Sobre los horizontes científicos y metafóricos del corazón

Los misterios del corazón ya no volverán a ser nunca lo que fueron. Desde que este órgano mítico empezó a entenderse en términos hidráulicos, toda su magia milenaria quedó tocada de muerte. Pero quizá ya era demasiado tarde para acabar con este universo metafórico. Las metáforas del corazón siguen vigentes a pesar de que sabemos que se trata sólo de una bomba impulsora de sangre, relativamente sofisticada y eficaz si se quiere, pero al fin y al cabo un simple y vulgar artilugio mecánico. El corazón no es ni la sede ni la fábrica de la emoción, de los sentimientos, del amor y de otras características tan humanas, como se pudo creer en un tiempo ya lejano.

Cada vez que nos seguimos refiriendo al corazón en términos de pureza, nobleza o grandeza, o que decimos que alguien nos encoge, abre o arranca el corazón,  lo que estamos haciendo es demostrar la inmensa fuerza y permanencia del lenguaje metafórico. A la luz de la ciencia, las metáforas del corazón se antojan obsoletas. Ni las corazonadas ni los recuerdos (recordar significa, etimológicamente, volver a pasar por el corazón, cuando sabemos que lo único que fluye a su través es la sangre) tienen nada que ver con este órgano. Un posible ejercicio de renovación semántica sería decir “cerebro” donde dice “corazón”. ¿Pero cabe acaso imaginar un cambio semejante? Si en la frase “I love NY” se sustituye “love” por un corazón dibujado el significado es el mismo. Lo insensato e incomprensible sería poner un cerebro.

Cuando parecía que la ciencia se había merendado los misterios del corazón, resulta que aparece uno nuevo al caer por los suelos el dogma de que el músculo cardiaco no se regenera. ¿De dónde le viene al corazón su capacidad de regeneración? Esta es la cuestión que ocupa desde hace unos años a un puñado de investigadores, principalmente el grupo del italiano Piero Anversa, director del Instituto de Investigación Cardiovascular del New York Medical College (NYMC), donde destaca con nombre propio el mallorquín Bernardo Nadal-Ginard. Su producción científica ha culminado este mes con artículos en los Proceedings of the National Academy of Sciences (2 de septiembre), Circulation Research (4 de septiembre)  y Cell (19 de septiembre), donde demuestra que en el corazón hay células madre capaces de generar músculo cardiaco y su red vascular.

El corazón se renueva continuamente como “parte de la homeostasias general de este órgano”, según Nadal-Ginard. Los retos ahora son identificar el origen de estas células madre (si es sólo la médula ósea o, además, el propio corazón) y entender por qué estas células con capacidad de regeneración no lo hacen espontáneamente. En otras palabras, ¿por qué envejece el corazón cuando existen células capaces de mantenerlo joven indefinidamente? Esta emocionante línea de investigación va a desembocar en ensayos clínicos para tratar la insuficiencia cardiaca y el infarto, pero además lleva camino de devolver al corazón parte de la carga emocional que se le había sustraído.