Sobre gusanos, «txoris» y otros ejemplares del animalario fantástico de la red

¿Qué haría usted si recibe en su buzón un documento presumiblemente privado de alguien presumiblemente próximo? El anzuelo de la curiosidad es el que ha hecho picar a muchos y tragarse el virus informático SirCam, el último de los agentes infecciosos globalizadores (véanse las repercusión en España en El País del jueves 26 de julio). En la última columna de Escepticemia hablábamos de la fascinación humana por el cotilleo (hay toda una teoría neurológica y antropológica que explica esta fascinación como una consecuencia de la evolución del cerebro humano y de las dimensiones considerables que tienen los grupos humanos frente a los de otros animales sociales, según la cual el cotilleo vendría a ser como el pegamento que mantiene cohesionado un grupo) y al tiempo un programa informático la ponía a prueba con este mensaje recibido por correo electrónico:  “Hola como estas? Te mando este archivo para que me des tu punto de vista. Nos vemos pronto, gracias.” (sic). El no haber recibido en la última semana este mensaje o algunas de sus variantes quiere decir que uno no existe en internet o que sólo mantiene contactos seguros. Como quiera que lo que hace el virus SirCam es coger un archivo o documento del propio ordenador y enviarlo a los contactos de la agenda de direcciones, la gracia y la desgracia dependen de lo que coja y a quién se lo envíe. El remitente es siempre alguien con quien existe algún vínculo, aunque sea unidireccional, puesto que su correo electrónico sale de la libreta de direcciones. Si el susodicho virus no fuera capaz de otras tropelías en el disco duro, como borrar la información o replicarse hasta ocuparlo todo, esta azarosa acción de intercambio de ficheros podría tener hasta su gracia. Por un lado, puede ofrecer alguna pista para conocer mejor con quién se trata uno, pero por otro, puede enviar a cualquiera alguno de nuestros documentos más personales. Por eso, una vez identificado el virus y con el antídoto a mano (Panda, entre otros, tiene una página para combatir la infección),  sin duda más de uno se plantea abrir y leer alguno de los documentos más tentadores que le han llegado por azar… En fin, cosas de esa natural y saludable inclinación humana al cotilleo.

Otra cosa muy distraída que hay en la red es su animalario fantástico. Observemos si no el virus SirCam, que pertenece al grupo de los gusanos y lleva nombre de tigre feroz. En efecto, SirCam remite al tigre Share Khan de “El libro de la selva”, ese producto global por obra de Disney más que de Rudyard Kipling, pero es un gusano, es decir un tipo de virus informático especialmente creado para redes cuya función es “detectar y modificar datos, bien sea sustituyendo caracteres por números o cambiándolos de sitio”, como explica el experto José Antonio Millán en su sitio electrónico. Para saber más sobre virus, gusanos, caballos, caracoles, chinches, boas, dinosaurios, dragones y otros animales que habitan en ordenadores y redes informáticas, su vocabulario de ordenadores e internet es de lo más ilustrativo, con una información precisa que se mueve entre la erudición filológica y el apunte antropológico. Pero de todos los bestiarios, animalarios y zoos electrónicos, yo me quedo con el país o el pueblo de los pájaros (si no se equivocan demasiado los traductores electrónicos del euskera, esto es lo que quiere decir “txori herri”). Y es que la Txori Herri Medical Association (THMA) es una de las buenas demostraciones de las posibilidades de comunicación que ha traído internet. El THMJournal y especialmente el boletín quincenal THMNews son el destilado ácido pero bienintencionado de un grupo de psiquiatras que desde dentro del sistema ofrecen una visión iconoclasta pero constructiva, tan crítica como autocrítica, del mundo de la psiquiatría, la medicina y sus aledaños en internet. Este sitio, además de irónico, burlón y muy saludable, tiene música. Escuchen a los Beautiful Brains.