Sobre el estudio del efecto cardiosaludable del vino

Los primeros estudios sobre el efecto cardiosaludable del vino datan de hace 26 años, cuando The Lancet reveló “una fuerte y específica asociación negativa entre la cardiopatía isquémica y el consumo de alcohol”. En este cuarto de siglo se han realizado miles de trabajos, tanto epidemiológicos como experimentales, para esclarecer si beber vino u otras bebidas alcohólicas reduce el riesgo de sufrir una cardiopatía isquémica y cuáles son las bases biológicas de esta protección. Como destilado final de la investigación, estimulada por el llamado lobby del vino, el mensaje de salud pública que ha quedado es que el consumo de entre una y tres copas diarias de vino tiene un efecto coronario protector. Ciertamente, este mensaje parece estar en consonancia con los resultados de la investigación epidemiológica, aunque a nivel experimental los efectos cardiosaludables del vino no están ni mucho menos aclarados: se desconoce si pueden obedecer sólo a la acción del etanol sobre las arterias (con lo cual, el efecto cardiosaludable sería extensible a otras bebidas) o si intervienen además otros componentes del vino, como los flavonoides (en este caso, cabría hablar de una cierta supremacía protectora del vino sobre otras bebidas). Sin embargo, podría ser que ni siquiera la conclusión epidemiológica fuera tan cierta como se proclama. Algunos investigadores sugieren ahora que el mensaje de que el consumo ligero de alcohol previene el infarto quizá no sea ni exacto ni cierto.

En su número del 3 de diciembre de 2005, The Lancet viene a decirnos que este destilado epidemiológico podría tener unas evidencias endebles. Un grupo de epidemiólogos australianos nos advierte de que el debate sobre los efectos cardiosaludables del vino se ha viciado en exceso por las creencias de los investigadores y que se han ignorado los factores confusores. Beber o no beber, beber mucho o poco, son situaciones que pueden llevar asociados otros factores de riesgo cardiovascular que hay que tener en cuenta y que, al parecer, no han sido debidamente ajustados en muchos estudios no aleatorizados. Y concluyen: “Cualquier protección coronaria derivada del consumo entre ligero y moderado de alcohol será muy pequeña, y es improbable que supere sus efectos nocivos. Mientras el consumo entre moderado y alto probablemente protege las coronarias, cualquier beneficio es superado por sus efectos perjudiciales”. Las arterias de los alcohólicos, como se ve en las autopsias, están limpias, pero el precio que pagan es demasiado alto. Que también lo estén las de los bebedores ligeros y que esto se deba al alcohol es algo que está por demostrar.