Perros verdes

Sobre las enfermedades raras y su normalización

La condición de rara avis no es precisamente un privilegio en medicina. La rareza y singularidad en materia de enfermedades no trae más que problemas. Mientras el común de los pacientes reclama un tratamiento individualizado, los afectados por una enfermedad muy poco frecuente echan en falta las ventajas de una asistencia médica normal y corriente, estandarizada, rutinaria, vulgar. ¿Pero cómo puede hablarse de asistencia normal cuando en muchos casos ni el médico sabe que existen algunas enfermedades y que el paciente que tiene delante es uno de los pocos afectados? Las diferentes mucopolisacaridosis o ataxias, los síndromes de Prader-Willi o de Silver-Russell y las enfermedades de Forbes o de Tauri son sólo algunas de las más conocidas entre los varios miles de anomalías congénitas, defectos genéticos (casi todos son poco frecuentes) y otras muchas enfermedades autoinmunes, infecciosas o de otro tipo descritas como raras. Y lo peor de todo es que la lista sigue aumentando a un ritmo de unas cinco nuevas cada semana.   (más…)

La fórmula de la U

Sobre la utilidad de la información médica y su estimación

El volumen de la información médica crece a un ritmo de 40.000 nuevos artículos semanales. Poco importa que sean unos cuantos miles más o menos, si lo cierto y terrible es que bien se puede tardar media hora en leer sólo uno. Esto es desesperante, frustrante, estresante. Y sobre todo, poco útil. Se mire como se mire, el sistema en su conjunto fracasa al hacer llegar al médico la información que le interesa. La inmensa mayoría de lo que se publica no le es útil, y lo poco que sí le sería de interés está escondido y no siempre es fácilmente accesible. La cuestión clave a la que le dan vueltas los editores y manipuladores varios de la información médica es cómo localizar, clasificar y poner al alcance del médico la información útil. En los últimos años, siguiendo la brecha abierta por la medicina basada en la evidencia y aprovechando las posibilidades que ofrece internet, se han desarrollado numerosas iniciativas para intentar dar respuesta a este problema. Pero está claro que su solución está todavía muy lejos. Basta aplicar una sencilla fórmula para percatarse de la complejidad del problema.

David Slawson y Allen Shaughnessy, dos profesores de medicina de familia de la Universidad de Virginia de Estados Unidos, son los autores de una fórmula para calcular y comparar la utilidad de la información médica. Según esta fórmula, la utilidad  (U) es directamente proporcional a la validez de la información (V) y su interés o relevancia (R), e inversamente proporcional al  trabajo (W) empleado en acceder a esa información. Richard Smith, director del British Medical Journal (BMJ) y uno de los principales divulgadores de esta fórmula, añade en el dividendo el concepto de interactividad (I), pues como bien dice la utilidad de la información aumenta con la capacidad de interactuar con la fuente de información y hacerle nuevas preguntas.

Si pasamos por el tamiz de esta fórmula (U = V x R x I / W)  a tres de las principales fuentes de información médica, como son los artículos de las revistas médicas, los libros de texto y las consultas a los colegas, resulta que la utilidad de la información es, en términos generales, baja, media y alta, respectivamente. Los artículos de revista, aun siendo válidos, raramente son relevantes para un clínico, y además cuesta mucho trabajo leerlos y no pueden ser interrogados. Por su parte, los libros de texto, aunque en teoría son fáciles de consultar y supuestamente contienen información relevante, ésta es menos válida y actual que la de las revistas y tampoco son interactivos. Sólo los colegas bien informados pueden ofrecer a la vez información válida y relevante, son fácilmente accesibles y permiten ser interrogados. Mientras no se invente nada mejor, los colegas resultan a la postre la fuente de información más útil, como corroboran cada día las consultas de pasillo y las sesiones clínicas. Ahora bien, ¿quién nos garantiza que un colega esté bien informado? ¿Y cómo demonios se las apaña para estarlo?

