Sobre el ántrax y el anthrax, con algunas notas de actualidad freudiana

Si usted recibe una carta con el sobre manchado de aceite y/o con la dirección escrita a mano o mal escrita y/o con demasiados sellos y/o con errores de ortografía en palabras sencillas… debe saber que “éstas son algunas de las características de los paquetes y cartas sospechosas [de contener ántrax]”. Lo dicen bien claro y en español los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE UU en su página sobre “Cómo Manejar las Amenazas de Ántrax y Otros Agentes Biológicos”, una de las muchas que ha publicado recientemente sobre bioterrorismo. Sin entrar en consideraciones sobre lo exagerado o grotesco de algunas recomendaciones (lo que desde aquí nos pueda parecer una reacción algo histérica quizá no lo sea tanto en EE UU), lo que vale la pena resaltar es el papel que está desempeñado internet en esta situación, difundiendo información como la de los CDC que, en su conjunto, es de una claridad y oportunidad incuestionables, con mensajes tan inequívocos como que “el ántrax no es contagioso de persona a persona” o que “las vacunas de ántrax para animales no deben ser usadas en seres humanos”. Un aspecto a destacar es que toda esta información se difunde también en español, lo que confirma que el español es una lengua de uso en EE UU y en internet. Por otro lado, la profusión, la inmediatez y el detalle de las informaciones sobre el ántrax (carbunco) en internet nos ha venido a demostrar que la red es una herramienta de comunicación universal poderosa y eficaz, no sólo porque es la primera plataforma de difusión de la información para la sociedad, sino porque es también el más inmediato y fiable banco de datos para los medios de comunicación tradicionales, que son los que finalmente llegan a toda la población. Los CDC y otros organismos ya dejan oír su voz, fundamentalmente, por internet, donde en pocas semanas el volumen de referencias sobre anthrax en Google ha crecido hasta las 229.000 (las exiguas 10.300 sobre ántrax o las 1.270 sobre carbunco ilustran tanto la diferencia entre inglés y español como el distinto nivel de preocupación).

Por esos avatares que tiene la evolución de las palabras y sus significados, el carbón de los griegos (ánthrax) y latinos (anthrax) se ha convertido en un término que no sólo nombra una enfermedad relacionada vagamente con el carbón sino que evoca los más negros augurios y la imagen más actual del pánico colectivo. Como botón de muestra del peso insoportable que pueden alcanzar las palabras, el grupo de heavy metal estadounidense Ántrax, administrador del sitio anthrax.com y autor de discos de nombre tan poco halagüeño como “Spreading the desease”, se ha visto obligado a marcar diferencias con la bacteria asesina y dar todo tipo de explicaciones en su página web, además de considerar el cambio de nombre por otro más “suave” (la banda baraja, entre otros, los de Mad Cow Disease, Mononucleousis y Small Pox). Y es que el problema del ántrax no es, obviamente, un asunto que haya que valorar en términos de  mortalidad, pues por feas que se pongan las cosas su impacto no llegará ni de lejos a cobrarse los dos millones de vidas anuales que se cobra el bacilo de la tuberculosis. Lo más notable y digno de análisis es sin duda lo que algunos han caracterizado como histeria o neurosis colectiva. Pero, ay, estos términos, dos de los pilares de la interpretación freudiana de los procesos mentales, resultan ya insuficientes y técnicamente inapropiados para explicar la reacción ante la amenaza del ántrax, pues hace tiempo que fueron desalojados del manual de trastornos psiquiátricos (DSM) mientras se daba paso a decenas y decenas de nuevos trastornos mentales. Por suerte la situación actual no tiene etiqueta médica, pues lo verdaderamente patológico sería caracterizar esta reacción de miedo como un fenómeno patológico.