Sobre los riesgos de la brevedad en la información médica

La concisión es uno de los principales mandatos de la información periodística. No se trata sólo de una limitación de espacio (en la prensa) o de tiempo (en la televisión o la radio), sino que es también una cuestión de respeto al lector u oyente. Aunque en internet desaparece este corsé espaciotemporal, lo bueno si breve también es doblemente bueno en periodismo. Sin embargo, la brevedad impone un precio y tiene un límite. Esto es especialmente cierto en la información  médica. El precio de la concisión es la insuficiencia, es decir la falta de información contextual relevante; en cuanto al límite, es algo arbitrario y difícil de establecer, como todas las fronteras artificiales, pero ha sido fijado en torno a las 300 palabras para las informaciones que tienen que ver con la prevención de la enfermedad o con los procedimientos terapéuticos o diagnósticos. Los análisis de la calidad informativa de centenares de noticias de salud y medicina que realiza desde hace años el proyecto Health News & Review, de la Foundation for Informed Medical Decision Making, indican que las informaciones que tienen entre 100 y 300 palabras suelen ser incompletas y, por tanto, confusas para el lector. Las valoraciones de Health News & Review sobre las noticias médicas de los 50 principales periódicos de Estados Unidos, además de las cadenas de televisión ABC, CBS y NBC, la agencia Associated Press y las revistas semanales Time, Newsweek y U.S. News & World Report, son todo un alegato contra ese subgénero periodístico que son los “breves”.

Cualquier afirmación sobre la eficacia de un procedimiento diagnóstico o terapéutico no se puede despachar con un titular y un texto breve. Por más que las afirmaciones que sustentan el artículo en cuestión sean ciertas, todas las medidas para el control, tratamiento o prevención de una enfermedad tienen sus luces y sus sombras, sus pros y sus contras, sus efectos beneficiosos y sus efectos indeseados o perjudiciales, sus costes económicos y humanos y, en definitiva, sus limitaciones. Las novedades deben ser, además, puestas en su contexto: hace falta presentar el estado de la cuestión, con unos mínimos antecedentes y un poco de perspectiva, informar de la disponibilidad del procedimiento y dar otros detalles importantes. Los lectores, y en general las audiencias de la información médica y de salud, son potenciales enfermos y usuarios de los servicios sanitarios que, con mayor o menor frecuencia, deben tomar decisiones sobre la gestión de su salud o la de sus familiares y el manejo de sus eventuales enfermedades. Pero para tomar decisiones acertadas hay que disponer, en primer lugar, de buena información, y en este sentido los medios de comunicación tienen una función importante. Aunque pueden aportar respuestas a las dudas informativas de los ciudadanos, estas respuestas médicas nunca son universales porque los problemas de salud son individuales. Y toda esta necesidad de matices y datos es lo que hace que la brevedad, al menos en la información médica, esté reñida con la calidad y la utilidad.