Sobre los sesgos y prejuicios al estudiar el alcohol y la salud

[divider_flat] Un europeo occidental bebe, de promedio, tres veces más alcohol que el ciudadano medio mundial. En Luxemburgo cada adulto consume de media sus buenos 18 litros de alcohol etílico puro al año, esto es, unas 1.500 cañas de cerveza o vasos de vino; así pues, el luxemburgués medio se toma todos los días sus cuatro dosis de bebidas alcohólicas. Luxemburgo es el país de la Unión Europea con mayor renta per cápita pero también el que tiene un mayor consumo de alcohol entre los mayores de 18 años, según datos de la OMS, por delante de países como Irlanda, Francia, Alemania, Portugal o España, donde el consumo de bebidas alcohólicas es también más que notable.

En la mayoría de los países europeos el vino, la cerveza y otras bebidas alcohólicas son parte de la cultura y su consumo está profundamente arraigado en la vida social. Sin embargo, y a pesar de la globalización y creciente homogenización de las costumbres, apenas se bebe en muchos territorios del mundo, especialmente el Norte y Este de África, y en otros se bebe mucho menos o de forma distinta.

La percepción social del alcohol no es la misma en un país atiborrado de bares como es España que en un país donde está prohibido beber como Marruecos, del mismo modo que varía considerablemente entre las personas y grupos sociales según sean sus patrones de consumo. Cualquiera que sea la relación de cada grupo social o individuo con el alcohol, lo cierto es que esta sustancia recreativa y alimenticia, según se mire, no deja indiferente a casi nadie. Y esto es válido también para los investigadores que se ocupan de estudiar la influencia de las bebidas alcohólicas sobre la salud

Numerosos estudios publicados en las últimas tres décadas han ayudado a elaborar el mensaje de que el vino y otras bebidas alcohólicas, consumidas con moderación, pueden ser beneficiosas para la salud, especialmente para la cardiovascular. Este mensaje de salud, que llegó incluso a plasmarse en la etiqueta de algunos vinos en EE UU, no ha sido recibido de la misma forma en todo el mundo ni por todo el mundo; pensemos por ejemplo en un abstemio y en un bebedor social. A pesar de que el alcohol es, por distintas razones, un grave problema de salud pública en muchas sociedades y que las evidencias que sustentan su posible efecto cardiosaludable son provisionales, en este asunto se cumple también la máxima de que cada cual selecciona los argumentos que mejor justifican su propia conducta.

Como escribió Bertrand Russell, «hasta un artículo científico y riguroso sobre los efectos del alcohol en el sistema nervioso central se vería traicionado por el simple hecho de que el autor fuera o no abstemio; en cualquier caso, mostraría siempre la tendencia a ver las cosas de forma que se justifiquen sus propios actos». ¿Qué razones e intereses hay detrás de los estudios sobre el alcohol? ¿Qué prejuicios tienen los investigadores? ¿Qué están dispuestos a creer los consumidores? Si hay un tema de estudio y opinión sometido a sesgos y prejuicios, ese es la alcohología.