Fe de errores

Sobre los errores médicos y su prevención

Una de las últimas iniciativas de Gro Harlem Brundtland, la directora saliente de la OMS, ha sido tomar cartas en el asunto de los accidentes de tráfico.  Entre otras iniciativas, el Día Mundial de la Salud de 2004 estará dedicado a la seguridad vial. Con más de 1.200.000 muertos al año en todo el mundo, los accidentes de tráfico son la novena causa de mortalidad, y nadie pone en duda que hay que reforzar su prevención, como se merece cualquiera de las grandes amenazas para la salud y la vida. Por eso, en esta lista de causas de muerte (las cuatro primeras son las cardiopatías, los accidentes cerebrovasculares, las infecciones agudas y el sida) llama la atención una ausencia notable, una causa silenciada por complejas razones y que todavía no cuenta en las estadísticas: los errores médicos. Sin embargo, la magnitud del problema, no bien conocida y por tanto más difícil de prevenir, podría ser mayúscula, como apuntan algunos datos. En EE UU, el país que más ha estudiado el problema, mueren cada año 100.000 personas en los hospitales por errores médicos, según un informe del Institute of Medicine (IOM) de 1999 (To Err Is Human: Building a Safer Health System). Esta cifra de muertos es superior a la los causados conjuntamente por los accidentes de tráfico y aéreos, suicidios y caídas, envenenamientos y ahogamientos. El único estudio comparable al del IOM, según el editorial de un número especial sobre errores médicos del British Medical Journal (Reducing error. Improving safety, de marzo de 2000), es uno de Australia. Y sus cifras de errores médicos son todavía más altas.

En respuesta a las pruebas aportadas por el informe del IOM, en EE UU se han desarrollado diversas iniciativas para conocer mejor los errores médicos e idear estrategias para prevenirlos. El Reino Unido cuenta ya con la National Patient Safety Agency (NPSA), dedicada en exclusiva a velar por la seguridad del enfermo y prevenir los 850.000 incidentes y errores médicos que ocurren en el sistema nacional británico de salud. La revista Annals of Internal Medicine ha publicado recientemente una serie de ocho partes con un estudio sobre “el paciente equivocado” (The wrong patient), el BMJ ha aportado el mencionado especial y, en general, las revistas médicas son cada vez más sensibles al problema. Uno de los últimos estudios, de la British Medical Association, pone de manifiesto que uno de cada tres errores médicos en pacientes ambulatorios se debe a defectos de procedimiento (derivar al paciente al especialista no adecuado o no revisar correctamente la historia del paciente, por ejemplo) y que uno de cada ocho se debe a la falta de comunicación médico- paciente. Queda sin duda mucho por hacer. El primer paso, que sólo algunos países han dado, es hacer una fe de errores, crear un registro de incidentes y errores para, a partir de su análisis, diseñar medidas de prevención. Pero las cosas todavía tienen mucho que cambiar hasta que la OMS dedique su día mundial a los errores médicos.

Thoughtfuls

On the paths of meditation and neuroscience[divider_flat]


[divider_flat]El zen venido de oriente y pasado por la licuadora occidental lleva camino de convertirse en toda una seña de identidad en los países del “sol poniente”. Ya lo apuntaba el siempre atento Juan Cueto al observar que quizá el rasgo más característico y unificador de la última orgía consumista navideña en la cristianizada/descristianizada Europa eran las compras zen. El consumidor europeo está fascinado por el minimalismo decorativo, los cuencos, platos y demás utensilios de cocina japonesa, los libros de Feng Shui, los cursos de yoga y meditación, y otras mil y una variantes de consumo con aromas orientales adaptados a los gustos, necesidades y carencias occidentales. Está claro que no es fácil ser profeta en la propia tierra y que aquí “vende” más, por poner un ejemplo, el exotismo trascendental del Dalai Lama que el misticismo cristiano de San Juan de la Cruz. En cualquier caso, los insondables caminos del espíritu, ya sean principales, secundarios o tangenciales, están experimentando en nuestros días un renovado interés, bien sea para hacerlos a pie como el Camino de Santiago o sentados, con los ojos cerrados y movidos por las más diversas necesidades. (más…)

Meditabundos

Sobre los caminos de la meditación y la neurociencia

[divider_flat]El zen venido de oriente y pasado por la licuadora occidental lleva camino de convertirse en toda una seña de identidad en los países del “sol poniente”. Ya lo apuntaba el siempre atento Juan Cueto al observar que quizá el rasgo más característico y unificador de la última orgía consumista navideña en la cristianizada/descristianizada Europa eran las compras zen. El consumidor europeo está fascinado por el minimalismo decorativo, los cuencos, platos y demás utensilios de cocina japonesa, los libros de Feng Shui, los cursos de yoga y meditación, y otras mil y una variantes de consumo con aromas orientales adaptados a los gustos, necesidades y carencias occidentales. Está claro que no es fácil ser profeta en la propia tierra y que aquí “vende” más, por poner un ejemplo, el exotismo trascendental del Dalai Lama que el misticismo cristiano de San Juan de la Cruz. En cualquier caso, los insondables caminos del espíritu, ya sean principales, secundarios o tangenciales, están experimentando en nuestros días un renovado interés, bien sea para hacerlos a pie como el Camino de Santiago o sentados, con los ojos cerrados y movidos por las más diversas necesidades. (más…)