Sobre la medicina basada en la providencia y la oración

El filón que ha encontrado la medicina en la religión como objeto de estudio clínico resulta de lo más sorprendente. Una día sí y otro también se publica algún trabajo sobre los poderes curativos de la oración, la fe y otras fuerzas espirituales. Sorprende la cantidad de artículos (unos mil al año en MedLine), muchos de ellos en revistas con peer-review y un alto factor de impacto, pero sobre todo el empecinamiento de los autores en pasar por el filtro científico un fenómeno tan incontrolable como el religioso y pretender realizar ensayos clínicos controlados sobre el poder curativo de la oración. ¿Cómo pueden estudiarse con rigor los efectos de un grupo de orantes sobre otro de enfermos? ¿Cómo saber si realmente rezan y cuánto? ¿Es la oración acaso una terapia dosis dependiente? Parece que estos y otros problemas metodológicas no sólo no disuaden a los investigadores sino que los estimulan. El asunto de la «intercesión por la oración» ha merecido incluso la atención de la Colaboración Cochrane, que en su reciente revisión del tema (Intercessory prayer for the alleviation of ill health) concluye que «la evidencia presentada hasta ahora es lo bastante interesante como para justificar nuevos estudios». Basada en evidencias o en providencias divinas, lo cierto es que la medicina supuestamente científica está avalando la oración como método curativo a distancia para los más diversos males. El recurso de la oración realizada por desconocidos permite incluso aumentar la tasa de embarazos en las clínicas de reproducción asistida, como refleja un reciente ensayo clínico en el Journal of Reproductive Medicine. Con todo este respaldo científico a la oración no es de extrañar que menudeen posturas como la del doctor Francisco Contreras, ex director del hospital Oasis de Esperanza en Méjico, que dice: «No solamente apruebo el uso de la oración en el hospital donde trabajo, sino que me emociono al prescribirla a todos nuestros pacientes.»

Pero la oración no es infalible. Un estudio en el número de diciembre en los Mayo Clinic Proceedings concluye que la oración intercesora, «una terapia complementaria ampliamente utilizada», no mejora significativamente la evolución de los pacientes coronarios. En cambio, otro estudio del israelí Leonard Leibovivi publicado en el Christmasissue delBritish Medical Journal de 2001, consigue «demostrar» los poderes curativos de la oración incluso con efecto retroactivo, es decir sobre enfermos hospitalizados hace años. La broma y la ironía no han sido entendidas por algunos de los muchos lectores que han comentado en internet el artículo, poniendo todo tipo de reparos al estudio y al autor (uno, por ejemplo, plantea si un judío participaría en un ensayo sabiendo que un palestino podía rezar por él a Alá). Leibovici, en todo caso, no ha pedido perdón. Pues él se lo pierde, porque otro nuevo artículo, éste en el peer-rewieved Journal of Adult Development, viene a confirmarnos que el perdón también mejora la salud.