Sobre la aparente integración de la medicina homeopática

Hay que estar ciego y sordo para no reconocer el progresivo avance de la homeopatía y hasta su relativa integración en la medicina convencional. Sin alcanzar todavía en España el predicamento que tiene en países como Alemania, Reino Unido (con el patrocinio de la familia real) y Argentina,  o en la próxima Francia, donde los tratamientos homeopáticos están incluidos en la seguridad social, y sin tener tampoco la oficialidad que otorgan las cátedras universitarias que hay en diversos países europeos, en el nuestro la homeopatía se ha hecho un hueco importante en los últimos años. La existencia de masteres universitarios, la integración de los médicos homeópatas en los colegios de médicos, la venta de productos homeopáticos en muchas farmacias, los varios miles de profesionales que atienden consultas de homeopatía en España y la legión de pacientes tratados cada año son datos que no pueden ignorarse. Y, efectivamente, reconociendo su enorme arraigo, la medicina ortodoxa ha decidido no seguir ignorando a la homeopatía (entre otras medicinas alternativas) y se ha puesto manos a la obra de integración. Hay que destacar en este sentido, la creación en 1999 del National Center for Complementary and Alternative Medicine (NCCAM) en EE UU y el creciente espacio dedicado en las principales revistas médicas, desde el JAMA al BMJ, o en Medicina Clínica, donde el médico de familia Francesc Borrel-Carrió acaba de publicar el artículo «Homeopatía: creencias, praxis, pruebas«, que es un excelente ejemplo de aproximación y comprensión desde la medicina científica.

Con todo, la integración no es tarea fácil, mayormente porque los principios de la homeopatía, contemplados a la luz de la ciencia, hacen agua por todos los lados. La ley homeopática de la curación (de los síntomas, no de las enfermedades) por la similitud, utilizando sustancias sometidas a diluciones infinitesimales, de tal modo que apenas queda una molécula activa en los remedios homeopáticos, choca frontalmente con la farmacología científica. Los ensayos clínicos realizados sólo han podido demostrar que la homeopatía funciona algo mejor que el placebo para síntomas menores. «¿Por qué debe entrenarse a alguien para que recete agua pura, a menos que el aprendizaje especial consista en facilitar el abandono de la razón y la aceptación de la patraña homeopática de la dinamización?», apuntaba el demoledor Petr Skrabanek. En su artículo, Borrell-Carrió analiza las numerosas inconsistencias de la homeopatía, pero reconoce que a pesar de la ausencia de pruebas científicas de peso «se configura como una vía de escape  hacia una práctica clínica más humanista y gratificante, en comparación con la medicina de 5 minutos por paciente del Sistema Nacional de Salud». Conocer los fundamentos de la homeopatía, sus ventajas, limitaciones y posibles aplicaciones es ya casi una obligación para los médicos, pero mientras esta medicina sui géneris no se someta abiertamente al método científico su integración será un puro simulacro.