Amigos y pacientes

Sobre el síndrome del recomendado y su prevención

¿Qué es lo que haría si fuera su madre? Esta pregunta la han escuchado todos los médicos cuando comunican a un paciente o sus familiares los pormenores de la enfermedad. La pregunta se antoja del todo pertinente para la toma de decisiones, sobre todo ahora que el paciente parece llamado a capitanear la nave de su propia salud; de hecho, muchos médicos, cuando algún familiar está enfermo, también se la plantean a los colegas que le atienden. Sin embargo, podría tratarse de una pregunta improcedente y equivocada.

Esto es lo que opina, por ejemplo, Kent Sepkowitz, responsable del control de infecciones del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center. Este médico contaba hace unos meses en The New York Times cómo se había equivocado, en un asunto de su propia especialidad, al suspender el tratamiento antibiótico intravenoso de un amigo íntimo que estaba hospitalizado. Al analizar las causas del error, concluía que fue precisamente la amistad que le unía al paciente y el deseo de ahorrarle más sufrimiento. Hay muchas intervenciones médicas que son cruentas pero necesarias, y en este caso como en tantos otros el afecto sólo sirvió para alterar la correcta toma de decisiones. Hipócrates ya desaconsejaba a los médicos que no trataran a sus propios familiares. Pero la amistad y el cariño a los seres queridos se inmiscuyen muy a menudo en la práctica clínica. Las consecuencias de este tipo de acto médico, aunque no está bien estudiado y documentado en la literatura, no son del todo desconocidas para los clínicos. El fenómeno ha recibido el nombre de “síndrome del recomendado”, y con él se alude a una situación en la que se pretende ofrecer una atención médica especialmente esmerada y, paradójica e inesperadamente, aparecen todo tipo de contratiempos y complicaciones no habituales. Álvaro Sanz Rubiales y otros, en su artículo “El síndrome del recomendado”, publicado en Anales de Medicina Interna en 2002, apuntan algunos factores que favorecen su aparición: la solicitud de una atención especial por parte del los pacientes; el desorden en el uso de los recursos sanitarios; la mala calidad en el registro de datos, la fragmentación y el extravío de la historia clínica; la ausencia de líneas comunes de actuación y de liderazgo en los médicos; el exceso de pruebas diagnósticas y los consiguientes falsos positivos; la falta de estudios sencillos habituales, y el sobretratamiento.

El síndrome del recomendado parece ser el resultado de muchas buenas intenciones y una actuación poco acertada. Por diversas razones, la amistad  invita a saltarse la buena y saludable rutina, los contrastados protocolos que pueden incluir molestas intervenciones pero que han demostrado ser eficaces. “Tratar de suavizar el golpe en nombre de la amistad invita al desastre”, reflexiona Kent Sepkowitz. “Amistoso, sí; pero nunca un amigo”. Y por eso propone cambiar la pregunta que abre este artículo por otra, mucho más sabia y eficaz: ¿Qué es lo que haría si se tratara de un desconocido?