El rostro de la melancolía

Sobre las imágenes externas e internas de la tristeza

En la ciudad suiza de Lucerna hay una escultura de un león moribundo que, al decir del escritor Mark Twain, es “el trozo de piedra más triste y conmovedora del mundo”. El relieve, esculpido en la pared vertical de una montaña de roca por el artista danés Bertel Thorvaldsen en 1821, tiene una proporción de más del doble del natural y representa un león herido de muerte cuyo rostro es, efectivamente, la viva expresión del dolor y la tristeza. La escultura fue concebida para mantener viva la memoria de más de 700 mercenarios suizos que murieron defendiendo al rey Luís XVI del asalto del pueblo francés al Palacio de las Tullerías en 1792. Y lo maravilloso es que consigue su propósito con gran eficacia sin recurrir a la figura humana, concentrando todo el dolor y el abatimiento de la muerte que se avecina en el rostro de un león. Cuando el periodista Enrique G. Jordá me llevó a ver el león de Lucerna, pude apreciar que la cara abatida del animal, con los ojos entrecerrados, el ceño contraído y la boca descolgada por un pesar indescifrable, tenía una expresión genuinamente humana y su contemplación producía una vaga y acuciante melancolía. ¿Cómo puede un animal exhibir una emoción humana? ¿Cuál es el rostro de la melancolía? ¿Qué hace surgir este sentimiento? (más…)

Emergencia

Sobre el potencial biomédico de los países emergentes

El éxito actual de la milenaria medicina china en Occidente es sólo un anticipo del protagonismo que está llamado a tener China en la medicina global. El volumen de la investigación biomédica de China recogido en la base de datos MedLine (115.000) es comparable al de un país como España (110.000), pero claramente inferior a países como Francia (228.000), Alemania (293.000), Reino Unido (334.000), Japón (479.000) o EE UU (1.614.000). Pero estas cifras, referidas únicamente a trabajos en inglés, son un espejismo del verdadero potencial del gigante asiático. Las revistas científicas más relevantes, como Science o Nature, vienen dando puntual cuenta de los múltiples y continuos avances de la biomedicina china, de la pujanza de sus universidades y centros de investigación, y de la proliferación de nuevos focos de excelencia en un país con una población de más de 1.300 millones de habitantes y un crecimiento económico vertiginoso. No es de extrañar que en China se esté montando, entre otros centros de primer nivel, la mayor planta de biotecnología del mundo fuera de EE UU, o que la Academia China de las Ciencias haya inaugurado en Shangai en 2005, su Institute for Computacional Biology en colaboración con la Max Plank Society, y que para dirigirlo haya contratado al prestigioso bioinformático alemán Andreas Dress.

La industria farmacéutica tampoco es ajena al potencial chino. Roche tiene desde 2004 un centro de I+D en China; Pfizer anunció el año pasado la creación de un centro de I+D en Shangai, y ahora Novartis ha reconocido durante la presentación de sus resultados económicos de 2005 que también se plantea la creación de un centro de investigación en China. Una de las claves de esta tendencia está en el alto nivel de los investigadores chinos, como ha destacado el presidente de los Novartis Institutes for BioMedical Research, Mark Fishman. Y la otra está en la pujanza de las economías emergentes por la confluencia de dos factores: alta tecnología y bajo coste, según el responsable de la división de mercados emergentes (55 países, con China a la cabeza) de Novartis y presidente de la filial española. Estos países emergentes representan las tres cuartas partes de la población mundial, pero sólo consumen el 10% de los fármacos. Sin duda, este desfase se va acabar, como también se va a acabar el gap 10/90: sólo el 10% de los recursos de investigación se dedican a los problemas del 90% de la población. Lo lógica del mercado está cambiando el escenario de la salud, pero sigue sin estar claro el porvenir de aquellos países que no son ni siquiera emergentes. Y eso sí que es una emergencia.

Biosinfonía

Sobre los ecos, soplos, roces y otros sonidos del cuerpo

El cuerpo humano, como cualquier máquina más o menos bien engrasada, es un festival de ruidos, ecos y otras vibraciones sonoras producidas por la actividad de sus órganos y sistemas. Desde el fluir de la sangre o el aire por sus conductos biológicos hasta la mecánica articular o el tránsito intestinal, todo lo que se mueve en el interior del cuerpo produce ondas acústicas, de las cuales sólo una mínima parte son ondas sonoras, audibles por el oído humano. Aunque apenas oímos los latidos, el respirar o las tripas cuando se ponen furiosas, todos estos ruidos biológicos que proceden del interior del organismo son un medio importante para el diagnóstico médico. Tanto es así, que no hace mucho se definía la salud como “el silencio de los órganos”. En especialidades clínicas como la cardiología, la neumología, la gastroenterología o la obstetricia, la auscultación ha sido y continúa siendo todavía una vía fundamental para escudriñar la salud a través del sonido; la ecografía, en cambio, aunque utiliza ultrasonidos no es un procedimiento diagnóstico auditivo sino visual, pues se basa en el registro de los ecos de las estructuras internas del cuerpo sometidas a una emisión de ondas acústicas de alta frecuencia (ultrasonidos) con el objetivo de obtener una imagen visual de los órganos. El registro amplificado de los más mínimos ruidos interiores no es un área que haya interesado especialmente a los médicos, más allá de la exploración cardiorrespiratoria o abdominal mediante un estetoscopio. Y así, el sonido de la contracción de un músculo o del paso de la sangre por el torrente circulatorio son un misterio para el común de la gente.

Registrar el sonido peculiar de los diferentes órganos es el objetivo de un proyecto artístico y científico que preparan el artista Marcus Woxneryd y el cirujano cardiotorácico Francis Wells, ambos británicos. El proyecto, denominado “Sonic body”, ha recibido uno de los premio Sciart que entrega el Wellcome Trust para estimular la colaboración entre el arte y la ciencia. Woxneryd y Wells pretenden grabar sonidos desconocidos de todas las partes del cuerpo utilizando instrumentos médicos de alta tecnología y hacer llegar todos estos sonidos al público en una instalación que se programará próximamente. El cirujano invitará a participar en este proyecto a todos sus pacientes y asegura que los sonidos captados se utilizarán también en investigaciones médicas. La gran duda es cómo se enfrentarán médico y artista al silencioso cerebro, el órgano al que no le duele nada ni causa ruido alguno pero que es el auténtico director de orquesta de esta insólita biosinfonía.

Riesgos y azares

Sobre la intuición y el cálculo de probabilidades

El componente emocional del cerebro, tan reconocido en los últimos tiempos por su importancia en la toma de decisiones, no es muy de fiar para valorar riesgos y actuar en consecuencia. En general, las personas no sopesamos bien los riesgos a los que podemos estar expuestos. La mayoría de la gente cree tener mejor salud que la media de la población, lo cual no deja de ser un contrasentido estadístico; los fumadores empedernidos suelen subestimar su riesgo cardiovascular o de cáncer de forma más acusada que los fumadores moderados; los conductores que realizan a diario maniobras peligrosas o los deportistas de riesgo tampoco parecen ser muy conscientes, al menos mientras actúan, de las probabilidades reales que tienen de sufrir un accidente. (más…)