Golpes

Sobre el ictus como problema de salud y educación sanitaria

A pesar de la notable mejoría de la educación médica, impulsada principalmente por las sociedades científicas y los medios de comunicación, todavía es francamente mejorable y presenta no pocos puntos negros. Uno de ellos es sin duda el del ictus. Tres de cada cuatro españoles desconoce lo que es un accidente cerebrovascular y la mitad no sabe reconocer sus síntomas, según una reciente encuesta de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Aunque la situación parece haber mejorado en los últimos cuatro años, según refleja la encuesta, el desconocimiento generalizado sobre el ictus no está en consonancia con la importancia médica y sanitaria de una dolencia que causa 100.000 hospitalizaciones al año en España y consume el 5% del gasto sanitario. No sólo es la primera causa de mortalidad en las mujeres y la segunda en los hombres, sino también la principal causa de invalidez en adultos (hay unos 150.000 inválidos a causa del ictus). De las 100.000 personas que cada año padecen un ictus en España, más de 38.000 mueren, unas 30.000 sobreviven con discapacidades graves y el resto se recupera o padece secuelas leves. La contundencia de estos datos hace especialmente imperdonable el desconocimiento social de la enfermedad y sus síntomas, máxime cuando el porvenir del enfermo depende en buena medida de la rapidez con la que reciba atención médica. La ignorancia de la población podría deberse en parte a lo extraño y desconocido que resulta el nombre de la enfermedad, tomado directamente del latín ictus pero vaciado ya de su significado original de golpe (el gladiatoris ictus era el golpe o estocada del gladiador), a diferencia de la palabra inglesa (stroke) todavía que se usa para referirse a otro tipo de golpes. Pero extrañezas terminológicas aparte, la gravedad sanitaria del ictus tiene que ver sobre todo con el envejecimiento de la población y el deficiente tratamiento de la hipertensión, relacionada con la mitad de los accidentes cerebrovasculares.

Una investigación sobre el control de la hipertensión en Europa y América del Norte, que se publicará en el número de enero de la revista Hypertension, va a levantar ampollas, porque viene a decir que la razón principal de que en Europa haya más ictus que en EE UU (el doble, según el artículo) es el distinto control de la hipertensión. Mientras en EE UU están controlados un 29% de los hipertensos y en Canadá un 17,2%, en España sólo un 5%; en el Reino Unido, un 10%; en Suecia, un 5,5%; en Alemania, un 7,8%, y en Italia, un 9%. Aunque al menos los datos referidos a España son cuestionables (otras estimaciones indican que el 70% de los hipertensos está tratado y que el 23% de ellos está bien controlado), lo cierto es que el tratamiento de la hipertensión necesita mejorar tanto como el conocimiento del ictus. La SEN y la Sociedad Española de Cardiología lanzaron el año pasado una campaña con el acertado lema de «Tómate en serio la tensión; evita el ictus». Iba dirigida al público, pero tampoco estaría mal que los médicos la tuvieran en cuenta.

Cochrane para todos

Sobre el acceso universal a la mejor información médica

A muchas personas ajenas a la medicina les resulta sorprendente y desalentador el conocer que la práctica médica dista mucho de ser científica. Pero lo cierto es que la práctica clínica no siempre se ajusta a la mejor evidencia científica disponible, o no se ajusta tan rápidamente como sería de desear. Muchos tratamientos decididos por médicos concretos y muchas decisiones sanitarias se ejecutan sin tener en cuenta las últimas y penúltimas investigaciones clínicas. Y esto no sólo significa un gran despilfarro de recursos, sino que tiene un precio elevado en forma de vidas y sufrimiento humanos. (más…)

Entre dos aguas

Sobre la dos corrientes culturales en la medicina actual

[divider_flat] En el debate sobre las dos culturas, la humanista y la científica, ¿qué lugar ocupan la medicina y los médicos? La controversia puede interpretarse, por encima de otras consideraciones, como una disputa por la preeminencia intelectual, por el protagonismo público o, si se quiere, por un cierto control de los medios editoriales y de comunicación. Todavía en tiempos de Newton los científicos eran considerados filósofos naturales, pero la creciente especialización de los saberes fue abriendo una brecha entre los sabios de ciencias y los de letras. A mediados del siglo XX, como constataba el inventor de las dos culturas, Charles P. Snow, «en nuestra sociedad hemos perdido hasta la pretensión de poseer una cultura común. Las personas educadas con la mayor intensidad de que somos capaces ya no pueden comunicarse unas con otras en el plano de sus principales intereses intelectuales. Esto es grave para nuestra vida creativa, intelectual y especialmente moral. Nos está llevando a interpretar mal el pasado, a equivocar el presente y a descartar nuestras esperanzas en el futuro».

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Dicotomía y unificación

Sobre la vigencia del debate de las dos culturas

Lejos de haberse extinguido o de quedar como un episodio histórico demodé, el polémico debate sobre las dos culturas inaugurado por el científico y escritor británico Charles Percy Snow a mediados del siglo pasado sigue vigente y puede rastrearse hoy en muy diversos eventos culturales. La actual exposición en el Museo de Orsay de París para interpretar el origen de la abstracción pictórica a la luz de la ciencia o la simultánea Semana de la Ciencia de Barcelona con su llamamiento a la integración son sólo dos ejemplos de la fecundidad de una relación amor-odio que no tiene visos de solución y que por eso sigue dando mucho juego de letra impresa, conferencias, exposiciones y otros productos culturales.

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