Sobre el círculo vicioso de enfermedad y pobreza

La malaria ha aparecido por fin en los medios de comunicación de todo el mundo con una noticia positiva y esperanzadora. Un ensayo clínico en fase II demuestra por primera vez que se está en el buen camino para lograr una vacuna segura y relativamente eficaz contra esta devastadora enfermedad: cada año mata a entre uno y tres millones de personas, en su mayoría niños africanos menores de cinco años, y hace enfermar a 500 millones de personas, es decir, uno de cada 12 habitantes del planeta. La figura del médico español Pedro Alonso, coordinador del estudio y primer firmante del artículo que da cuenta de los resultados de este ensayo en The Lancet, ha saltado a un primer y elogioso plano informativo –aunque en la noticia del 15 de octubre de The New York Times ni se le menciona–, lo mismo que la Malaria Vaccine Initiative (MVI) de la Fundación Bill and Melinda Gates, que ha financiado en buena medida el proyecto. También han merecido un justo reconocimiento la farmacéutica GlaxoSmithKline, que ha desarrollado esta vacuna experimental, el propio Gobierno español, que ha contribuido a la financiar el ensayo en Mozambique, y el Hospital Clínico de Barcelona, donde Alonso dirige su Centro de Salud Internacional. Con su éxito y su protagonismo, este consorcio de entidades públicas y privadas, ha demostrado que es posible encontrar vías de colaboración para paliar uno de los grandes sinsentidos del mercantilismo global: el implacable círculo vicioso de enfermedad y pobreza (los pobres enferman más porque son pobres, y son pobres porque enferman más) que azota a más de medio mundo. Para romperlo, como dice Alonso, no sólo hay que promover el desarrollo, sino también mejorar la salud de la gente.

La lógica del mercado impone que sólo el 10% de los recursos destinados a investigación biomédica (unos 86.000 millones de euros, entre fondos públicos y privados) se dediquen al 90% de los problemas de salud del mundo. Este desfase, conocido como gap 10/90 y a cuyo análisis se dedican entidades como el Global Forum for Health Research, es uno de los principales factores que refuerzan el círculo vicioso de la enfermedad y la pobreza. Se calcula que sólo la malaria tiene un coste en el África subsahariana equivalente al 5,8% del PIB de esa región del mundo. Pero, además, están el sida –que merma el PIB en un 11,7%–, la tuberculosis, las infecciones alimentarias, la mortalidad materna durante el parto y una larga lista de problemas de salud, algunos de los cuales podrían aliviarse con sencillas medidas sanitarias y otros con soluciones necesariamente más caras. En cualquier caso, está claro que hay que invertir más en combatir las enfermedades que causan la pobreza. ¿Pero cómo es posible escapar a la lógica del mercado? “Los impuestos tienen que ayudar a resolver este desequilibrio estratégico y cubrir allá donde el mercado no llega”, opina Alonso. Al menos en el caso de esta vacuna experimental, parece que los impuestos de los españoles están ayudando.