Sobre el advenimiento de cuñadas, mayordomos y otros agentes digitales

«Cuando quiero ir al cine, en lugar de leer las críticas cinematográficas, le pregunto a mi cuñada. Entre nuestros familiares o amigos, todos tenemos a alguien como ella, que sea un experto en cine y nos conozca muy bien. Lo que necesitamos es construir una cuñada digital». Con esta sugestiva imagen, tan provocadora como ingenua, el profeta digital Nicholas Negroponte nos quería introducir, allá por 1995 cuando publicó su libro «Beeing digital», en el maravilloso e inminente mundo de los también llamados agentes de software o digitales, unos interfaces «inteligentes» capaces de ponernos en bandeja la información que necesitamos y a la medida de nuestros gustos. Quién hubiera dicho, leyendo el pasaje de la cuñada de Negroponte en 1995, que seis años después las cuñadas y amigos expertos que mejor nos conocen y aconsejan sobre cine y otras cosas seguirían siendo los de carne y hueso. Aunque las entradas puedan sacarse por internet.


Pero los profetas no descansan. Y si ahora muchos se desmarcan de Negroponte y su ilusionismo profético, no faltan nuevos gurús que nos invitan a esperar con los brazos abiertos la próxima llegada de estos agentes especiales que, la verdad sea dicha, alguna falta nos harían. Pattie Maes, directora del Grupo de Agentes de Softwareen el Media Lab del Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT), veía así el futuro en el año 2000: «En un futuro muy próximo todos tendremos un grupo de agentes o robots digitales que trabajarán incesantemente para satisfacer nuestras necesidades, encontrarán la información que buscamos en la red, nos representarán en subastas virtuales y comprarán lo que deseemos si que ni siquiera tengamos que pedírselo». Probablemente, muchos no esperan ni desean tantas funciones de un simple agente de software, ni mucho menos están dispuestos a delegar en este sujeto virtual sus gastos necesarios o innecesarios. Faltaría más. Estos mayordomos inteligentes a los que se refiere Maes aspiran a la autonomía (pueden funcionar al margen de las órdenes humanas) y reactividad (perciben los cambios del entorno y se adaptan a ellos), pero su advenimiento, al menos extramuros del MIT, no se ha producido, aunque algunos expertos dicen que ya están entre nosotros, en las tripas de los mejores buscadores.


Aunque la imagen de la cuñada de Negroponte no parece haberse encarnado (virtualmente, se entiende), la del mayordomo sí lo ha hecho. Vean si no al simpático Jeeves del buscador Ask Jeeves, sonriente y vestido de librea. ¿Es esto un mayordomo digital? No hay más que probarlo un poco para -sin desmerecer en absoluto sus servicios – percatarse de que a este mayordomo le queda mucho por aprender sobre nuestros gustos en general y nuestros requerimientos en forma de preguntas concretas. Es como si quieres una cerveza y el mayordomo te trae una tila. Además, a poco que uno conozca las respuestas a las cuestiones que se le plantean a Jeeves, se da cuenta de lo caprichoso de sus búsquedas. Para curarse en salud y como prueba de su interés en satisfacernos dice: «Estos sitios les han parecido interesantes a algunas personas con preguntas similares». Ignoramos si con el tiempo y la familiaridad que da el trato, Jeeves puede mejorar, pero hoy por hoy no es mejor que Google, que va de paisano. Todo buen buscador debería tener alma de mayordomo o de agente especial, pero casi todos los actuales son bastante frustrantes. Jeeves apunta algunos servicios interesantes, pero si le preguntamos por la cuñada de Negroponte, nos sale por peteneras, mientras que Google nos pone enseguida en la pista de la cita. Un aspecto a destacar de Jeeves es que si no encuentra nada que se adapte a los propios gustos, ofrece un panorama de los gustos del vecino. ¿Será para satisfacer la natural avidez humana de cotilleo?