Sobre las quejas de los médicos y las epístolas en internet

Si hubiera una liga internacional de la infelicidad de los médicos, ¿en qué posición de la tabla estarían los españoles? Como el invento ya existe, podemos comprobar con estupor, incredulidad o escepticismo, allá cada cual,  que España ocupa la segunda plaza, tras el Reino Unido y por delante de Bélgica e India, empatadas en tercera posición. Esta «unhappiness league table» refleja los resultados de un sondeo sobre la infelicidad de los médicos, su grado y sus causas, realizado el año pasado entre los lectores y navegantes del bmj.com, la edición virtual del British Medical Journal que con buen criterio y mejor tino dirige Tony Delamothe. El exceso de trabajo y el insuficiente salario son las principales causas de infortunio de los médicos, que también se quejan de las pérdidas de estatus y de control sobre su trabajo, del tratamiento que les da la prensa y de las desmedidas expectativas creadas, de los pacientes demasiado exigentes y de los políticos. Dicen también que entre la formación recibida y las tareas que exige la profesión hay un abismo. Reconocen, ay, que son infelices. «Porque sólo podemos quejarnos ante nosotros mismos», se lamenta un lector del bmj.com. Puede que no haya motivos para tomar demasiado en serio estas quejas, pues al fin y al cabo se trata de una encuesta abierta sin ningún tipo de control, pero parece que el río viene sonando desde hace tiempo con fuerza, sobre todo desde que Malasch lanzó a la palestra el «burnout» o síndrome de «estar quemado».

Como reflejo de esta preocupación, el BMJ editará en julio de 2002 un especial sobre «El bienestar de los médicos» (la recepción de originales acaba el 15 de febrero). Y lo hace a petición de los lectores del bmj.com, que han opinado y decidido que la revista británica dedique todo un número al estudio de su propio bienestar o malestar. Los otros cuatro números especiales de 2002 decididos por los lectores permiten entrever qué asuntos profesionales les preocupan, a saber: la calidad de la información de salud en internet; los límites de la medicina y la medicalización de la experiencia humana; la comunicación entre médico y paciente, y qué es un buen médico y cómo se fabrica. Estos números especiales son sin duda una buena prueba de la interactividad de internet, pues está permitiendo más que nunca que los lectores opinen y decidan sobre la política editorial de la revista. El bmj.com es un modelo de interactividad, pero en general la gran tradición epistolar de las mejores revistas se está viendo agilizada con internet. Valga un ejemplo: el debate creado en el bmj.com por el epidemiólogo George A. Venters con su reciente artículo «New variant Creutzfeldt-Jakob disease: the epidemic that never was«. Muchas ideas que han dado lugar a avances médicos han surgido de textos breves y enjundiosos publicados en forma de carta al director. En este contexto, el correo electrónico no es sino la vieja epístola reinventada, dinamizada y rematada con un «virtually yours».