por un catálogo casi ilimitado de enfermedades y por una medicina crecientemente tecnificada, demasiado inerme ante los condicionantes del mercado y predispuesta a detectar anormalidades y patologías en lo más recóndito de la biología y la psique humanas.

Foto: Alan Turkus / Flickr