Espiritualidad

Sobre las querencias y carencias espirituales en medicina

“Las iglesias cumplen mejor la función espiritual de la obra de arte que los museos, que se han convertido en un mercado y un negocio”. El autor de la frase es el pintor Miquel Barceló, que proclamó así el componente espiritual de la obra de arte hace unos meses durante el acto de la firma de un contrato con la diócesis de Mallorca por el que se compromete a realizar una renovación artística de la catedral de Palma de Mallorca. La proclama de Barceló podría haber resultado chocante en otro contexto, pero sin duda es asumida por muchos otros artistas. La función espiritual del arte, analizada por ejemplo en el ensayo “De lo espiritual en arte”, de Kandinski, es reconocida ya por casi todos los artistas serios y por el público que aprecia el arte auténtico. Del mismo modo, son también muchos quienes reconocen que la salud tiene un componente espiritual importante y no bien valorado. Esta dimensión espiritual, recogida sólo de refilón en la definición de salud de la OMS, no tiene nada que ver ni con el fanatismo religioso ni con la consideración de la medicina científica como una nueva religión que promete lo imposible. No; se trata más bien del reconocimiento de que lo espiritual es una parte sustancial del bienestar personal y de que en este sentido la medicina podría tener una función más plena si se ocupara de atender esta necesidad.

Pero esto, claro está, choca con la medicina ortodoxa y con el ejercicio médico habitual. A muchos médicos se les tuerce el gesto con sólo oír juntas las palabras medicina y espiritualidad o religión. Y con razón: éste es un terreno pantanoso y esencialmente ajeno a la medicina basada en la evidencia. Sin embargo, algo se está moviendo, y cada vez hay más estudios que no sólo relacionan descaradamente la espiritualidad con la práctica clínica sino que se atreven a sacar conclusiones que indican que el fomento de los valores espirituales, no necesariamente religiosos, promueven la salud en general y tienen un efecto positivo en la evolución de muchas enfermedades y dolencias. En el Christmas issue del British Medical Journal (BMJ) se publica un editorial sobre el tema en el que su autor, el psiquiatra Larry Culliford, sostiene que los valores y destrezas espirituales se consideran cada vez más como aspectos necesarios en la atención clínica, pero que hay numerosos problemas educativos, económicos, ambientales y personales para introducir los “cuidados espirituales” en medicina. Y la verdad es que el asunto no tiene un fácil abordaje. Aunque sin relación aparente, en otro editorial del mismo número del BMJ, su director, Richard Smith, propone “gastar (ligeramente) menos en salud y más en arte”, con la idea de que así probablemente la salud saldría beneficiada. A algunos les parecerá descabellada la idea, pero si el arte ensancha el horizonte espiritual y esto beneficia a la salud, ¿por qué no podríamos considerar los museos, auditorios y demás templos del arte como verdaderos centros de salud?

Nunca más

Sobre las acciones de protesta como ejercicio de higiene

Con los gritos de “!nunca más!, “¡basta ya!” y otros similares, millones de personas se echan a la calle de tanto en tanto para protestar. Desde el grito colectivo de los familiares de los desaparecidos en Argentina durante la última dictadura militar, condensado en el desgarrado Informe Sabato de la Conadep, hasta el más reciente “nunca mais” de los gallegos por la catástrofe del Prestige, pasando por las diversas acciones contra la globalización que se suceden por todos los rincones del mundo, las manifestaciones de protesta se articulan más o menos espontáneamente como muestras de indignación, rabia, oposición, afirmación, rebeldía, desamparo o disidencia. Tanto si el objetivo es cambiar el rumbo del mundo como expresar una queja, la argamasa de sentimientos individuales en una acción colectiva de protesta ofrece como resultado, más allá de la posible atención de las reivindicaciones, la satisfacción de expresar la propia voz y un bienestar derivado de las emociones compartidas, el desahogo colectivo, el sentimiento de unidad y la hermandad de intereses. Estas manifestaciones sociales pueden ser consideradas, según apuntan ya algunos estudios, como un notable ejercicio de higiene. Vaya, que protestar es bueno para la salud. (más…)

Elogio del humor

Sobre el valor terapéutico del humor y su uso en medicina

Voltaire bromeaba con que el arte de la medicina era entretener al paciente mientras la naturaleza seguía su curso. Desde nuestro distante y digitalizado siglo XXI, esta broma puede provocar en muchos una tierna sonrisita. Desde nuestra atalaya tecnológica admitimos que la ironía de Voltaire era esencialmente cierta en la época de la Ilustración, pero asumimos que ahora las cosas son bien distintas. El médico de hoy tiene menesteres más serios que distraer al paciente y amenizar sus horas. El sentido del humor está muy bien como adorno personal del médico pero no parece un asunto central en la práctica clínica. Las revistas médicas serias, de hecho, no lo han considerado un asunto serio, en parte porque si hay algún tema especialmente elusivo al abordaje científico este es el del humor. Con todo, en los últimos años han empezado a menudear los estudios y artículos que reivindican sus virtudes terapéuticas. Algunos pensarán, y no faltan ejemplos que les dan la razón, que muchos de los trabajos que se ocupan de asuntos tan intangibles como el amor, la felicidad o el humor carecen de base científica y hasta de un mínimo rigor. Sin duda, no se puede hablar del efecto terapéutico de algo tan difícil de definir y medir como el humor en los mismos términos que se hace con un fármaco cualquiera. Pero eso no quita para que el humor como valor terapéutico pueda ser abordado con rigor y seriedad en una revista seria. Este es el caso del “artículo especial” de Jaime Sanz Ortiz, publicado en Medicina Clínica del 30 de noviembre, que condensa en cuatro páginas una lección de humanidad, humildad y medicina.

