Sobre la selva de información médica y su dudosa utilidad

El amazonas de tinta que recorre la medicina es, probablemente, más caudaloso que en cualquier otra profesión. Las comparaciones con algunas otras dedicaciones profesionales no son odiosas sino ociosas. Piénsese en la que se quiera, desde la de arquitecto a la de piloto de líneas aéreas, por nombrar dos de cierta consideración social. ¿Cuántas revistas técnicas profesionales de referencia internacional tienen los ingenieros civiles? ¿Cuántas los maestros?  ¿Y los abogados? ¿Y los actores? ¿Qué otra profesión tiene un caudal de información técnica rigurosa como el que se acumula día a día en MedLine? Seguramente ningún otro profesional tiene a su disposición tantas investigaciones novedosas como el médico. Todo este caudal de letra impresa se publica, supuestamente, para el avance y perfeccionamiento profesional. Todas y cada una de las especialidades médicas acumulan cada mes cientos y quizá miles de trabajos originales, más las revisiones, selecciones, comunicaciones a congresos, etc. Basta recordar que en la reciente XIV Conferencia Internacional del Sida se presentaron más de 14.000 estudios. En esta selva oscura no es fácil discernir los trabajos científicamente consistentes y clínicamente relevantes. De hecho, en muchas especialidades apenas sólo uno de cada 100 lo son. Con internet, todo este volumen de estudios técnicos se ha hecho más accesible para los médicos (también para los pacientes, lo que representa un fenómeno nuevo que añade complejidad al asunto). La necesidad de filtrar este inmenso y continuo caudal de información está dando lugar a diversas estrategias para ofrecer a cada especialista sólo lo imprescindible. Es una idea comparable a que ha emprendido Le Monde, cuya edición diaria completa es gratis en internet mientras que la edición filtrada y resumida es de pago. Todavía no hay, sin embargo, un modelo de filtro consolidado, por lo que no es sorprendente que los médicos a menudo se enteren por los medios de comunicación de los avances científicos. Una de las claves sería reducir el caudal de estudios que se publican, pero la tarea no parece sencilla. Mientras tanto, los médicos siguen haciendo su trabajo bajo la sombra amenazante de una montaña de estudios que no para de crecer.

En estas circunstancias, algunos se plantean la cuestión arrogante y desafiante de si se puede ser hoy un buen médico sin leer las revistas, cuando está demostrado que la influencia de los estudios en la clínica no es inmediata y que existen canales alternativos de actualización profesional. Pero hay otra pregunta todavía más inquietante: ¿Se puede ser hoy un buen médico sin publicar? El apartado publicaciones pesa hoy mucho en los currículos profesionales y esta es una de las razones de la actual avalancha de trabajos que salen de imprenta. El 28 de septiembre el British Medical Journal publica un monográfico para analizar qué es un buen médico y cómo podemos hacer uno. A lo mejor su lectura nos aclara las ideas.