Sobre la epidemia global de enfermedades cardiovasculares

En la cueva paleolítica de El Pindal, en Asturias, hay una pintura rupestre de hace unos 20.000 años que muestra un mamut o elefante con su corazón. Este “mamut enamorado”, como algunos lo han llamado, pasa por ser la primera representación visual del corazón de un ser vivo, aunque también hay quien dice que la mancha rojiza de forma acorazonada no es más que lo que queda de de la pintura que cubría todo el animal. En cualquier caso, los cazadores paleolíticos ya debían de saber que el corazón era el gran centro vital y que la supervivencia de animales y humanos dependía de su integridad y salud. Todos los conocimientos acumulados desde entonces sobre este fabuloso músculo que late 100.000 veces cada día siguen corroborando esa gran verdad, pues las enfermedades cardiovasculares son responsables de una de cada tres muertes en el mundo. Los datos actuales son indicativos de una gran epidemia, aunque su magnitud no es homogénea y el peso de los distintos factores de riesgo y otros indicadores epidemiológicos es muy desigual en las diferentes regiones del mundo. La reciente publicación del Atlas de cardiopatías y accidentes cerebrovasculares ha venido a mostrar hasta qué punto es esto cierto.

Este atlas, editado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en colaboración con los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de EE UU y otras instituciones, pasa por ser la primera publicación que recoge información actualizada de cada país y la presenta mediante mapas de colores, fotografías e imágenes, junto con estadísticas de los principales factores de riesgo, las semejanzas y diferencias entre países, además de datos sobre prevención, tratamiento y proyecciones de futuro. También ofrece un cuadro mundial con estadísticas de cada país que incluyen el número de años de vida sana perdidos a causa de cardiopatías y accidentes cerebrovasculares, la prevalencia del tabaquismo y la situación de las políticas y legislaciones. La variedad y la inmediatez de la información visual y estadística de este atlas, similar a otro que editó la OMS hace unos meses sobre la infancia, ayudan a entender las desigualdades y la gravedad de la epidemia en algunas zonas. Así sabemos, por ejemplo, que el tabaco es responsable de una de cada cinco enfermedades cardiovasculares en todo el mundo, y que en China, donde fuma el 59% de los hombres, sólo el 4% de fumadores y no fumadores sabe que el fumar puede causar enfermedades cardiovasculares.

Una de las cosas que muestra claramente este atlas es que las enfermedades cardiovasculares ya no son sólo cosa de hombres de mediana edad, estresados y con sobrepeso en los países desarrollados, sino que amenazan también a mujeres y niños de todo el mundo. Esta obra tiene la rara virtud de representar los contrastes que caracterizan esta epidemia en unos pocos mapas, y de ofrecer los datos esenciales para que gobiernos o particulares adopten sencillas medidas preventivas para mejorar su salud cardiovascular.