Sobre el presente y el porvenir del descontento profesional

Un fragmento del rostro cejijunto de un hombre con la mirada reconcentrada y, debajo, un escueto titular con las palabras “Unhappy doctors” ilustran la portada del primer número de abril del British Medical Journal (BMJ). No vemos las curvas de las comisuras de los labios, tan reveladoras del estado emocional, pero en cualquier caso la dureza de la mirada y la tensión del músculo piramidal de la nariz y de los orbiculares nos dicen a las claras que las cosas no van bien. No podemos apreciar, pues, si los suspiros se escapan de una boca “que ha perdido la risa, que ha perdido el color”, como la de la princesa de Rubén Darío. Pero, si nos fiamos de algunos indicadores y estudios, el descontento de la profesión médica con sus condiciones y circunstancias laborales es un fenómeno de alcance mundial. El médico está triste…¿Qué tendrá el médico?

La sobrecarga de trabajo y el sueldo, con ser dos factores importantes, no ofrecen una explicación completa del problema, según uno de los estudios que publica el BMJ, en el que se analizan las causas y posibles soluciones al descontento profesional. Como resultado de unos “workshops” realizados con médicos británicos y estadounidenses, un factor clave parece ser la ruptura del pacto que ha existido tradicionalmente entre los profesionales, los empleadores, los pacientes y la sociedad en general. En este acuerdo tácito de derechos y responsabilidades quedaba claro cuál era el papel del médico y cuál el de la sociedad para con sus sanadores. Pero la sociedad ya no es la que era ni los médicos tampoco. Y este es el problema: muchos se encuentran con una profesión que no es la que solía ni la que ellos esperaban.

Hay más, por supuesto. Sin ir más lejos, la globalización de la información de salud a través de internet y el libre acceso a las fuentes de la sabiduría es un aspecto a tener en cuenta. Pero parece evidente que el cambio está siendo quizá demasiado rápido y todavía no se ha producido la necesaria revisión y actualización de ese “pacto psicológico” entre los médicos y la sociedad, como se razona en un artículo de Ham y Alberti en el BMJ sobre el National Health Service (NHS), aunque seguramente aplicable en otros ámbitos. Hay indicios de que algo se está moviendo para solventar el actual descontento, incluyendo el análisis de las causas y la reformulación de los deberes y derechos de médicos y pacientes para un nuevo marco de relaciones.

Mientras llega y no llega, podemos leer en otro estudio del BMJ que los pacientes, al menos en atención primaria, prefieren a los enfermeros/as antes que a los médicos/as y se sienten más satisfechos cuando son atendidos por los primeros. Las razones son bien simples: los enfermeros/as les dedican más tiempo, investigan más en sus problemas de salud, hacen mejores informes y, en fin, demuestran mejores habilidades comunicativas. Ciertamente, los médicos han soportado años duros, pero nadie sabe si lo peor ya ha pasado.