Sobre la insostenibilidad del actual modelo de comunicación médica

[divider_flat] Hay muchas razones por las que el médico puede sentirse y ser reconocido como un profesional diferente a los demás. Algunas de ellas son indiscutibles, y se derivan de que la salud es un valor supremo y su cuidado acarrea ciertas facultades y obligaciones especiales. Pensemos en los momentos únicos del nacimiento y la muerte, o en cómo se relajan las barreras de la intimidad ante los médicos. Pero hay otros aspectos diferenciales, y aquí voy a referirme a la comunicación, aunque al sacarla a colación bien pueden salir otros asuntos enredados, como cuando tiras de una cereza y te llevas un montón.

La capacidad de comunicación, siempre bidireccional, con los pacientes y sus familias, con las instituciones y las revistas científicas, con los colegas y los medios de comunicación, e incluso con uno mismo, son aspectos cada vez más importantes entre las competencias médicas. Para ser un buen médico no basta con ser competente en el diagnóstico o el tratamiento, hay que estar bien informado y saber informar. El problema es que la promoción y el restablecimiento de la salud de las personas genera un raudal de literatura médica, sin parangón entre las demás profesiones, que desde hace ya tiempo desborda a los médicos. A estas alturas, está claro que el modelo de comunicación actual, que va desde los investigadores a los pacientes y que pilla a los médicos en el centro del proceso, es ya a todas luces insostenible.

En lo que va de 2010 la base de datos PubMed lleva registrados más de 400.000 artículos. Y esto es sólo la punta del iceberg de la literatura biomédica, la que se escribe mayoritariamente en inglés y en las revistas de mayor impacto. Toda esta información es en su mayoría ruido, por más científico que resuene su eco, ya que buena parte de esta producción es clínicamente irrelevante, cuando no preliminar, redundante o simplemente sesgada o falsa. Son ya muchas las voces que piden cordura y cambios en el modelo de comunicación, pero la biomedicina es una maquinaria perfectamente engrasada para producir terabytes de información y hacerlos circular y recircular hasta los médicos y los ciudadanos.

Los periodistas, que serían los encargados de filtrar y ponderar toda esta información a la ciudadanía, se han visto también desbordados por esta feroz maquinaria hasta el punto de que ya resultan, ay, casi prescindibles en unos medios sumidos en una doble crisis, económica y de modelo. Internet no ha hecho sino hacer patente la debilidad del periodismo médico y mostrar que su agenda informativa está tomada por las revistas, las instituciones y otros agentes del mundo de la salud, atizados todos ellos por el mantra de nuestra época: «Comunico, luego existo«. Efectivamente, tenemos cada vez más comunicación y menos periodismo, más bibliografía biomédica y menos mensajes válidos y relevantes para los clínicos. La comunicación interesada ha conseguido saturar al médico y, casi, orillar el periodismo crítico. Y al final es la ciudadanía en su conjunto quien paga los efectos del ruido y la crisis.

Foto: Peter Kaminski / Flickr