Sobre la demencia de Ravel y la medicina detectivesca

La demencia progresiva que padeció el músico francés Maurice Ravel (1875-1937) ha resultado tan misteriosa como el carácter obsesivamente reiterativo de una de sus más celebres obras, el “Bolero”.  Al hacer la disección de esta pieza, aparecen sólo un par de temas musicales, repetidos un buen número de veces cada uno de ellos. Cuando lo compuso en 1928, Ravel ya había empezado a sufrir las manifestaciones de una enfermedad cerebral que afectaba sobre todo a su hemisferio izquierdo y que le provocaba afasia, apraxia y, finalmente, la incapacidad total para componer a partir de 1932. ¿Cuál era la misteriosa enfermedad que padecía Ravel y hasta qué punto influyó en sus últimas y enigmáticas composiciones? El asunto ha intrigado desde siempre a muchos médicos con aficiones detectivescas. Una de las hipótesis más aplaudidas era la de la enfermedad de Alzheimer. Esta es la que proponía, por ejemplo, Eva Cybulska en 1997 en el Psychiatric Bulletin, argumentando que la perseveración, la obsesión por las palabras y los gestos repetitivos son evidentes en esta demencia. No obstante, el inicio precoz de la demencia y la preservación, en buena medida, de la memoria, del sentido del yo y de las habilidades sociales contradecían el diagnóstico de Alzheimer. Ahora, en el número de enero del European Journal of Neurology, el grupo del neurólogo francés François Boller sugiere que Ravel sufría probablemente una afasia progresiva primaria (PPA), causante de la lesión de los centros del habla, y una degeneración corticobasal (CBD), que le impedía escribir y tocar el piano, entre otros movimientos. Debido a esta doble condición patológica, que afectaba sobre todo al cerebro izquierdo, Ravel habría perdido la capacidad de expresar su música, pero no de componerla. Y lo que sugiere el investigador francés es que el “Bolero” es una obra que evidencia el deterioro del hemisferio izquierdo y el predominio del derecho.

Decir que la enfermedad influyó en el proceso creativo no es decir gran cosa, porque nada es ajeno al arte, lo que importa son los caminos argumentales. En todo caso, hay que remarcar este interés de la medicina por la vida y la obra de los personajes célebres, que son una continua fuente de material e inspiración para la mejor medicina detectivesca. Si algo hay que destacar de esta línea de investigación es, sobre todo, su mirada humanística y multidisciplinar, que involucra al arte, la ciencia y la historia. Quizá el ejemplo más destacado es el que desarrolla desde 1995 Philip A. Mackowiak, con sus famosas y ceremoniosas conferencias clinicopatológicas (CPC) en la Universidad de Maryland, en las que un actor que encarna al personaje se somete al  interrogatorio clínico. La cita de este año (el 25 de enero) ha sido con el rey Herodes. Los detectives clínicos sugieren que murió de una enfermedad renal crónica, con gangrena genital incluida. Aunque sólo fuera por sus posibilidades didácticas habría que reivindicar esta medicina detectivesca.