Trenzado de definiciones, reflexiones y citas (Holden: “Si ayudas a alguien a reír, le estás ayudando a vivir”; Chaplin: “La vida es una tragedia si se la contempla en primer plano, pero una comedia, vista de lejos”), el artículo de Sanz Ortiz es una reivindicación, apoyada en la bibliografía existente, del sentido del humor como complemento terapéutico: “Entre los beneficios de la risa y el humor podemos citar: reducir el estrés, facilitar la comunicación, potenciar la inmunidad, aliviar el dolor, mejorar la ansiedad, relajar la tensión psíquica y muscular, inspirar la creatividad y mantener la esperanza”. El autor marca los límites del humor con los del ingenio (más intelectual, menos compasivo) y la ironía (“hace sufrir”, “es despiadada, maledicente, humillante”), y ofrece una guía práctica sobre el buen uso del “humilde, misericordioso, beneficente” humor. “No se puede aliviar las preocupaciones de otra persona sin ser prudente en la utilización del humor”, escribe Sanz Ortiz. “Normalmente la dosis debe ser pequeña y nunca con pauta horaria”. Este reconfortante artículo del jefe de Oncología Médica y Cuidados Paliativos del Hospital Valdecilla de Santander nos recuerda que la medicina se extiende más allá de los límites de la evidencia científica y que en muchas circunstancias no estamos tan distanciados de los tiempos de Voltaire.

Who is who

Sobre las elecciones para dirigir la OMS y los candidatos

A muchos puede sorprenderles que una revista tan ponderada como The Lancet se venga despachando contra la WHO/OMS con alusiones de oscurantismo, falta de  responsabilidad y comportamiento antidemocrático. Pero el motivo de las duras críticas de la revista británica no es otro que la inminencia del proceso electoral para nombrar un nuevo director general de la OMS, tras la renuncia a presentarse para un segundo mandato que hizo la actual directora, Gro Harlem Brundtland, en agosto pasado. Desde entonces esta agencia global de salud pública se ha colocado en el punto de mira de la revista británica, que considera inadmisible la designación de candidatos, la selección secreta de los cinco finalistas y la ausencia completa de debate público, ni en televisión ni en otros medios de comunicación, entre los candidatos. “Este proceso es una rareza en los estándares democráticos actuales”, dice en su editorial del 7 de diciembre The Lancet, que se está empleando a fondo, semana tras semana, en denunciar la falta de transparencia a la vez que en avivar la reflexión en la comunidad médica mundial, para lo que ha creado un espacio de debate en su sitio de internet. “Esta elección exige escrutinio público y debate riguroso, y tenemos sólo seis semanas por delante”, dice su director, Richard Horton.

El próximo 20 de enero, los miembros del Consejo Ejecutivo de la OMS, elegirán en secreto qué cinco de los nueve candidatos actuales (entre ellos el actual presidente de ONU Sida, el belga Peter Piot, y el ministro de Salud de México, Julio Frenk Mora,  ambos médicos y con un perfil político y técnico) podrán aspirar a convertirse en la Asamblea General de la OMS del 23 de mayo de 2003 el principal líder de la salud pública mundial desde julio de 2003 a julio de 2008. Para conocer mejor quién es quién entre los candidatos, sus intenciones, sus prioridades, sus visiones de la salud global y su estilo de dirección, entre otras cosas que sería deseable conocer, The Lancet publica “Una carta abierta al Consejo Ejecutivo de la OMS”. En ella se plantean 10 preguntas a modo de análisis programático para ayudar a cada uno de los miembros del Consejo Ejecutivo a nominar un candidato. El cuestionario, elaborado por The Lancet y la Fundación Rockefeller, es ciertamente exigente y exhaustivo, tanto en el plano técnico como en el político, los dos tipos de cualidades que cabe exigir al director de la OMS.

El guante está lanzado. The Lancet desafía a los candidatos a responder y debatir públicamente, como prueba de su responsabilidad y compromiso. La posición de la revista no va, por tanto, en contra sino a favor de la OMS y su fortalecimiento democrático, para que pueda ser de verdad una agencia global de salud pública, útil para todos los países y casi imprescindible para media población mundial. La OMS probablemente necesita reinvertarse, pero si lo hace será en parte gracias a que con iniciativas como ésta de The Lancet también las revistas se reinventan a sí mismas.