Sobre la fotografía de guerra y la acción humanitaria

La historia de la primera organización humanitaria está encerrada en un búnker de cemento, en la avenida de La Paz de Ginebra. El Museo Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, situado a cuatro pasos de la OMS y de otras agencias de la ONU, muestra la trayectoria de la primera iniciativa internacional para paliar los desastres de la guerra y otras catástrofes. La Cruz Roja fue fundada en 1863, impulsó un año después la primera Convención de Ginebra para mejorar la suerte de los heridos de guerra y desde entonces ha sido ejemplo para otras muchas organizaciones no gubernamentales. El museo muestra el esfuerzo de millones de personas en todo el mundo por socorrer, ayudar y proteger a los más necesitados durante casi siglo y medio de acción humanitaria. A la entrada del búnker hay una frase de Dostoievski: “Todos somos responsables de todo ante todos”, que nos recuerda la naturaleza universal de la guerra y también del espíritu de solidaridad. La Cruz Roja ha cuidado que el suyo no sea un museo de los horrores, porque su misión es ayudar sin juzgar, pero el mamotreto del archivo de prisioneros de la Segunda Guerra Mundial, con sus siete millones de fichas, y las imágenes de los muertos y heridos son demasiado elocuentes.

El fotoperiodismo nos ayuda a conservar la memoria. Un buen ejemplo es la agencia VII, fundada en Nueva York el 9 de septiembre de 2001 por siete destacados fotoperiodistas (ahora son nueve) para difundir conjuntamente su trabajo. Esto es lo que hace ahora, hasta el 15 de enero de 2006, el museo de la Cruz Roja con la exposición Guerra: EE UU, Afganistá, Irak. La muestra recoge fotografías de la agencia VII centradas en tres momentos concretos, desde el 11 de septiembre hasta la caída del régimen de Sadam. Estas imágenes, como todas las fotografías sobre el sufrimiento ajeno, son siempre perturbadoras, porque la fotografía implica distancia, no intervención, y lo mismo puede mover a la rebeldía que convertirse en espectáculo. Susan Sontag, que ha reflexionado lúcidamente sobre la moralidad del fotoperiodismo en su ensayo Ante el dolor de los demás, sostiene que mirar en directo o a través de la cámara es siempre mirar. Y añade: “Nada hay de malo en apartarse y reflexionar. Nadie puede pensar y golpear a alguien al mismo tiempo”. A los fotógrafos de la agencia VII, cada uno con su propio punto de vista y sus motivaciones, les une la idea de que una fotografía indica que no todo está perdido. Efectivamente, todos somos responsables de todo, pero como dice Susan Sontag, «es más probable que los sentimientos cristalicen ante una fotografía que ante un lema».