Sobre el etiquetado alimentario basado en la evidencia

Saber comer y lo que se come parece tan difícil de entender como la genealogía de Cristo con la que se abre el evangelio de San Mateo. Para nombrar ese lío genealógico y, por extensión, otros similares, los franceses pusieron en circulación la palabra galimatías (la etimología de Corominas, sin embargo, alude a José de Arimatea; en cualquier caso, todo queda en los evangelios).  Pues bien, para los millones de personas que quieren adelgazar con una dieta, para los que aspirar a curar o prevenir enfermedades con ciertos alimentos y, en fin, para todos los que simplemente desean saber cómo comer de forma saludable, la lectura de las etiquetas de los alimentos y sus supuestas propiedades curativas son un auténtico galimatías. “El total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones”. Hasta aquí el evangelio según San Mateo. Ahora, la revista Science: “Estados Unidos autoriza las afirmaciones [en las etiquetas] de que los alimentos reducen el riesgo de enfermedad. (…) Catorce de estas afirmaciones han sido autorizadas”.

Por si no teníamos bastante con las crípticas leyendas de composición de algunos productos, con los alardes tipográficos que proclaman su refuerzo con tal vitamina o tal otro mineral, con la presencia destacada de bífidos activos y otros prodigios de los llamados alimentos funcionales, además de todo esto, en algunos productos se pueden encontrar leyendas de este tipo: “Una dieta sana con suficiente calcio ayuda a mantener una buena salud y puede reducir el riesgo de osteoporosis más adelante”. Y hay otras 13 variantes autorizadas en Estados Unidos, donde es legal afirmar en las etiquetas que “algunos estudios muestran que el alimento A previene la enfermedad B”. En Europa, por ahora, las afirmaciones de que ciertos alimentos o suplementos dietéticos pueden prevenir o tratar una enfermedad están prohibidas. Decir que un alimento rico en calcio puede prevenir la osteoporosis o que el vino puede prevenir el infarto se consideran aseveraciones demasiado tajantes como para incluirlas en la etiqueta, pues podría inducir a algunos a intentar curar enfermedades graves sin consultar con el médico. En Japón, estas afirmaciones están también prohibidas, pero abundan los productos que las llevan. Para evitar el actual galimatías, los autores del artículo de Science, “Toward evidence-based health claim for foods”, proponen un etiquetado basado en la evidencia científica. Aquí, de momento, los espárragos no llevan la etiqueta de “rico en fibra”, pero podemos comprar un bote de marca inconfundiblemente española sin reparar que la letra pequeña nos dice que son de China. O bien podemos comprar otros espárragos “cojonudos” sin saber muy bien si esto es la marca, la nota de cata o una castiza y solapada afirmación sobre sus virtudes para la salud.